Introducción
El tercer milenio a.C. en Egipto se divide en tres períodos: el periodo tinita (3000-2686 a.C.), también llamado periodo arcaico o dinástico temprano; periodo del Reino Antiguo (2686-2181) y período herecleopolitano (2181-2025). Las fuentes de conocimiento de las que disponemos son más arqueológicas que textuales. A nivel cronológico por dinastías, el periodo tinita comprende el desarrollo de las dinastías I y II, el reino antiguo comprende las dinastías de las III a la VI, y el periodo herecleopolitano, periodo de crisis, comprende las dinastías VII y VIII, y la dinastía IX-X, que es solo una dinastía.
Origen del término «tinita»
El término que denominaría a este periodo procede de las copias de Manetón, aquella fuente de conocimiento imprescindible de la que he hablado anteriormente. Pues bien, Manetón dice que lo que tenían en común los primeros reyes dinásticos de Egipto, los de las dinastías I y II, es que procedían de la ciudad de Tinis, y se les recogían con el nombre de «Tis» o «Tini», de ahí que al periodo se le llame periodo tinita.
Los nombres y la titulatura egipcia
Desde inicio de la dinastía I egipcia, la titulatura de los reyes se va haciendo más compleja, ya que van a utilizar varios nombres. El problema aparece cuando en fuentes como las de Manetón solo se recoge a los reyes por un nombre, por lo que puede surgir el problema de que en otras líneas del texto esté hablando de un mismo personaje real, pero nosotros pensemos que es un individuo diferente solo porque utilizó otro de sus nombres.
Desde el primer soberano tinita de la Dinastía I, al menos una etiqueta incluye un segundo nombre del rey, y que representa lo que es el nombre de las dos diosas. Cada zona de Egipto tiene una diosa, una cobra para el delta, y para el sur un buitre blanco. Es decir, que su segundo nombre sería el de la diosa cobra o el de la diosa buitre. El tercero de los nombres que aparecen en orden de aparición dentro de la titulatura de los reyes egipcios se ha traducido clásicamente como «el rey del alto y bajo Egipto», o «rey dual».
Entonces, tenemos que durante la dinastía I, y parte de la II, los reyes egipcios aparecían con tres nombres. Pues bien, en algún momento de la dinastía II aparece otro nombre, un cuarto nombre traducido tradicionalmente como «el horus de oro«. Por así decirlo, el orden fijado que siguen los nombres de los primeros reyes egipcios será así: en primer lugar viene el nombre que tiene como rey, como los papas, que adoptan un nuevo nombre. En segundo lugar viene el nombre de la diosa, buitre y cobra según el lugar. Además, encontramos «el horus de oro» en tercer lugar, y el cuarto puesto lo ocupa el nombre de «rey dual o del Alto y el Bajo Egipto». A partir de este momento, los nombres seguirán ese orden hasta la dinastía 4, momento en el cual incorporarán un quinto nombre, que ocupará el último lugar en el orden, y será el nombre de pila, el nombre real del niño al nacer.
Las necrópolis del periodo tinita
La dinastía I egipcia creemos que la inicia el rey Narmer, cuya necrópolis cuenta solo con dos tumbas, a diferencia de su sucesor, el rey Aha, que cuenta con una necrópolis de más de 30 cámaras separadas. Esta treintena de tumbas están dedicadas para humanos y animales que sirvieron de sacrificios para que acompañaran al monarca al más allá. Prueba de ello es que se encuentran hueso de león joven y hombre entre 20 y 25 años, es decir, un ejército simbólico, ya que los leones representan al rey y el rey se entierra con su propia imagen.
Esto no nos debe sorprender, ya que es característico de la dinastía I tinita los sacrificios humanos. Lo que sí puede sorprendernos es la capacidad de estos primeros reyes de controlar la sociedad, de poder terminar cuando ellos quieran con la vida de sus súbditos. Los sucesores a Narmer y Aha lo que hacen en sus respectivas tumbas es crear unas cámaras funerarias continuas para sacrificios alrededor de lo que es la tumba principal, llegando a acumular hasta un centenar de sacrificios en las tres generaciones siguientes.
Las propias cámaras funerarias reales, es decir, la construcción que alberga al rey y su ajuar, también tiene una evolución, que va desde las cámaras que debían de estar abiertas al no hallar entrada, ya que después se debió construir encima una superestructura, hasta las rampas de acceso a la tumba del monarca. Con el tiempo, otro de los grandes cambios es que irá aumentando el lujo interior.
La política en el periodo tinita
La tradición egipcia dice que había un monarca que se llamaría Narmer, Meni o Menes y que tal rey fue el que finalmente consiguió la unificación de los dos estados egipcios en un solo estado. Pues bien, sabemos que habían muchos reyes anteriores a la Dinastía I, es decir, los reyes de la dinastía cero y cero cero, pero el problema está en que los nombres de estos reyes pre dinastía I no están recogidos, así que no habría forma de verificar cuánta verdad histórica hay en la tradición egipcia sobre la realeza que unificó Egipto.
Una cuestión llamativa de los anales de la Historia egipcia es que están muy volcados en una dirección muy concreta. En la dinastía I tinita, a todos los años de números pares se les llama «séquito de horus«, y a lo largo del año se tienen que hacer unos viajes de inspección del monarca por todo el país, inspeccionando las propiedades institucionales. No había una residencia estable para el rey en estos años pares de viaje, así que lo que debía pasar es que la corte egipcia era itinerante y no fija en un solo sitio.
En los años de números impares, los nombres hacen referencia a las actuaciones reales ligadas a creación y mejoras de templos, a la financiación de la creación de estatuas… esto nos indica la relevancia que tenían las comunicaciones con las divinidades, lo que justifica el control económico que ejercía el estado. Es decir, que en los años impares se dedicaban a crear o mejorar las construcciones religiosas.
A mediados de la dinastía II encontramos un conflicto entre los grupos de poder sobre donde se debe enterrar al monarca, y que divinidad se debe usar como justificación del poder de la realeza. Se produjeron conflictos internos en estos grupos de poder, y algunos reyes, en vez de utilizar solo la titulatura del nombre de Horus, utilizaban también el nombre de Seth como dios protector, que era el antagonista de Horus. El final del conflicto se ve en las inscripciones del rey Khasekhemuy, en las que se puede ver que parece liderar a estos grupos de poder, usando un nombre dual en el que aparecen no solo horus sino también seth, los dos nombres. Aunque es cierto que esta dualidad en los nombres es muy poco usual, ya que duró muy poco.
El conflicto de poder de la dinastía II evidencia que el crecimiento del estado egipcio no se hizo en prosperidad y tranquilidad, y eso lo demuestra la política exterior, que se hace menos pacífica que en el periodo de formación del Estado egipcio. La formación del estado unitario egipcio tiene como consecuencia directa que el desarrollo económico de las regiones de la Península del Sinaí y Nubia se empieza a ver sometido por los saqueos egipcios en sus redes comerciales.
Los egipcios intentaban obtener las materias primas de esas zonas de la forma más directa. En el caso de Nubia, por ejemplo, basta con cortar o sabotear la red comercial que permitía la llegada de las materias primas desde Centro África. A los egipcios les interesa Nubia para conseguir productos como ganado vacuno, marfil, ébano, huevos de avestruz, o prisioneros a los que esclavizar.
Bibliografía
SHAW, I. (2014): Historia del Antiguo Egipto. La esfera de Libros, Madrid.
AUTORES, VARIOS (2013): Egipto. National Geographic. Editorial RBA, Barcelona