Introducción
Los movimientos migratorios que llevaron a muchos griegos a abandonar su tierra natal para fundar colonias griegas por todo el Mediterráneo se iniciaron a mediados del siglo VIII a.C., prolongándose durante más de doscientos años, de tal modo que al inicio de la Época Clásica el mundo griego se extendía desde la península Ibérica como frontera oeste hasta la Cólquide (la actual Georgia) como frontera este. Como ya os he contado en anteriores entradas, las causas fundamentales de este proceso de emigración fueron dos: por un lado, la búsqueda de fuentes de aprovisionamiento de metales, y por otro lado, la esperanza de conseguir unas tierras y una calidad de vida mejores que las que iban a tener en su tierra de origen.
Las colonias griegas en Italia y el Mediterráneo
A partir de lo que ya dije en la entrada de ayer, podemos decir que la creación de colonias griegas pasó por dos fases, durando cada una poco más de un siglo: una primera centrada en Italia y el Mediterráneo occidental desde mediados del s. VIII a.C., y una segunda centrada en la costa norte del Egeo y el Mar Negro, a mediados del s. VII a.C.
Los primeros griegos que colonizaron Italia fueron los eubeos de Calcis y Eretria, al fundar su primer poblado en la isla de Pitecusa, en el golfo de Nápoles, a comienzos del s. VIII a.C. Por sus buenos recursos naturales y geoestratégicos, el poblado pronto creció, atrayendo a colonos no solo del Egeo, sino de la franja siro-palestina, como los fenicios, y eso también les llevó a expandirse más y crear las colonias de Cumas (cerca de la actual Nápoles, en torno al 757 a.C.), Naxos (734 a.C.), Leontinos y Catana (729 a.C.), y Regio (712 a.C.), las cuatro últimas en la zona nororiental de Sicilia.
Probablemente influenciados por el éxito de los eubeos, las polis dorias de la península del Peloponeso también decidieron echarse a la mar para buscar tierras con un buen potencial agrícola. Los primeros fueron los aqueos, que a finales del s. VIII fundaron Síbaris y Crotona, situadas entre la punta y el tacón de la bota que forma la península italiana. Por otro lado, los Baquíadas de Corinto fundaron Corcira, en la parte meridional del Adriático (en torno al 734 a.C.), y la importante ciudad de Siracusa. Poco después siguió su ejemplo Esparta, que fundó la colonia de Táranto en el extremo del tacón en torno al 712 a.C.
Tal y como expresa el título, los griegos no se limitaron a la península italiana a la hora de crear colonias, como demuestra la fundación de Cirene realizada por Tera en la costa libia en el último tercio del s. VII a.C. Sin embargo, las mejores oportunidades vendrían del extremo más occidental del Mediterráneo, donde colonos de la ciudad de Focea fundaron Masilia, la actual ciudad de Marsella, en los últimos años del s. VII a.C., conscientes del enorme potencial minero y comercial de la península Ibérica y su entorno. Tanto es así que los nuevos colonos de Masilia no tardaron en establecer relaciones comerciales no solo con los celtas del alto valle del río Ródano, sino con los pueblos de la costa nororiental de España, es decir, lo que hoy sería Cataluña, donde fundarían Ampurias.
Las colonias griegas orientales
A comienzos del s. VI a.C., cuando las oportunidades para fundar nuevas colonias se redujeron por la enorme influencia y ambición imperialista de la colonia fenicia de Cartago, los griegos pusieron la mayor parte de su atención en el nordeste, atraídos por la gran riqueza pesquera y agrícola de regiones como el Helesponto (el actual estrecho de Dardanelos) y el Mar Negro.
Varias polis jonias y colias fundaron colonias en estas zonas, de las cuales la más activa fue Mileto, que fundó importantes ciudades como Cízico (675 a.C.), Sínope (finales del s. VII a.C.), Olbia (mediados del s. VI a.C.), o Panticapeo (últimos años del s. VII a.C.). También Mégara estableció colonias por esos lugares, fundando lugares tan importantes para la Historia griega y romana posterior como Bizancio, Calcedonia y Heraclea Póntica. A diferencia de lo que había ocurrido a lo largo del Mediterráneo, los griegos no tuvieron prácticamente ningún rival en esta zona, por lo que siguieron fundando colonias durante toda la época arcaico y parte de la clásica.
Relaciones entre los colonos y los locales
En todos los sitios donde los griegos establecieron colonias se encontraron con lo que ellos conocían como «pueblos bárbaros«, es decir, todos los pueblos no griegos de los litorales mediterráneos y del mar Negro. A pesar de que algunas ciudades, como Siracusa, Bizancio o Heraclea Póntica, repelaron e incluso esclavizaron a sus vecinos no griegos, lo normal fue que llegaran a acuerdos comerciales, matrimoniales o de repartimiento de tierras. En esta mayoría de casos, las colonias se convirtieron en la puerta de acceso para los pueblos europeos del sur de los productos y la cultura del Mediterráneo.
De ese modo, las nuevas polis proclamaron su carácter helénico construyendo templos monumentales u ofreciendo su patrocinio a instituciones panhelénicas como el Oráculo de Delfos o los Juegos Olímpicos. Además, los intercambios culturales no fueron solo de los griegos hacia los locales, ya que la difusión de cultos tales como el de la diosa tracia Bendis o el del divino músico tracio Orfeo llegó a todo el Egeo y más allá.
Bibliografía
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