Fragmento de un artículo completo publicado por Javier Olivera Betrán y Alberto Olivera Betrán para la revista «Apunts: educación física y deportes» en 1994.
Los juegos panhelénicos fueron unas fiestas unitarias de carácter religioso y agonístico que los antiguos griegos celebraban periódicamente para honrar todos juntos, a pesar de la diversidad política, a sus dioses comunes. Pierre de Coubertin tomó este modelo y lo trasplantó a la época contemporánea; desde entonces, el movimiento olímpico y su producto, los juegos olímpicos modernos, han cambiado mucho, y se han convertido en el fenómeno social más importante de nuestra época. A través de un análisis interpretativo comparativo, realizamos una analogía entre los juegos panhelénicos y los juegos olímpicos modernos, y concluimos, a continuación, con una prospección sobre el presente y el futuro de los juegos olímpicos de la posmodernidad.
Todavía resulta frecuente la consideración idílica y ejemplar de los juegos panhelénicos, entre ellos los juegos olímpicos, sin duda, los más famosos de la antigüedad clásica, los cuales son presentados como el gran paradigma del juego moderno, además de constituir, para un núcleo importante de autores, el primer origen del deporte institucionalizado. Numerosos y relevantes historiadores de nuestra época muestran una fuerte inclinación a minimizar las diferencias y a exagerar las semejanzas entre los antiguos agones griegos y el deporte actual. Examinando con detenimiento las características de aquel magno acontecimiento de la antigüedad y los juegos olímpicos modernos, y comparándolas con las de una manifestación aparentemente similar de nuestra época, como son los juegos olímpicos de la era contemporánea, observamos que presentan notabilísimas diferencias que es preciso determinar. Analizando los diversos aspectos y elementos que caracterizan a cada manifestación y contextualizando ambos eventos en épocas diferentes, podremos discernir con suficiente claridad ambas realidades.
Al abordar un análisis comparativo de los juegos panhelénicos de la antigüedad y los juegos olímpicos modernos, debemos tener presente el contenido básico del programa de ambas celebraciones. Los primeros presentaban pruebas de diversa índole, denominadas agones por los griegos antiguos, y que podríamos clasificar en agones físicos (atléticos, luctatorios, bélicos e hípicos), agones musicales y agones culturales (poesía, declamación, retórica, teatro, etcétera). Dichas pruebas estaban perfectamente amalgamadas en el programa como un todo unitario, constituyendo la fiesta cuadrienal (Juegos de Delfos y Juegos de Olimpia) o bienal (Juegos de Nemea y Juegos de Istmia). Los juegos olímpicos modernos tienen como contenido básico el deporte, y en ellos están programadas, asimismo, unas jornadas culturales que constituyen un auténtico apéndice del programa deportivo y una reminiscencia del pasado, pues su desarrollo pasa casi totalmente desapercibido para el gran público y los medios de comunicación social.
Desde nuestro punto de vista, he aquí una de las grandes diferencias entre los juegos de ayer y hoy: el deporte. Éste’ es un producto de nuestra época que surge en un contexto muy determinado, occidental, industrial y urbano, y que representa unos valores muy precisos, plenamente vigentes en nuestra civilización actual, en la que el ocio es la característica más notable de la misma -se la ha denominado «civilización del ocio»-, y el deporte es la oferta de ocio más utilizada entre la gran masa de la población. No podemos decir con rigor que los agones físicos de los antiguos juegos panhelénicos constituían deporte, ya que la civilización a la que pertenecían dichos juegos estaba enmarcada en otro contexto histórico, con sus parámetros sociales, económicos, filosóficos, políticos, culturales y religiosos.
