Artículo redactado por Jorge Álvarez
¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿Nos gusta el cine histórico por la Historia o ésta por las películas? La Historia se ha destapado como un magnífico caladero donde pescar temas para hacer una película. No es una novedad, puesto que ya desde los inicios del cine se han recreado en celuloide episodios de nuestro pasado, durante un tiempo con insistente preferencia para los temas bíblicos. Pero de un tiempo a esta parte parece que el género resurge, amparado en los avances técnicos que permiten la recreación de grandes masas humanas, ciudades exóticas y batallas épicas.
De hecho, no es sólo el séptimo arte el que se beneficia de este retornar a otros tiempos. La literatura también, como demuestra que la novela histórica se haya convertido en la favorita de una mayoría lectora. Ya sé que habrá quien diga que nunca se fue, que siempre se han hecho films de época. Pero también es cierto que éstos han cedido en cantidad a la moda de turno, plasmada en la preponderancia del western, el cine social, las catástrofes de aviones, la aparición de monstruos gigantes, el gore, los musicales…
Ahora volvemos a revivir una época dorada del peplum, por ejemplo, palabra que sirve para designar aquel legendario subgénero de películas que décadas atrás se conocía más castizamente como “de romanos”, aunque en realidad el concepto abarcase un período de la Historia mucho más amplio, toda la Antigüedad. Hubo un tiempo en que todos los estrenos parecían ser de romanos, desde los grandes blockbusters a la respuesta italiana pasando por productos de segunda fila.
Y aquí habría que puntualizar unas cuestiones: ¿dónde están exactamente los límites para considerar histórica una película? ¿Qué elementos debe tener para ajustarse a tal definición? Y es que, si lo miramos desde cierto punto de vista, casi todo el cine podría entrar ahí. Una del oeste, pongamos por caso. O cualquiera que recree un acontecimiento verdadero, por cercano que sea cronológicamente. ¿Es histórica Murieron con las botas puestas ? Cuenta la vida de un personaje real pero… ¿Lo es Argo, que narra algo verídico por estrambótico que sea? ¿Y todos los filmes realizados sobre la Segunda Guerra Mundial?
Seguro que buena parte de nosotros no los percibimos como históricos en sentido estricto. Tendemos a identificar historia con reyes y figuras pero de un pasado más allá del centenar de años. ¿Dónde ponemos el límite cronológico? En realidad es un mero convencionalismo, una forma de caprichosa de estructurar, igual que la que hacemos con la Historia misma al dividirla en en edades para estudiarla mejor. O con otros géneros.
Insisto, ¿es histórica una película por el mero hecho de desarrollar su acción en otros tiempos? ¿O quizá debería dejarse el adjetivo a los argumentos que se ciñan estrictamente a lo ocurrido en la realidad, al margen de ser de época? En tal caso, dirán muchos, Alatriste o Ben Hur se quedarían fuera y habría que adscribirlas al género de Aventuras, un suponer. Pero es que, teniendo en cuenta que muchos sucesos sólo se conocen someramente y que se rellenan con elucubraciones personales del guionista o el director, unos con cierta veracidad y otros echándole una imaginación digna de mejor causa, la mayor parte del cine histórico tampoco sería tal. Véase Éxodus, la citada del general Custer o Noé, que le deja a uno estupefacto.
En fin, el caso es que la Historia del Hombre está más que sobradamente plasmada en celuloide; es difícil encontrar una era o período del que no tengamos al menos dos o tres películas y, si eso vale tanto para la Prehistoria como para la Antigüedad, el Medievo, la Edad Moderna o la Contemporánea (¿cuál es la preferida de cada uno?), también es algo general en casi todo el mundo. Así que hay materia de sobra para ver y analizar.
Artículo redactado por Jorge Álvarez