Artículo escrito por Inma Velarde López, graduada en Historia.
Cuando hablamos de Edad Moderna hemos de pensar en el periodo que va desde la conquista de Constantinopla por los turcos en 1453 (fin del Imperio Romano de Oriente, ya que el de Occidente, como sabemos, cae en 476) y la Revolución Francesa de 1789. Por tanto, abarca desde la segunda mitad del siglo XV hasta el final del siglo XVIII, 3 siglos y medio en los que, podemos decir claramente, cambia el concepto que se tenía del mundo. Otro hito muy importante que marca el inicio de la Edad Moderna, muy utilizado también por los historiadores, es la invención de la imprenta por Johanes Gutenberg, orfebre alemán, entre 1440 y 1450.
El término Edad Moderna es una denominación convencional, toda periodización histórica puede ser criticada y esta tiene variantes según países. En nuestro país se ha escogido para esta periodización el reinado de los Reyes Católicos como inicio de la Edad Moderna. Pero no desde el comienzo de su reinado, sino desde 1492, cuando comúnmente se establece el descubrimiento de América, por tanto, el reinado de los Reyes Católicos queda partido en dos, mitad en la Edad Media y mitad en la Edad Moderna. También se cambia, en España, la fecha de finalización del periodo, siendo esta la de 1808, marcada por la guerra de Independencia contra Napoleón. Hitos mucho más representativos para nuestra historia española.
Un erudito alemán de mediados del siglo XVII consideró, de buen grado, que estaba viviendo un tiempo “moderno”. Algo más tarde intelectuales franceses creyeron que habían alcanzado a los clásicos “antiguos” griegos en sabiduría. Sin quererlo estaban partiendo el tiempo histórico en tres etapas: la Edad Antigua, la Edad Moderna, y entre ellas una “Edad Media” asociada más bien a un tiempo oscuro. Podemos plantearnos que, a día de hoy, llamar Edad Moderna a los siglos XV, XVI, XVII y XVIII resulte algo raro, siendo estos tiempos nuestros más modernos que ningunos; es por ello que (entendiendo que la periodicidad es algo impuesto por el ser humano y por tanto no está fijada a ninguna regla estricta), algunos historiadores anglosajones alargan la vida de la Historia Moderna hasta nuestros días, o por lo menos hasta la Segunda Guerra mundial. Según criterios, claro.
Toda esta nomenclatura de las diferentes etapas de la historia tiene su base en denominaciones que han ganado peso con el paso de los años. La Edad Media, denominada así simplemente por estar en medio de esas tres etapas asignadas al tiempo histórico, pierde totalmente su sentido al incluir la Edad Contemporánea (siglos XIX y XX) en este entramado. Sin embargo, ese nombre y su adjetivo derivado han ganado un peso tan importante en el lenguaje que incluso lo utilizamos diariamente para designar ciertos comportamientos anticuados o “medievales”. Lo mismo podríamos decir de la Edad Moderna, pero más que preocuparnos por la validez de su adjetivo, en este post vamos a preocuparnos por averiguar cuáles son esas características que hacen diferentes estos siglos para agruparlos como una etapa histórica diferente a la anterior, y a la posterior.
Es a partir de mediados del siglo XV cuando se da el inicio de la expansión colonial europea, con Portugal y Castilla como sus principales emprendedores, llegando a América y Asia. De estos descubrimientos se derivan consecuencias económicas y sociales que desarrollan un sistema económico nuevo: el mercantilismo (que considera que la prosperidad de una nación depende del capital que pueda tener, y el capital está representado por los metales preciosos); y una nueva clase social: la burguesía. Surgiendo de todo esto un gran auge del comercio y la aparición de las primeras bancas públicas y privadas gracias, en parte, a la integración de América en este circuito económico y su aportación en oro y plata.
