Artículo escrito por Rosa Mercado, graduada en Historia.
Introducción
Cuando hablamos de Historia pensamos en grandes civilizaciones, sociedades, ciudades, personajes, actividades económicas y batallas, pero todo eso está circunscrito a un territorio y queda plasmado en menor o mayor medida en el paisaje. El paisaje, por tanto, es el medio físico en el cual las actividades de los hombres se desarrollan y quedan plasmadas a los ojos de aquellos que las saben interpretar. En el presente artículo se hablará sobre las formas de interpretación de estos espacios.

Métodos para el estudio del territorio
El ser humano a través de los tiempos ha usado materiales no degradables, como la piedra, la cerámica o el vidrio entre otros. Esto hace que con un simple paseo por el campo podamos detectar estos desechos, que pueden ser de hace miles de años o de la semana pasada. La función del estudioso del pasado es saber interpretar de cuando son e identificar a partir de ellos las diferentes actividades humanas que se desarrollaban en el lugar, ya sea a partir de la detección de asentamientos, o de antiguas explotaciones agrícolas o ganaderas. La interpretación de los restos encontrados en superficie, es decir, a simple vista, es lo que se conoce como prospección, siendo el principal método de detección de yacimientos utilizado por los arqueólogos.
Existen varios tipos de prospección, siendo la más corriente la prospección en superficie que se corresponde a lo explicado anteriormente. Otros tipos son las que emplean diferentes métodos que no requieren de excavación, pero que permiten detectar que hay en el subsuelo. Ejemplo de este tipo de prospección los encontramos en la utilización de descargas eléctricas que permiten distinguir los cambios de resistencias del subsuelo, y con ello detectar cuando estos varían señalando posibles restos. También mediante un georradar, que permite la detección de la profundidad y el dibujo del perfil de los restos. Otra de las formas de detección de actividades en el pasado se da mediante la utilización de fotografía aérea o de otros dispositivos, empleando técnicas como el radar o la fotografía multiespectro.

El empleo de estas técnicas requiere posteriormente la prospección en superficie, pero permite intuir o ver restos arquitectónicos que pueden ocultarse por el tipo de terreno, pero que son detectables mediante las sombras que crean. Otro de los factores que pueden indicar la existencia de un yacimiento es el color del suelo, desde el aire se pueden apreciar a menudo el cambio de color producido por la presencia de restos. Por último, el tipo de cultivo puede aportar datos sobre la existencia de un asentamiento. El mayor crecimiento de unas plantas respecto a otras en un campo puede significar la existencia de fosas en las de mayor altitud, al permitir una mayor penetración de las raíces y mayores substratos, o de muros en las de menor altitud, al tener menos sitio en el que ahondar. Desde el cielo esto se apreciaría, ya que formarían un negativo de las estructuras enterradas. Una vez detectados los distintos yacimientos de una región y documentados, se procede a hacer un registro conocido como Carta Arqueológica, en la cual se engloba toda la información que se tiene sobre los yacimientos.

Objetivos del estudio
La identificación de los yacimientos y de sus distintas cronologías y fases es necesaria al existir la posibilidad de que un mismo asentamiento pueda estar utilizado en diferentes épocas, por ejemplo desde época romana hasta la actualidad. Una vez conseguida esta identificación se procede a crear un mapa que los represente todos. Mediante este simple análisis se puede conocer la evolución de un territorio y donde se ubicaban los yacimientos en las distintas épocas, o bien discriminarlos por periodos históricos o cronologías, pudiendo así estudiar las relaciones entre los distintos lugares de hábitat. A partir de esta técnica se pueden establecer fronteras o jerarquías, es decir, qué poblados tendrían influencia sobre los otros, cuáles serían ciudades y cuáles centros dependientes de estas posibles granjas.

Por último, el análisis del territorio mediante la prospección o la fotografía aérea permitiría descubrir posibles caminos que conectaran los distintos lugares o las zonas de explotación. Esto último es más complicado y requiere de análisis de distintas disciplinas arqueológicas, aunque es posible detectar trazas de antiguos campos de cultivos, o establecer las distintas posibilidades de explotación a partir del conocimiento de los recursos potenciales de un yacimiento. Si tiene un río cerca, se podría dar un aprovisionamiento de agua de él o la utilización de este para la pesca; la posible minería si se encuentra cerca de vetas de mineral; o el cultivo de secano o de hortalizas según el tipo de clima y la disponibilidad de recursos hídricos.
Conclusiones
En conclusión, el paisaje es una construcción humana estudiable a partir de la combinación de distintas disciplinas y en el cual queda registrada la actividad humana efectuada a lo largo de los siglos. Ser conscientes de esto permite el establecimiento de discursos históricos que integran grandes territorios, y que permiten conocer las formas en las que se vivía en la antigüedad y como planificaban la construcción de los distintas granjas, pueblos y ciudades.

Bibliografía
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Parcak, S. (2009). Satellite Remote Sensing for Archaeology. Routledge. New York.
Artículo escrito por Rosa Mercado Guirado, graduada en Historia.
Para saber más
Rosa Mercado se graduó en Historia por la Universidad de Lleida en el año 2016. Actualmente estudia el Máster en Arqueología Clásica por la Universidad Rovira y Virgil (ICAC-URV-UAB) de Tarragona. Su principal línea de investigación en el presente es el uso e importancia de los metales en las sociedades protohistóricas de la península Ibérica. Además, ha participado en excavaciones arqueológicas de la cultura Ibérica en Cataluña.