Artículo originalmente publicado por mí en el número 3 de la revista Egiptología 2.0
Introducción
La batalla de Qadesh fue una contienda bélica que enfrentó al ejército del faraón egipcio Ramsés II (1279-1213 a.C.) con el ejército del rey hitita Muwatalli II (c. 1295-1272 a.C.) en las proximidades de la ciudad de Qadesh, a orillas del río Orontes y a la altura del lago Katina, en el año 1274 a.C.. Este enfrentamiento está contextualizado, por un lado, en la XIX Dinastía del Antiguo Egipto, la primera del llamado periodo ramésida (un sub periodo del Reino Nuevo que abarca entre el 1295 y el 1069 a.C.), y, por otro lado, en el Imperio Hitita (1370-1190 a.C.). La singularidad de este conflicto reside en varios factores: en primer lugar, es la batalla más antigua que ha quedado documentada en fuentes escritas de conocimiento histórico; en segundo lugar, es la primera de la Historia que generó un tratado de paz documentado y conservado en la actualidad; y en tercer lugar, es el último choque militar que se va a librar en su totalidad con la tecnología militar de la Edad del Bronce.
La gran ciudad de Qadesh fue durante muchos siglos un punto estratégico decisivo en la política de poder del Oriente Próximo. Situada en el fértil valle del río Orontes, controlaba una de las pocas rutas que cruzaban la cordillera de la costa uniendo la Siria interior con el litoral del Mediterráneo. Incluso 2500 años después de la batalla de Qadesh, los cruzados medievales todavía reconocían la importancia estratégica de esta ciudad, llegando a construir muy cerca de allí el mayor de sus castillos, el Crac de los Caballeros.
Antecedentes
Los egipcios dominaron la mayoría de la franja siropalestina durante casi todo el periodo de tiempo que abarca el Reino Nuevo egipcio. Durante los dos siglos que abarca el periodo ramésida, si hay una institución que va a dominar la política interna y externa de Egipto esa es el ejército. Sin embargo, estas grandes ambiciones imperiales solo se van a dar tras haber superado la inestabilidad política que supuso el periodo de Amarna y el final de la XVIII Dinastía. Incluso desde antes de esos años, el poder faraónico, antaño temido y respetado en todo Oriente Próximo, no atemorizaba a los gobernantes de Qadesh, que ya desde el reinado del faraón Tutmosis III (1479-1425 a.C.) se pasaron al bando enemigo en cuanto el ejército hitita fue a llamar a sus puertas. Tras los fracasados intentos de Akhenaton y Tutankhamon por recuperar la ciudad, los hititas pudieron consolidar sus posiciones en el norte de Siria. Por este motivo, la reputación de Egipto como gran potencia se estaba viendo seriamente comprometida, de tal modo que sus territorios extranjeros eran vulnerables a la secesión o a conquistas extranjeras, y su dominio sobre las rutas comerciales se veía amenazado.
Habrá que esperar hasta el reinado de Seti I (1294-1279 a.C.) para ver cómo realiza su primera campaña cuando todavía era un príncipe heredero, combatiendo en la costa fenicia para reafirmar la influencia egipcia sobre la zona y garantizar así la continuidad del acceso a los puertos del Mediterráneo. Ya durante su reinado en solitario restableció la autoridad egipcia en la Península del Sinaí, y recuperó el control de las ciudades fortificadas de Beth-Shan y Yenoam en Canaán. Entonces, Seti I se centró en la conquista de Amurru y Qadesh, ya que recuperarlas representaría un simbólico y potente golpe para las aspiraciones hititas, y ayudaría a recuperar la reputación egipcia, logrando llevarla a cabo un año después de la conquista de las ciudades cananeas. Sin embargo, el júbilo egipcio no perduró mucho tiempo, puesto que en cuanto se retiraron las tropas del faraón Qadesh volvió a ser del bando hitita. En cuanto a su hijo, heredero y protagonista de la batalla, Ramsés II, cabe destacar que ya desde su periodo de corregencia con su padre participó en una campaña militar destinada a sofocar una pequeña rebelión en Nubia. Años más tarde, en su cuarto año de reinado (1276/1275 a.C.), Ramsés II organizó su primera gran campaña en Siria, desembocando en una nueva conquista egipcia de Amurru que tampoco duró mucho, debido a que el rey hitita Muwatalli II decidió reconquistarla e impedir nuevas pérdidas territoriales ante Egipto. El resultado final fue el esperado: al año siguiente Ramsés se adentra más en el territorio para enfrentarse directamente a su rival, chocando finalmente en las inmediaciones de la ciudad de Qadesh.
Los hititas van a vivir su época de mayor esplendor imperial a partir del reinado de Shuppiluliuma (c. 1344-1322 a.C.). Tras solucionar los problemas internos del imperio y conquistar buena parte de la península de Anatolia (anexionando regiones como Kizzuwatna), Shuppiluliuma estaba libre para iniciar la política expansionista que deseaba emprender: dejando más olvidado el oeste peninsular (Arzawa), el rey hitita centró sus esfuerzos en Mitanni y el sur de Siria. Después de lograr varias victorias en Mitanni, incluyendo la marcha sobre su capital, Washshukkani, el ejército hitita fue derrotando uno tras otro a sus adversarios en Siria, para luego remontar el curso del río Orontes y conquistar Qatna y Qadesh. Allí, Shuppiluliuma permaneció seis años en Siria para completar la conquista, teniendo que afrontar tres problemas: el primero era lograr que los antiguos Estados vasallos de Egipto comprendieran que no iban a ser autónomos, sino que iban a ser vasallos hititas en toda regla; el segundo problema era puramente militar, ya que había afianzar las ciudades conquistadas al mismo tiempo que se rechazaba los contraataques mitannios; y el tercero era repeler los infructuosos ataques del Egipto de finales de la XVIII Dinastía.
Poco después de completar sus conquistas y darles un ordenamiento político y jurídico, asegurándose la lealtad de los territorios conquistados, Shuppiluliuma murió. Dejó un imperio mucho más grande que el que se había encontrado, pero con las energías y los recursos bastante agotados por los treinta años de guerras incesantes. Su hijo menor y sucesor, Murshili II (c. 1321-1295 a.C.), quiere continuar con la política expansionista de su predecesor, por lo que se lanza de lleno a distintas campañas militares, al mismo tiempo que su imperio se ve disminuido por las sublevaciones internas de los territorios conquistados por su padre (incluyendo una rebelión siria encabezada por Qadesh y Nukhashe) y los efectos mortales de una peste que asola la península de Anatolia. Muwatalli II (c. 1295-1272 a.C.), hijo de Murshili II, va a tener que hacer frente, no solo a los conflictos que amenazan el norte de la península de Anatolia, sino a las nuevas pretensiones expansionistas de Asiria y el Egipto ramésida. Tras el intento frustrado de Seti I, el de Ramsés II tiene una base más sólida, pues cuenta con el apoyo de Amurru y su rey, Benteshina, el cual, tras traicionar a los hititas, provoca la reacción de Muwatalli y la batalla entre los dos imperios.
Artículo originalmente publicado por mí en el número 3 de la revista Egiptología 2.0