En política se sustituye el orden feudal, típico en el medievo, por el recién nacido Estado moderno, dominado en primera instancia por el auge del absolutismo, en el cual destaca la figura del rey Luis XIV de Francia (el rey sol) al que se le considera prototipo de la monarquía absolutista. Los reyes aprovecharon la crisis del sistema feudal a finales de la Edad Media para retomar su poder. Esta nueva idea de Estado, cuya configuración ha permanecido hasta nuestros días, fue descrita ya en 1513 por Maquiavelo, iniciador del moderno pensamiento político.
En el plano cultural aparece el Renacimiento, el Humanismo, multitud de descubrimientos científicos e intelectuales, y una evolución del arte y los artistas que nos llevará, incluso, a hablar de la figura del genio. Esta etapa marca una clara diferencia de pensamiento con las gentes que vivieron en la etapa anterior, acercándose más al pensamiento de la Edad Clásica o Antigua. Este cambio de pensamiento es, realmente, una culminación de un proceso que arranca a finales de la Edad Media, pero que verá su apogeo en la Edad Moderna, ya que el Renacimiento basará su existencia en una revisión constante del mundo medieval, iniciando un ciclo de crítica hacia este. La expansión del Humanismo tendrá mucho que ver con una nueva pedagogía, con la renovación de la enseñanza y con el surgimiento de Academias de letras clásicas. Personajes relevantes de esta corriente serían Erasmo de Rotterdam, quien da nombre a la famosa beca Erasmus; y Luis Vives, humanista, filósofo y pedagogo valenciano.
En cuanto a la religión, la Reforma Protestante y la Contrarreforma Católica, con la consecuente difusión del luteranismo sellará una clara línea divisoria con la Edad Media, además de un sinfín de conflictos y guerras de religión que desde el siglo XVI hasta el siglo XX marcarán una conmoción religiosa en la historia europea. La Cristiandad occidental se quebró en varias iglesias, cada una de las cuales se consideró a sí misma la auténtica. La familia, las relaciones económicas, las manifestaciones festivas y artísticas, entre otros aspectos sociales acabaron por diferenciar a católicos de luteranos, y a calvinistas de anglicanos. Todo esto, claro está, no aparece implícito en la sociedad de forma abrupta e instantánea, sino que es fruto de evoluciones lentas que van integrándose en la sociedad hasta que, de forma totalmente inconsciente, se implanta y se fija. Los cambios nunca vienen marcados, son siempre consecuencia de periodos largos y desiguales cronológicamente para los diferentes países.
En cuanto al punto final de la Edad Moderna, la Revolución Francesa marca la primera etapa de un nuevo dictamen político, basado en un nuevo orden social en el que impera la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Constituye, por tanto, la primera etapa de la Revolución Liberal, que fue acompañada por una Revolución Industrial y que supuso grandes cambios en las formas de organización del trabajo y de las relaciones sociales que caracterizarán claramente la Edad Contemporánea. Llegó también, con el final de la Edad Moderna, el fin de ese colonialismo europeo que marcaba su inicio, con la independencia o emancipación de la propia población europea que ahora habitaba en América. Por todo esto, analizado muy a fondo, los historiadores decidieron cerrar la etapa de la Edad Moderna en este punto, entendiendo que dentro del mismo período hay cambios significativos, pero no tanto para que no tengan coherencia dentro de un mismo ciclo. Son muchos los hitos y acontecimientos que engloban la Edad Moderna y mi intención, modesta, es tratarlos y analizarlos en los próximos meses en esta sección del blog Historiae.
Artículo escrito por Inma Velarde López, graduada en Historia.
Inma Velarde es músico profesional, concretamente, violinista, (2009-2013) y graduada en Historia por la Universidad de Valencia (2013-2017). Actualmente cursa un Máster de Patrimonio Cultural en la misma universidad en el que centra su investigación en lo referente al Patrimonio Bibliográfico y Documental de la Península Ibérica. Colabora en diferentes proyectos de divulgación histórica y creó el blog “Historia y otros monstruos” en 2013.