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HISTORIOGRAFÍA DE TARTESSOS

Artículo escrito por Teodoro Fondón Ramos, arqueólogo colegiado.

Como es lógico, un tema de la entidad histórica de Tartesos tenía que aportar una ingente bibliografía que no ha cesado en los últimos años, antes al contrario, gracias a las modernas excavaciones, a las novedosas metodologías de prospección arqueológica y a los nuevos planteamientos teóricos, los investigadores se acercan al tema de Tartesos con hipótesis de trabajo mucho más elaboradas y con resultados de base empírica que en ocasiones han servido para desmontar muchos de los conceptos que se habían venido utilizando como argumentos irrefutables.

Hoy la investigación no centra su interés en la búsqueda de una ciudad que parece claro que está más asociada a la leyenda que a la realidad histórica; pero sí que se están haciendo esfuerzos por delimitar geográficamente la entidad cultural que, aunque bajo su influencia cultural, denotan acusadas personalidades que son el resultado del sustrato indígena sobre el que se asientan. Definir esos espacios con sus respectivas variables nos ayudará a comprender mejor las sociedades que lo habitan. No cabe duda que de los estudios que se han venido realizando en los últimos años centrados en el análisis del territorio, se han podido extraer conclusiones que cada día nos acercan más al conocimiento del territorio productivo de Tartesos y, por lo tanto, al espacio social en que se enmarca.

Localización de Tartessos en el sur de la península Ibérica de acuerdo a Adolph Schulten

La Historiografía se ha convertido en los últimos años en una disciplina fundamental para entender las corrientes teóricas sobre cualquier etapa de la Historia, pero es significativa la especial atención que se ha prestado a Tartesos, donde cabe destacar los trabajos de C. González Wagner de 1992 y 1993, y principalmente el que en 2005 publica M. Álvarez Martí-Aguilar, quien profundiza sobre todas las formas de pensamiento existentes sobre el concepto de Tartesos.

Las primeras alusiones a Tartesos en la literatura histórica tenían como objetivo principal asociar el incipiente imperio español a la Biblia, por lo que fueron los teólogos de aquellos florecientes momentos quienes se ocuparon de legitimar la monarquía entroncándola con los escritos sagrados a través de Tarsis, que como es lógico se identificaba sin género de dudas con Tartesos. La espita del tema tartésico la había abierto Antonio de Nebrija bajo el reinado de los Reyes Católicos, quien en su primer tomo de la “Muestra de Istoria de las Antigüedades de España”, escrita curiosamente en romance para buscar tal vez el patronazgo estatal, se limita a identificar Tartesos con el río Guadalquivir y con una isla  que habrían formado sus dos brazos de mar, pero sin especificar ningún lugar en concreto donde poder localizarlo; Nebrija, en sintonía con el movimiento humanista de la época, busca el origen milenario del país obviando la crítica histórica a datos tan poco solventes históricamente.

Una vez que el historiador y lingüista había asentado las bases de la ubicación de Tartesos, el paso inmediato consistió en vincular Tartesos con la Tarsis de la Biblia, algo que certificó con cierta arrogancia el cortesano de Felipe II, Goropio Becano, medio siglo más tarde. No era mucha la credibilidad que emanaba de los escritos de este médico de origen flamenco, con lo que fue fundamental el espaldarazo que a su hipótesis dio el jesuita sevillano Juan de Pineda, quien a principios del siglo XVII publicó en Lyon su “De Rebus Salmonis”, una historia del rey Salomón donde se ensalzan las dotes artísticas, filosóficas y humanísticas del rey judío, por lo que vincular su monarquía con Tartesos incidía sobre la importancia de nuestro país en la Biblia a través de la relación comercial con Tarsis, identificada sin paliativos con Tartesos.

