Artículo sobre las causas y consecuencias de la Guerra de los Treinta Años originalmente publicado por mí en la web de QueAprendemosHoy el día 24/03/2015. Puedes acceder a la versión original del artículo a través de este enlace.
Introducción
La Guerra de los Treinta Años es una de las guerras más conocidas y estudiadas de la Edad Moderna en Europa. Es un conflicto bélico que se inicia en Bohemia (Sacro Imperio Romano Germánico) en el año 1618, y que se extiende hasta el año 1648, cuando termina con la Paz de Westfalia. Es una guerra que, aunque comienza siendo un conflicto interno del Sacro Imperio, acaba siendo una guerra internacional entre católicos y protestantes, participando en ella potencias europeas de ambos bandos, como España o Holanda. Sin embargo, no es únicamente una guerra religiosa, sino que representa además un conflicto político y económico. En este artículo veremos las principales causas y consecuencias de la Guerra de los Treinta Años.
Causas de la Guerra de los Treinta Años
Causas religiosas
Sin duda, las causas religiosas son las más estudiadas. Los estudios historiográficos tradicionales decían que ésta era una guerra estrictamente religiosa, una forma de continuar los conflictos que generó la reforma protestante desde el primer tercio del siglo XVI. Sin embargo, desde hace unos años y hasta la actualidad, los historiadores ya plantean el hecho de que la Guerra de los Treinta Años es mucho más que un conflicto entre católicos y protestantes. A pesar de esto, es cierto que uno de los principales factores que desembocó en la guerra fue el nombramiento de un católico como nuevo emperador del Sacro Imperio, Fernando II.
Causas políticas
Aunque es cierto que se formaron ligas de alianzas en base a la confesionalidad religiosa (la liga protestante y la liga católica), no hay que olvidar los intereses políticos que hay detrás de esto. Las monarquías europeas de la Edad Moderna estaban muy relacionadas entre sí por vínculos familiares. Por este motivo, cuando el rey de una dinastía de un país moría sin descendencia, había conflictos políticos en Europa por la cuestión sucesoria. De ese modo, tener descendencia se convirtió en uno de los aspectos más importantes a la hora de garantizar la supervivencia de una dinastía real.
Causas económicas
Para entender los intereses económicos que podrían tener las potencias europeas beligerantes en esta contienda militar, hay que comprender la importancia de la zona en conflicto: el mar del Norte y la zona del Báltico. Hay numerosas rivalidades por el control del tráfico comercial de estas zonas, de las más importantes durante la Edad Moderna. Suecia, Dinamarca y Holanda, que en principio eran aliadas por ser de religión protestante, son rivales por el dominio económico de estas zonas.
Consecuencias de la Guerra de los Treinta Años
Las consecuencias de la Guerra de los Treinta Años se reflejaron en la Paz de Westfalia de 1648, que engloba dos tratados de paz, firmados en dos ciudades pertenecientes a la región histórica de Westfalia: la paz de Münster y la paz de Osnabrück. Son dos ocasiones diferenciadas para formalizar la paz porque en la primera se reúnen los católicos y en la segunda se reúnen los protestantes. Las consecuencias que esta guerra genera son de múltiples tipos.
Consecuencias diplomáticas
A partir de la Guerra de los Treinta Años, todos los procesos de resolución de conflictos bélicos se harían mediante conferencias diplomáticas de paz, a través de reuniones multilaterales donde se establecen los principios y acuerdos de la paz. Estos acuerdos, por lo general, buscaban tres principios: la soberanía, la igualdad y el equilibrio. El tercero de estos principios, el más importante, hacía referencia a las intenciones de que no existiera ninguna potencia hegemónica sobre las demás, al menos territorialmente hablando.
Consecuencias políticas
Los tratados de la Paz de Westfalia repercutieron negativamente al Imperio español y al Sacro Imperio, al menos políticamente hablando. Por un lado, el Sacro Imperio vio cambiada su estructura política, ya que la autonomía de sus distintos Estados creció en detrimento de la autoridad del emperador. De este modo, el título de emperador del Sacro Imperio tenía más un valor simbólico u honorífico que un poder político real. Por otro lado, el Imperio español veía como su dominio hegemónico sobre Europa se veía sustituido por la Francia absolutista de Luis XIV, primera potencia europea en la segunda mitad del siglo XVII. Además, España tuvo que reconocer la independencia de las Provincias Unidas, con las que llevaba en conflicto más de medio siglo.
Consecuencias religiosas
La Paz de Augsburgo de 1555 establecía la libertad religiosa de los príncipes del Sacro Imperio, pudiendo elegir entre la confesión católica o luterana, pero sin admitir otras como la calvinista. Con la paz de Westfalia de 1648, la libertad establecida en este tratado se amplió, y el calvinismo se convirtió en otra de las religiones reformadas permitidas.
Bibliografía
FLORISTÁN, A. (2005): Edad Moderna: Historia de España. Ariel, Barcelona.
Artículo originalmente publicado por mí en la web de QueAprendemosHoy el día 24/03/2015. Puedes acceder a la versión original del artículo a través de este enlace.