Artículo escrito por Rosa Mercado Guirado, graduada en Historia.
Introducción
La llegada de la república romana a Hispania se produjo en el contexto de la II Guerra Púnica, con el objetivo de cortar los suministros al ejército de Aníbal y vencer uno de los núcleos cartagineses. Una de las fechas simbólicas del inicio de la incursión romana en la península es el 218 a.C., cuando las tropas desembarcan en la ciudad aliada de Ampurias y, según las fuentes confirmadas por la arqueología, montan un campamento en ese mismo lugar, empezando de esta manera la conquista de Hispania. En el transcurso de esta guerra y en las siguientes contiendas libradas durante la etapa tardorrepublicana (Guerras Cántabras, Guerras Sertorianas, Guerra Civil de César y Pompeyo, entre otras), Roma se verá obligada a construir todo tipo de estructuras defensivas en el territorio, siendo algunas temporales y otras de larga duración, pudiendo incluso evolucionar formando ciudades o pueblos.
Partes de un campamento romano
Los campamentos romanos se caracterizaban por ser estructuras militares de carácter defensivo. Dentro de este tipo de estructuras se encuentran los campamentos de carácter temporal, es decir, aquellos que se montaban y desmontaban durante el desplazamiento de las tropas o eran concebidos para ser utilizados durante un corto periodo de tiempo; y los campamentos de carácter estacional, en los cuales se utilizaban materiales más duraderos. Este tipo de fortificaciones se caracterizaban por la existencia de un foso tradicionalmente en forma de V, excavado por las tropas, tras el cual podía encontrarse un segundo foso o la empalizada-muralla, según el tipo. Asimismo, la muralla podía tener torres y distintos puntos que daban acceso a las dos avenidas que cruzaban el campamento, el cardo y el decumanus.
Una vez dentro del campamento, y organizado en torno a estas calles principales, se encontraba el praetorio, la tienda o edificación del oficial superior, el cónsul o general. Alrededor de estas calles y distribuido en cuadrículas, se encontraban las diferentes tiendas o contubernios, en los cuales se agrupaban unidades de seis soldados. La identificación de estas estructuras a nivel arqueológico se consigue mediante análisis espaciales, que pueden dejar muestras de marcas del lugar en el cual se hallaba el foso, o permitir la detección fosilizada en el paisaje y en la división parcelaria de la estructura rectangular del mismo. Por último, en la prospección o excavación de los mismos se pueden hallar restos militares: armas, elementos defensivos, clavos de las tiendas o del calzado de los soldados, proyectiles de honda u otros elementos que puedan asociarse al paso de los soldados.
Los campamentos romanos temporales
Los campamentos temporales eran fortificaciones que se levantaban cada día, tras una marcha de entre 20 y 40 kilómetros diarios. Este tipo de estructuras tenían un carácter efímero, siendo desmontados al día siguiente en muchos casos. Para su construcción, parte de los soldados cavaban un foso o un doble foso con la tradicional forma de V y de entre 1 – 1.5 metros de profundidad. Mientras era excavado, se amontonaba la tierra formando un parapeto o ager, que podía tener hasta 1.5 metros de altura. Sobre este efímero muro se ponía a su vez madera o las propias lanzas de los soldados, creando una sólida barrera destinada a parar los potenciales ataques, y reforzada gracias a las patrullas de soldados. Dentro del campamento, las tiendas se agrupaban en cuadrículas construidas con materiales efímeros como cueros o telas, que aunque no dejen restos arqueológicos, han quedado documentados a partir de las fuentes. Estas tiendas se fijaban a partir de grandes clavos de hierro, que en algunas ocasiones, fruto del descuido de los soldados o del desmontaje apresurado, han quedado en el lugar.
Los campamentos romanos estacionales o fijos
Los campamentos estacionales o fijos eran unos tipos de fortificaciones pensadas para durar meses o años. Este tipo de estructuras siguen el mismo tipo de esquema que los campamentos temporales, es decir, estaban articulados en torno al cardo y el decumanus. Los materiales que se empleaban en su construcción eran de carácter más duradero, siendo la madera y la piedra los más utilizados, aunque variaban según el tipo y la abundancia de éstos en el territorio. Las murallas podían ser de distintos tipos de materiales combinados, como piedra, tierra y madera, con el objetivo de dotarlos de mayor efectividad. Las murallas más comunes estaban formadas por dos muros de piedra paralelos colmatados por tierra, lo que les dotaba de mayor resistencia y les permitía la menor utilización de recursos pétreos. Dentro de estas fortificaciones, las estructuras eran construidas con este tipo de materiales, convirtiéndose en auténticos edificios, incluso llegándose a encontrar praetorios ampliamente adornados.
En este tipo de campamentos los contubernios se transformaban en barracones, localizándose en los mismos elementos de culto privado. Hay que destacar que también se alzaban templos en los cuales se realizaban el culto y las distintas ceremonias y rituales típicos del ejército romano. En los campamentos también se localizaban estructuras sanitarias, como termas o baños. Finalmente, decir que este tipo de campamentos con el tiempo podían convertirse en ciudades que han conservado el nombre, como León o Lion, que derivan de legión.
Bibliografía
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Artículo escrito por Rosa Mercado Guirado, graduada en Historia.
Para saber más
Rosa Mercado se graduó en Historia por la Universidad de Lleida en el año 2016. Actualmente estudia el Máster en Arqueología Clásica por la Universidad Rovira y Virgil (ICAC-URV-UAB) de Tarragona. Su principal línea de investigación en el presente es el uso e importancia de los metales en las sociedades protohistóricas de la península Ibérica. Además, ha participado en excavaciones arqueológicas de la cultura Ibérica en Cataluña.