Los juegos antiguos gozaban de gran fama y prestigio para la sociedad de su época porque eran unas manifestaciones de carácter religioso que reunían a los personajes más notables de la antigua Hélade; por ello se erigieron en el evento social y político más importante de su tiempo. Los juegos se convirtieron, además, en la fiesta mayor de todo el pueblo griego, estructurado en polis -ciudades estado- y muy dividido políticamente. En tales acontecimientos se reflejaban y representaban las actividades culturales más notables de su civilización, actividades cotidianas que formaban parte de su educación. Si hacemos un estudio pormenorizado de cada una de las sociedades, determinando las características de los agones y el deporte como contenidos básicos de las diferentes culturas en la civilización clásica griega y en nuestra civilización contemporánea, detectaremos con precisión las diferencias entre estas prácticas corporales. Ambas están interrelacionadas: la primera es la que precede y marca el modelo de lo que será, con posteridad, el deporte espectáculo.
Sin embargo, constituyen actividades claramente diferenciadas, cada una de ellas está perfectamente contextualizada en su entorno sociocultural y, por tanto, pertenece a la mentalidad de su momento histórico. A partir del supuesto de que ambos productos culturales, los agones físicos y el deporte, fuesen similares, hemos de admitir el hecho de que ambos se dan, como mínimo, en un interregno de 1.503 años de diferencia (del 393 d.C., año de la última edición de los juegos panhelénicos, al 1896, primera olimpiada moderna) y, por descontado, en un contexto bien diferenciado. El tipo de subsistencia, la estructura sociopolítica, las ideas filosóficas y religiosas, las mentalidades, el concepto de cuerpo, la tecnología y la valoración del tiempo libre son diametralmente diferentes en ambas celebraciones. Unas en plena civilización clásica, ubicadas en sedes fijas del territorio de la actual Grecia, en una sociedad esclavista con la participación restringida a los griegos libres de sexo masculino, los cuales eran seleccionados en función de su calidad estética y rendimiento para competir en un elenco de pruebas muy determinado, todas de carácter individual. Se competía en honor de los dioses comunes, Zeus, Apolo, Poseidón y de su propia polis, hasta llegar a la extenuación y la muerte, si era preciso; la victoria no era importante para el honor de los participantes, ya que la misma era designio de los dioses, sino que lo mesurable era el carácter, la valentía y la nobleza de espíritu puesta en juego a lo largo de la competición.
Las otras, en plena civilización del ocio, son universales y representan el fenómeno social más importante de nuestra época. Se celebran con la misma periodicidad y los medios de comunicación social llevan los distintos acontecimientos que acaecen en su seno a todos los rincones del planeta. Participan en su organización (COI) la mayoría de los países de la Tierra, las sedes de celebración de los juegos olímpicos son cambiantes en función de la oferta que presenten. Los atletas que compiten son seleccionados en función de sus marcas y no existe discriminación por raza, sexo, religión o ideología. Las pruebas son de carácter individual y por equipos, y existe un número enorme de ellas, distribuidas entre los 25 deportes del programa olímpico y tres del programa de deportes de exhibición, lo que genera una participación creciente de atletas, en tomo a los 10.000. Se magnifica la victoria y se compite para ganar por encima de cualquier otro objetivo, con el fin de obtener recompensas económicas y prestigio social, en representación, a su vez, de su patria, raza, bandera e ideología.
Los juegos panhelénicos y los juegos olímpicos modernos representan ambos una dramatización del conflicto; los primeros con ánimo de rendir homenaje a sus dioses comunes, y los otros con ánimo «de rendir homenaje al advenimiento sucesivo de las nuevas generaciones» como fiesta universal para lograr la paz y la concordia entre todos los pueblos del mundo, según palabras de Pierre de Coubertin.
Bibliografía
OLIVERA BETRÁN, J., OLIVERA BETRÁN, A.: «Paralelismos y diferencias entre los juegos panhelénicos y los Juegos Olímpicos Modernos», en Apunts: educación física y deportes, nº37, 1994.
Fragmento de un artículo completo publicado por Javier Olivera Betrán y Alberto Olivera Betrán para la revista «Apunts: educación física y deportes» en 1994.