Pieza de bronce de Tartessos

La primera aproximación histórica con cierto espíritu crítico la realizó el historiador sevillano Rodrigo Caro, quien logró un amplio reconocimiento de sus trabajos y dio carta de naturaleza a la identificación de Tartesos con las menciones bíblicas. Caro introduce un nuevo concepto de Tartesos que permanecerá en la historiografía durante siglos. Para él Tartesos no solo era un río, el Guadalquivir; o una ciudad, que él creía sumergida en el océano; sino un amplio territorio que coincidiría aproximadamente con Andalucía, convirtiéndose en un argumento de peso que aún hoy esgrimen los nacionalistas andaluces para justificar  las profundas raíces de su identidad. Pero como historiador, Caro también muestra su espíritu crítico cuando se hace eco de las dificultades que existen en este terreno; así, en su obra sobre las antigüedades de Sevilla de 1634 dice:

“Ay tanta variedad de opiniones en los autores antiguos, sobre qual fuesse las islas de Gades, Tartesso, y Erythia, que no poca turbación, y tiniebla causa en estas letras, pues confunden los nombres de todas tres, dando a las unas lo que no les toca”.

No deja de ser llamativo que Rodrigo Caro optara por sumergir Tartesos en el océano, pues otros eruditos de su tiempo aprovecharon la ocasión para proponer diferentes sitios donde estaría ubicada la ciudad, algunos recurriendo a las fuentes clásicas, otros inspirados por los hallazgos de restos arqueológicos anteriores a los romanos y otros simplemente con la intención de promocionar su lugar de nacimiento; en resumen, en el siglo XVII, Cádiz, Sevilla, Mesas de Asta o Carteia fueron las candidatas más firmes para albergar tan opulenta ciudad.

Tesoro de Aliseda, un ajuar funerario de Tartessos

La búsqueda de la ciudad continuó con más ahínco en el siglo XVIII gracias a la publicación en Leiden de la Geographia Sacra” de Bochart, donde se certifica para el resto de Europa la identificación de Tartesos con la mencionada en las Sagradas Escrituras. Historiadores de la talla de Joaquín Costa, Ceán Bermúdez o Madoz, darán por buena esa identificación, fomentando a partir de ese momento una búsqueda desesperada de la ciudad. El siglo XIX marca el punto de inflexión en los estudios de la Antigüedad por parte de los historiadores y filósofos europeos, circunstancia que no fue aprovechada por los estudiosos españoles. Es la época de las primeras misiones arqueológicas al Próximo Oriente y, consecuentemente, cuando se empieza a profundizar en los estudios fenicios.

Vaso bicónico de Tartessos

Los trabajos sobre Tartesos se encuentran, pues, en manos de filólogos, principalmente alemanes, como Müllenhof o Movers, que ratifican la identificación de Tartesos con la Tarsis Bíblica, si bien niegan la existencia de una ciudad en concreto. La Arqueología, por su parte, comienza un camino independiente que la aleja de las concepciones antropológicas cimentadas en el evolucionismo, amparándose ahora en los movimientos nacionalistas imperantes, por lo que los estudios toman un cariz eminentemente histórico que sirva para justificar y legitimar a los pueblos modernos. La consecuencia inmediata es el declive de las investigaciones prehistóricas para cargar el análisis histórico en épocas más recientes, caso de la Protohistoria, asimilada las grandes civilizaciones y origen ideal de toda cultura. En este sentido, cobra especial interés el discurso que en 1915 imparte el padre del nacionalismo andaluz, Blas Infante, titulado “El Ideal Andaluz”, en el que cimienta la existencia de Andalucía en Tartesos, una civilización que heredaba los valores de Grecia, como su democracia, contraponiéndola con la colonización fenicia, causante de su destrucción.

Artículo escrito por Teodoro Fondón Ramos, arqueólogo colegiado.

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       Teodoro Fondón Ramos es historiador y arqueólogo graduado por la Universidad de Extremadura y Colegiado por el Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras de la Comunidad de Madrid. Su trabajo no se centra en una línea de investigación concreta, puesto que ha participado en intervenciones arqueológicas muy distintas de periodos tan variados como la prehistoria, la Edad Antigua y la Edad Moderna.

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