Introducción
Hacia el 1150-1100 a.C., los centros palaciegos de la espléndida civilización micénica estaban en ruinas o deshabitados, del mismo modo que con muchas de las grandes ciudades y aldeas de panorama estatal. Más que pérdidas humanas, estamos hablando de muy grandes y permanentes pérdidas culturales, que afectarían a la Historia antigua griega durante los cuatro siglos siguientes. Del mismo modo, se produjo una gran sequía en cuanto a fuentes de conocimientos se refiere, tanto escritas como materiales, lo que hace que esta etapa adopte ese nombre, la “edad oscura”. A nivel cronológico, la Edad Oscura griega se divide en dos periodos: una primera mitad (1150-900 a.C., aprox.) en la que Grecia fue víctima frecuente de invasiones y movimientos de población, aunque se ven algunas pruebas de la paulatina recuperación y evolución material, y una segunda mitad (900-750 a.C., aprox.) en la que se va produciendo una lenta aceleración del progreso que sienta las bases del renacimiento cultural del siglo VIII a.C.
Las relaciones comerciales
Como ya os podréis imaginar, el comercio con Oriente Próximo y Europa Occidental fue uno de los mayores beneficios que trajo consigo la colonización griega. Aunque el comercio a larga distancia por mar entre las distintas comunidades griegas y entre otros pueblos había ido incrementándose lentamente durante los dos siglos anteriores, no es hasta el siglo VIII a.C. cuando se produce el inicio de la mayor expansión. De ese modo, a comienzos del siglo VII a.C. los griegos se habían convertido de nuevo en unos importantes protagonistas del comercio en todo el Mediterráneo, compitiendo directamente con los que habían sido los dueños del comercio marítimo hasta el momento, los fenicios.
Como ya sucediera durante la Edad del Bronce Reciente, la necesidad de materias primas, sobre todo metales, fue un gran incentivo para expandir las relaciones comerciales a largo. Así, las importaciones de cobre, estaño, hierro y oro se incrementaron en gran medida desde finales del siglo VIII a.C., de la misma manera que las de materiales raros y de lujo, como el marfil, el ámbar, los tintes… Si bien esto es lo que se importaba, lo que los griegos exportaban a cambio eran grandes cantidades de cerámica final y objetos de metal manufacturados, así como productos de lana, pieles de vacuno y cuero. Si nos adelantamos un poco en el tiempo, a finales del siglo VII a.C., nos encontramos con el comienzo de la producción de aceite de oliva y vino destinado a exportación, y si seguimos en el tiempo, nos encontraríamos con el comienzo de la exportación de sillares de construcción, de mármol y de plata.
El origen del alfabeto griego
Propiciado por los cada vez más frecuentes contactos comerciales con Oriente Próximo, va a aparecer a finales de la Edad Oscura el alfabeto griego. Aunque todavía no conocemos a ciencia cierta las razones que llevaron a los griegos en este y no en otro momento a querer utilizar un sistema de escritura propio, sí sabemos gran parte de su composición. Para originar su alfabeto, el primero verdaderamente fonético, los griegos copiaron algunas letras del alfabeto fenicio para representar los fonemas consonánticos de la lengua griegas y algunas otras para representar los fonemas vocálicos. En cuanto a la cronología, ya que los primeros testimonios materiales del alfabeto griego datan del siglo VIII a.C., suele creerse que se desarrolló en torno al año 800 a.C. Estos ejemplos primigenios son fragmentos de versos épicos grabados en vasos de cerámica y datados en la segunda mitad del siglo VIII a.C.
La escritura se difundió rápidamente por todo el mundo griego, no en una única forma, sino en diversos alfabetos epicóricos, con variaciones en la forma de algunas letras según los lugares. Los ventajas que este sistema de escritura supuso sobre el antiguo sistema de escritura lineal B son más que evidentes. Por un lado, el alfabeto griego está compuesto de veinticuatro letras, en comparación con los ochenta y siete signos del silabario lineal B. Por otro lado, como en el alfabeto griego cada letra representa un solo sonido, era bastante fácil aprender a leer y escribir, lo que hacía el aprendizaje y la educación mucho más fáciles y accesibles, de tal modo que la escritura no se convirtió en un instrumento de poder y control sobre el pueblo, como sí sucedió en Egipto y otros imperios de la época.
Las repercusiones de esta mayor accesibilidad de la escritura sobre el desarrollo cultural griego fueron impresionantes. Pensad que todos los logros culturales de los griegos (la Historia, el teatro, la filosofía, las matemáticas, la ciencia, la medicina, el derecho, la erudición…) no habrían podido darse sin este increíble avance. Sin embargo, no penséis que estoy hablando de una alfabetización general, de una sociedad donde todos sabían leer y escribir, ya que estaban muy lejos de tales logros. Lo cierto es que solo un pequeño porcentaje de los griegos antiguos llegaron a leer o escribir en una cantidad destacable. Esto es debido a que durante toda la Historia de Grecia, incluso en la épica clásica y helenística, la oralidad coexistió con la cultura escrita, de manera que la mayor parte de la información solo pasaba de boca en boca.
La arquitectura monumental
Sin duda, el templo monumental griego, surgido en el siglo VIII a.C., es la construcción arquitectónica más famosa de la Antigua Grecia. Los primeros ejemplos conocidos, de finales del siglo IX – principios del VIII a.C., eran pequeños, con paredes de adobe, columnas de madera y tejados de cañizo, y, en general, muy parecidos a las casas normales. El primer templo conocido que marcó una clara diferencia con la arquitectura «para humanos» es el templo dedicado a Hera en la isla de Samos, construido en la primera mitad del siglo VIII a.C. el cual, aunque cuenta con los mismos materiales, no cuenta con las mismas medidas, ya que este templo tenía 30 metros de largo. Sin embargo, no adquirió la forma del templo griego que todos conocemos hasta finales del siglo, cuando se le construyó un peristilo de columnas de madera alrededor del núcleo central, mucho más largo que ancho. Así, a finales del siglo VIII a.C. ya había en todos los rincones del mundo griego docenas de templos mayores y menores que seguían unas líneas análogas.