Artículo escrito por Teodoro Fondón Ramos, arqueólogo colegiado.
Para los arqueólogos uno de los fósiles directores que nos pueden ayudar a desentrañar una cultura es la cerámica pues ésta es testigo directo del uso y posee unas características propias que de una época a otra cambian muy poco, y ello nos permite medir con precisión la presencia de una cultura u otra en un lugar determinado; y por supuesto también la cerámica actúa como complemento a otros elementos de la cultura material de los pueblos, de la humanidad que estuvo presente en este tiempo y que permite al arqueólogo retraerse a una época pasada y conocer con precisión los secretos de una cultura. Este es el caso de este artículo, la presencia de este tipo de cerámica nos permite ver que se están produciendo cambios, es una época de mucho cambio y vaivén, una época convulsa en estas sociedades pero también nos habla de otros elementos de la vida cotidiana de las personas que una vez habitaron lo que en la actualidad es un yacimiento arqueológico.
En la fase final del Bronce Medio II (1825-1625 a.C.) comenzó a aparecer una cerámica decorada, denominada tipo Cogeces, por el Yacimiento de La Plaza (Cogeces del Monte, Valladolid), o “protocogotas”, en yacimientos que se distribuyen por la Meseta Norte hasta el Valle del Tajo, como la Cueva del Arevalillo (Segovia), el Cogote (Ávila), Puente Viejo (Ávila), Castillo de la Corvera (Navalmoral de Béjar, Salamanca), los Tolmos de Caracena (Soria), El Balconcillo (Soria) o la Fábrica de Ladrillos (Getafe, Madrid). Estas cerámicas presentan decoraciones incisas muy finas formando temas de espigas o zig-zag sobre cazuelas de carena media o alta y ausencia de vasos troncocónicos. Dichas decoraciones también aparecen en fuentes, cuencos, ollas con paredes convergentes y bordes ligeramente divergentes, coladores y pequeñas jarras con un asa de cinta. Las fuentes nos indican la vuelta a la comida en grupo, cogiéndola de un gran plato. En unos 50 años, dos generaciones, hacia el 1625-1600 a.C., durante el Bronce Final IA, van a aparecer estas cerámicas en toda la Península Ibérica con excepción de Galicia y Cataluña; en los extremos noroeste y noreste, como Monte Aguilar (Navarra), Hoyas del Castillo (Cuenca), Mesa de Setefilla (Sevilla), Peñalosa (Jaén), Cabezo Redondo (Villena, Alicante), Fuente Álamo (Almería) o Gatas (Almería). Esta etapa marca una transición entre las cerámicas lisas sin decoración del Bronce Medio hacia las barrocas decoraciones de la fase avanzada de Cogotas.
Mientras continúa un hábitat estable en Andalucía, se impone una ocupación estacional en la Meseta norte y valle del Ebro, probablemente combinando asentamientos en los valles y llanos durante el invierno (proceso de concentración de la población en grande poblados), marchando a los rebordes montañosos durante el verano para el aprovechamiento de los pastos estivales; construyendo cabañas ovales excavadas en el suelo, elevadas con postes de madera para formar una techumbre a dos aguas desde el suelo y situando el hogar en el exterior, como las de Los Tolmos de Caracena (Soria), u ocupando cuevas. El metal es escaso, solo aparecen hachas, puñales o puntas de flechas.
En los Tolmos se excavó una fosa que contenía los restos inhumados de un hombre y una mujer junto a un recién nacido, enterrados en posición decúbito lateral flexionado, en direcciones opuestas, con ambas espaldas en contacto. También se conoce la reutilización por la presencia de cerámicas de cogeces de un megalito con corredor en La Ermita (Guisancho, Salamanca). En el caso de Perales del Río (Madrid), una fosa contenía un cuerpo en conexión anatómica, pero los brazos y las piernas estaban desmembrados. A partir del Bronce Final IC (1425-1325 a.C.), si nos atenemos a la estratigrafía de Cuesta del Negro (Granada), ya podemos identificar las cerámicas características de Cogotas I, al igual que en el Llanete de los Moros (Córdoba) o en Moncín (Zaragoza), con los vasos troncocónicos con carena alta. Comienzan a aparecer ahora la calidad de alguna de estas cerámicas, con grosores más finos y formas para beber, principalmente cuencos y vasos troncocónicos, mientras que la cerámica común de almacenamiento no está decorada, salvo impresiones de digitaciones en algunos bordes.
Moncín y Majaladares (Zaragoza) han aportado los datos faunísticos más amplios para Cogotas. En ambos, las especie más representativa son los ovicápridos (33,5 y 24,5%), pero son muy importantes los porcentajes de bóvidos en ambos (18 y 14,5%) y aún más notable es la presencia del caballo que alcanza el 14 y 26,5%, respectivamente. Este incremento del número de caballos también se aprecia en poblados del sureste como Cabezo Redondo (Villena, Alicante) y el Cerro de la Encina (Granada) en el cual supera el 40% de la fauna doméstica. La cerámica en muchas ocasiones está muy relacionado con el mundo funerario, y en el Suroeste y Sureste de la Península Ibérica se dan unas costumbres funerarias poco comunes. En una fase de transición entre el Bronce Medio y el Bronce Final IA se sitúan los enterramientos en cista que se extienden por Huelva (El Becerrero o el Castañuelo) y las comarcas occidentales de Sevilla, caso del Cortijo de Chichina. Aunque no está claro a que período cabe adscribirlas, algunas piezas cerámicas de superficie de la necrópolis del Castañuelo corresponden claramente al Bronce Final IA, y cabe admitirse algún tipo de perduración tras el final del Bronce Medio.
En Andalucía Oriental conocemos varios casos en Gatas (Turre, Almería), donde se documenta la presencia de enterramientos de inhumación en el Bronce Final IA (1625-1525 a.C.), y solo se mantuvo para los niños el antiguo ritual funeral argárico en urnas dentro de los poblados, cuando ya se habría producido un cambio en el registro artefactual con las cerámicas decoradas de cogoteces. Varias inhumaciones de niños se han registrado también en Granada dentro de la secuencia del Cerro de la Mora durante el Bronce Tardío y Final. Para Andalucía Occidental se conocen varios casos problemáticos que se solapan en el momento de tránsito entre el Bronce Medio y el Bronce Final I. Entre ellos, la inhumación carente de ajuar en una urna cerámica o Phitos en la base de un corte en Carmona donde están presentes dos cerámicas con decoración de boquique. Quizás a este enterramiento cabría atribuirle una cronología de comienzos del Bronce Final IA. Otro caso complejo son dos inhumaciones en fosas poco profundas, excavadas en el suelo virgen y carentes de ajuar, de Llanete de los Moros, una de ellas doble, con inhumados en posición fetal, quizás del trásnito entre el Bronce Medio y El Bronce Final I.
Bibliografía
GRACIA ALONSO, F. “De Iberia a Hispania”, Madrid, 2008, pp. 49-50.
Artículo escrito por Teodoro Fondón Ramos, arqueólogo colegiado.
Para saber más
Teodoro Fondón Ramos es historiador y arqueólogo graduado por la Universidad de Extremadura y Colegiado por el Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras de la Comunidad de Madrid. Su trabajo no se centra en una línea de investigación concreta, puesto que ha participado en intervenciones arqueológicas muy distintas de periodos tan variados como la prehistoria, la Edad Antigua y la Edad Moderna.