Artículo escrito por Alberto Castro Villa
Días antes de la invasión alemana a Francia en Mayo de 1940, decenas de aviones de la Luftwaffe arrojaron miles de folletos sobre las principales ciudades objetivo para la conquista. Estos boletines iban dirigidos a las fuerzas de defensa de los aliados y a la población civil y tenían impresos frases simples como “El Reich es tu amigo” o “Los ingleses siempre han abusado de su pueblo” hasta un “Nuestro poder es incontenible, ríndanse”. Muchos de estos mensajes iban acompañados de imágenes debidamente elaboradas por especialistas para causar un impacto mayor en los que las leyeran.
Esta acción que ejecutó la Wehrmacht se denomina en la actualidad “Guerra Psicológica” y es una de las dos principales actividades de la doctrina de las Operaciones Psicológicas. El objetivo principal de la Guerra Psicológica es minar la moral de las fuerzas de defensa enemiga y reducir o quebrantar su espíritu de lucha. En el caso descrito, se realizo a través de boletines de propaganda que resaltan vulnerabilidades ya estudiadas del adversario, buscando causen sensaciones o emociones que provoquen reacciones desfavorables en él. Este fue solo un modo de realizar Guerra Psicológica y efectuado únicamente en el campo militar, y aunque ya había dado sus pinitos teóricos operativos durante la Primera Guerra Mundial a través de la propaganda en carteles y cortos fílmicos, a partir de 1940 se dio el inicio de la complejidad teórica actual que enmarca el amplio espectro de las Operaciones Psicológicas, siendo aceptadas como parte integrante de la Guerra.
La otra acción comprendida en esa doctrina es la de la “Acción Psicológica”, y aunque tiene muy similar elaboración, el producto va dirigido a un diferente auditorio y su objetivo es radicalmente opuesto. Se trata de las propias Fuerzas y lo que se busca obviamente es fortalecer la moral y la voluntad de vencer de los combatientes a través de mensajes mostrados de distintas formas que por lo general resaltan la identidad nacional y los antecedentes exitosos en su historia militar.
Uno de los tantos ejemplos histórico militar fue la muy elaborada máquina de propaganda nazi durante los años 30 y 40 del siglo pasado. Su artífice fue un gran conocedor y especialista del tema, Joseph Goebbels, quien además ocupó el cargo de Ministro de la Propaganda en Alemania luego del ascenso al poder de Adolf Hitler. Luego de reclutar especialistas en distintas ramas de las ciencias sociales como psicólogos, periodistas, historiadores, filósofos, fotógrafos y cineastas, comenzó a copar los medios de comunicación de su país con propaganda que tenía como objetivo ulterior en su población la mantención del poder nacionalsocialista y la cohesión étnica aria en contra de los que ellos consideraron los enemigos del mundo, los judíos. Uno de los reclutados por Goebbels sería el Coronel A. Brau, nombrado jefe del servicio del laboratorio psicológico del Ministerio de Guerra del III Reich y autor de la obra “Propaganda als Waffe”, siendo por esto considerado como uno de los padres de las Operaciones Psicológicas.
LOS HISTORIADORES MILITARES Y LAS OPERACIONES PSICOLÓGICAS
Habíamos mencionado que uno de los ingredientes básicos para la elaboración del producto de las operaciones psicológicas era sin duda, la Historia Militar. A través del recuerdo y evocación de hechos bélicos trascendentes se crea tanto propaganda blanca, que desarrolla la acción psicológica, como la propaganda negra, desarrollada por la guerra psicológica. Otra manera básica es sin duda, la exaltación de personajes paradigmáticos militares nacionales, que son utilizados como ejemplo de diversas cualidades en el campo de batalla y como ideal de comportamiento para las fuerzas de defensa nacionales. Es claro entender, a partir de aquí, que elementos imprescindibles para poder explotar de manera adecuada y científica lo anteriormente descrito, son los historiadores militares. El conocimiento definido, detallado y metodológico de las conflagraciones y líderes en estas de su nación, los vuelve parte fundamental junto a los comunicadores, de la cadena de procesamiento de la información y data en propaganda deseada, pudiendo actuar incluso como planificadores de OPSIC, determinando los objetivos, objetivos de apoyo y blanco audiencias de estas. Un Operador Psicológico es tanto más eficiente cuanto mayor dominio tenga de los fundamentos psicológicos, Sociológicos, Antropológicos e Históricos de las OPSIC, porque a partir de su conocimiento podrá determinar la dinámica compleja, de las actitudes, relaciones y reacciones del comportamiento humano.
Durante el siglo XX y este siglo XXI, debido a los adelantos tecnológicos se ha ido modificando los modos de transmitir los productos emanados de las operaciones psicológicas y su doctrina ha ido por ende perfeccionándose hasta tomar ribetes científicos. Sin embargo, la esencia y finalidad inicial de este conjunto de actividades ha sido básicamente igual durante toda la historia. Lo que se busca obtener no ha cambiado, pese a que hoy en día es imposible pensar una fuerza militar sin especialistas que trabajen de manera permanente, inclusive en tiempos de paz, en operaciones psicológicas.
Dentro del concepto de la guerra moderna, es indiscutible la importancia de las OPSIC, sus avances han posibilitado conocer nuevos factores que influyen en la conducta individual y colectiva de los pueblos. Su relevancia en la actualidad ha posibilitado la creación de cuerpos militares cuya labor específica es la de elaborar productos de OPSIC, encontrándose enmarcados en los organizaciones castrenses, normalmente de nivel estratégico, como Compañías de Operaciones Psicológicas – CIA OPSIC, trabajando de la mano por su misionamiento, con los órganos de inteligencia militar, ya que ambos realizan muchas veces funciones complementarias y/o similares. Estados Unidos cuenta ya dentro de su estructura con destacamentos y grupos aerotransportados (altamente móviles) dedicados a las operaciones psicológicas a gran escala, y que tuvieron un despliegue y accionar sorprendentes en guerras como la de Kosovo y el Golfo Pérsico del 91.
Artículo escrito por Alberto Castro Villa