Introducción
Lo primero es aclarar conceptos. El término “micénico” (no confundir con minoico) se usa para referirse a toda la civilización griega correspondiente al Bronce Reciente, a la fase arqueológica del Heládico reciente (aprox. 1580-1150 a.C.). Antes de la aparición en la Grecia continental de un sistema sociopolítico jerarquizado y con una economía centralizada ya se habían cumplido una serie de condicionantes previos: aumento de la población, incremento de la productividad, expansión del comer exterior, y fortalecimiento del poder económico y político de las autoridades. Veamos ahora pues las características del mundo funerario y la religión micénica
La religión micénica
A pesar de lo establecido tradicionalmente por la historiografía, en la actualidad sabemos que la religión micénica conservó siempre un cierto grado de originalidad aunque compartiera o tomara algunos elementos concretos de la religión minoica. Entre estos elementos compartidos, se encuentra su primer objeto de veneración, una diosa representada en los frescos micénicos y en los anillos de oro y plata, y los símbolos religiosos minoicos: serpientes, pájaros, toros, cuernos de toro, dobles hachas, vegetales…
Sin embargo, había grandes diferencias en cuanto a las ceremonias y las prácticas rituales. Por ejemplo, la mayor parte de los cultos minoicos se hacían en cuevas o santuarios que estaban en las cimas de las montañas, mientras que los micénicos no construían santuarios fuera de sus centros de población. Además, también cabe destacar que los palacios minoicos tenían santuarios más numerosos y elaborados que los micénicos, donde el megaron era el principal escenario de las ceremonias religiosas.
Al menos hasta la actualidad, se han reconocido con certeza o provisionalmente los nombres de una treintena de divinidades de la religión micénica en las tablillas halladas tanto en el palacio minoico de Cnossos como en el palacio micénico de Pilos. Muchos de ellos son divinidades propias de este periodo, pero otros son los que van a protagonizar la religión griega por todos conocida: Zeus, Hera, Poseidón, Hermes, Atenea, Apolo, Ares, Dionisos, Artemisa…
El palacio controlaba la organización religiosa del Estado, tal y como se puede comprobar en las tablillas en las que se recogen las ofrendas en forma de tierras, animales, objetos preciosas o incluso mano de obra humana que el palacio realizaba a los dioses, con el objetivo de mantener los santuarios y sus sacerdotes y sacerdotisas. Como sucedía en otras civilizaciones, el wanaz se presentaba como el elegido por los dioses para gobernar, aunque no existe ninguna prueba de ningún tipo que indique que fuera considerado un ser divino, ya fuera en vida o después de su muerte, o que fuera una especie de rey-sacerdote al frente de un Estado teocrático.
De la religión micénica a las construcciones funerarias
A la hora de estudiar la primera etapa de la civilización micénica (aprox. 1600-1400 a.C.), nuestra mayor fuente de conocimiento histórico se encuentra en las tumbas y las ofrendas enterradas con los cuerpos de los difuntos. En este sentido, está siendo el contenido de dos recintos funerarios circulares destinados a familias socialmente privilegiadas el que está aportándonos mayor nivel de información sobre la Micenas primitiva. De estos dos, se cree que el círculo de tumbas más antiguo, descubierto en 1952, fue utilizado desde finales del siglo XVII a.C. hasta el final del siglo XVI a.C., mientras que el otro, descubierto por Schliemann, podría haberse utilizado desde comienzos del siglo XVI a.C. hasta el siglo XV a.C. A las sepulturas que nos podemos encontrar en ambos recintos se les llama «tumbas de fosa» porque los cadáveres eran depositados en unos pozos rectangulares tallados en la roca y de gran profundidad.
En lo que se refiere a los ajuares funerarios, el primer recinto era relativamente más pobre, al contener «solo» numerosas armas de bronce (como espadas, puñales, puntas de lanza, o cuchillos) y gran cantidad de cerámica local, en contraposición al segundo, en el que, en tan solo una tumba, se halló un arsenal de armas (incluidas 43 espadas) y centenares de objetos preciosos. A partir de estos descubrimientos se ha podido confirmar la gran calidad técnica de la artesanía micénica, así como su uso de materiales preciosos como el oro, la plata, el bronce, el marfil, el alabastro, la porcelana o el ámbar. Como es obvio, no todos estos materiales se conseguían localmente, por lo que también están evidenciando los contactos comerciales con sitios como Creta, Chipre, Egipto, Mesopotamia, Siria, Anatolia y Europa occidental.
Poco antes de finalizar el siglo XVI a.C., las élites sociales micénicas comenzaron a adoptar un nuevo tipo de tumbas, los tholos, que representan las mayores grandezas arquitectónicas realizadas por los micénicos. Consistían en grandes cámaras de piedra en forma de colmena, excavadas en horizontal en el seno de un talud, a cuya sepultura abovedada y cámara ritual se llegaba a través de un largo pasillo de piedras apiladas y de una gran puerta de bronce, todo ello cubierto con un túmulo de tierra. Por desgracia, la mayoría de estas tumbas fueron saqueadas hace muchos siglos, aunque nos han llegado intactas unas pocas, a través de las cuales tenemos unos ajuares funerarios incluso más numerosos y ostentosos que los de las tumbas de fosa.
Bibliografía
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