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FORMACIÓN DEL IMPERIO PERSA

Representación de soldados persas, probablemente del ejército de inmortales

Representación de soldados persas, probablemente del ejército de inmortales

Introducción

La coexistencia pacífica entre medos, babilonios, lidios y egipcios se va a ver interrumpida bruscamente cuando una nación irania, no conforme con el papel político secundario que tenía, va a saltar al tablero político de primer orden. Los persas habían sucedido a los antiguos elamitas en la región de Anshan, y desde hacía varias generaciones una casa perteneciente al clan de los aqueménidas reinaba con el título de rey de Anshan.

Mapa de Oriente Próximo en la primera mitad del siglo VI a.C.

El origen del Imperio Persa

Por lo que sabemos, poco tiempo después de la toma del poder por parte de Nabónido en Babilonia (se cree que en el 550 a.C.), el rey persa Ciro II el Grande se rebeló contra Astiages (el rey medo al que estaba sometido Persia), venciéndole fácilmente en batalla gracias a la escasa fidelidad del ejército y los aliados de Media. Tras su captura y la conquista de Ecbatana, el extenso dominio del reino de Media pasó a ser del imperio persa. La naciones y los reyes que hasta entonces habían reconocido la hegemonía de Astiages trasladaron a Ciro este reconocimiento, «cambiando de amo», por así decirlo.

Sin embargo, este simple cambio en la pirámide jerárquica pronto evolucionó y cambió. En lo referente a la organización interna, mientras Media contaba con una confederación de tribus como antepasado histórico, Persia contaba con las experiencias y las estructuras estatales del imperio elamita. Y en lo referente a las relaciones exteriores, hay que decir que Ciro heredó los vínculos creados por Astiages en el interior del antiguo imperio de Media, y que acabó con los treinta años de paz y coexistencia en el exterior.

Cronologías de Oriente Próximo entre el 650 y el 500 a.C., incluyendo las del Imperio Persa

La expansión del Imperio Persa: Ciro II el Grande

En el año 547 a.C. atacó Lidia, pasando el río Halys, y no paró hasta capturar a su rey, anexionarla a sus dominios y dejar un gobernador para asegurar su sumisión. Rodeada de territorios persas, Cilicia también pasó a formar parte de su imperio, aunque se cree que nunca fue vencida y que conservó un estatus privilegiado. En una segunda fase de su expansión (545-539 a.C.), Ciro se dedicó al flanco «exterior» del imperio.  Aunque al cambiar imperio medo por imperio persa ya se había ganado la sumisión teórica de naciones iranias como Bactriana, Ciro intervino en estos territorios para dejar claro quien mandaba ahí. Al terminar esta segunda fase, el imperio persa ya tenía territorios desde la península de Anatolia hasta las inmediaciones del valle del Indo.

Mapa del imperio persa y el imperio babilónico en vísperas del fin de Babilonia (vía Geacron)

La tercera etapa fue la ya mencionada conquista de Babilonia, en el año 539 a.C. Gracias a ella, Ciro se hizo automáticamente no solo con toda Mesopotamia, sino también con Siria-Palestina. De este modo, el imperio persa de Ciro II el Grande se había convertido no solo en el imperio más grande que el mundo había conocido hasta ese momento (y en uno de los más grandes de la Historia de la Humanidad), sino en el primer imperio que abarcaba prácticamente la totalidad del Oriente Próximo antiguo. A la fama de conquistador se añadió la de magnánimo y moderado, ya que los reyes vencidos eran perdonados, las ciudades conquistadas no eran destuidas y las divinidades locales eran respetadas.

El inmenso imperio persa tras la conquista de Babilonia de Ciro II el Grande (vía Geacron)

Las conquistas de Ciro II el Grande fueron ampliadas por sus sucesores. Su hijo Cambises conquistó Egipto y Chipre (como ya contamos en su momento). Tras la lucha por el poder que siguió a la muerte de Cambises, el usurpador Darío (miembro de una rama colateral de los aqueménidas) se dedicó a reforzar la estructura interior de tan colosal imperio al tiempo que completaba su expansión. En las últimas dos décadas del siglo VI a.C., el imperio persa se anexionó Tracia, las islas del Egeo, Libia (Put en esa época), Nubia (el reino de Kush), parte del valle del Indo y el reino de los escitas.

Como es de imaginar en tan enorme imperio, hubo revueltas internas, al principio en los países centrales (en lo que había sido Elam, Babilonia y Media) y luego en los más lejanos (Egipto, Chipre, Jonia, etc). Además, no todo fue avance y conquista sin parar, puesto que también hubo fracasos y retrocesos, como los pueblos nómadas marginales (árabes, escitas y montañeses del Cáucaso, por ejemplo). Sin embargo, en líneas generales, esta segunda mitad del siglo VI a.C. vio cómo se construía un imperio que no tendría comparación hasta los tiempos del de Alejandro Magno en el último tercio del siglo IV a.C.

Mapa del imperio persa de tiempos del rey Darío I

Organización del Imperio Persa

El imperio persa contaba con más de una capital, sobre todo teniendo en cuenta que abarcaba la mayor parte del mundo conocido. La corte imperial va cambiando de ciudad entre Susa, Ecbatana, Pasargada y Persépolis, aunque lo más probable es que el rey y su harén pasarán la mayor parte del tiempo en Susa. Como seguramente os habéis imaginado, un imperio universal como éste necesitaba una gran y sólida organización interna. Darío es el artífice de la organización definitiva del imperio, dividido en veinte satrapías, una especie de provincias, que depende del rey persa que reinara en el momento gozaban de mayor o menor autonomía local.

Estas satrapías son desiguales en el aspecto cuantitativo, no sólo por su extensión, sino sobre todo por su situación demográfica y capacidad de contribución al imperio. La lista de los tributos que debía pagar al imperio cada una antes de Darío refleja esta situación. Se basa en una práctica fiscal que variaba de unas regiones a otras, siendo rígido y bien articulado en ocasiones, y consistente en simples presentes o reservas de recursos estratégicos en otras. Sin embargo, ahora Darío homogeniza las formas y la proporcionalidad de este sistema tributario, dejando exenta sólo a Persia.

Esfinge alada en el palacio de Darío I en Susa

A la unificación administrativa, tributaria, lingüística y monetaria se añade la unificación material conseguida gracias a las construcciones y la mejora de los transportes por todo el imperio. En todo su territorio surgen palacios que siguen las pautas del núcleo central. En las zonas de urbanización más antigua el auge de la construcción es evidente, retomando lo que ya existía. En otras partes, como en Sidón, vemos formas arquitectónicas persas inconfundibles que suceden a las ciudades autónomas anteriores.

En cambio, en todo el mundo iranio y centroasiático la formación del imperio persa implica la aparición de nuevas formas urbanas y palatinas, así como nuevas infraestructuras agrícolas. La mayor parte de los caminos y rutas de transporte ya existía antes de Darío, ya que se había formado para atender a las necesidades comerciales, militares y administrativas de los anteriores imperios.

Lo que consigue Dario es organizar este imperio, de tal modo que las principales rutas las llamará «calzadas reales» y las dotará de lugares de descanso y cambio de caballos, fortalezas en los vados y en los puertos de montaña, etc. En último lugar, también son famosas las obras de ingeniería de caminos, ampliadoras de lo realizado por los asirios y los babilonios.

Tributos anuales en talentos de plata de las satrapías del imperio persa, según Heródoto
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