Introducción
Esparta fue la ciudad más poderosa de la Antigua Grecia durante buena parte de los períodos arcaico y clásico, al ser admirada en tiempos de paz y temida en tiempos de guerra. Esto era en parte porque era diferente de las otras polis. Compartían una serie de instituciones y valores con el resto del mundo griego, como la sociedad patriarcal y politeísta, la mano de obra servil, la agricultura como base de su economía…, pero se diferenciaban en muchos otros aspectos, como en la gigantesca intervención que tenía el Estado en la vida de los ciudadanos espartanos, interferencia que existía en todos los estados griegos pero ninguno de manera tan intensa como en Esparta. Esta enorme participación del Estado en la vida cotidiana de sus ciudadanos hacía que tuvieran una mínima concepción de la individualidad, factor que era admirado por todos los demás griegos.
La singularidad espartana
A diferencia de otras ciudades de la Grecia arcaica, las cuales en su afán de aliviar la presión ejercida sobre sus recursos naturales habían fundado numerosas colonias de ultramar, los lacedemonios fundaron una sola colonia, Táranto, en el sur de Italia. Esto es debido a que los espartanos, en lugar de buscar una solución a sus problemas en el extranjero, orientaron su vida hacia el aspecto militar: si tu espacio natural se queda pequeño, conquista a tus vecinos para poder expandirte territorialmente.
De ese modo, a finales del siglo VIII a.C. los espartanos ya se habían apoderado de toda la llanura de Laconia. Para asegurarse el dominio de estos territorios, sus habitantes fueron reducidos a la condición de ilotas, es decir, básicamente esclavos con carácter hereditario pertenecientes al Estado. El resto de los habitantes de Laconia, ocupantes de la zona situada alrededor de la ciudad de Esparta, se convirtieron en perioikoi, periecos, en su nombre occidentalizado.
De éstos últimos se sabe poco porque en la Antigüedad se escribió muy poco sobre ellos. A diferencia de los ilotas, los periecos siguieron siendo personas libres, aunque no tenían derecho a participar en el gobierno de Esparta y estaban obligados a servir en el ejército de la polis formando unidades independientes que estuvieran al mando de un espartano. Sin embargo, disfrutaban de una relativa autonomía local, y en muchos sentidos vivían como cualquier griego no espartano, es decir, trabajando como agricultores, artesanos y mercaderes. Por tanto, eran una pieza clave del sistema económico espartano.
El éxito militar no hizo sino incrementar la sed de expansión territorial de Esparta, por lo que, a medida que se expandía por nuevos territorios, también crecía el número de ilotas, Como consecuencia de esto, pronto el número de ilotas era ya superior al de los ciudadanos espartanos de pleno derecho en una proporción como mínimo de siete a uno.
Tras terminar la conquista de Laconia, Esparta se lanzó a conquistar otra región, Mesenia, en la que tenían mucho interés por sus fértiles llanuras de cultivo. Tras muchos años de conflicto, en lo que se conocería como Primera Guerra Mesenia, algunos mesenios se convirtieron en periecos, aunque lo cierto es que la mayoría pasaron a ser ilotas, vinculados a la tierra y obligados a trabajarla para sus amos, los espartanos.
La conquista de Laconia y Mesenia hizo de Esparta uno de los Estados más extensos de la Grecia arcaica, pues controlaba un imperio de casi 5000 kilómetros cuadrados, lo que era en torno al triple de lo controlado por Atenas. Y aunque nunca tuvo la gran densidad demográfica ateniense, Esparta fue también uno de los estados más ricos, gracias a exportaciones como la de la cerámica y la metalurgia, consideradas de gran calidad.
Obviamente, gestionar y controlar un territorio tan grande no era nada fácil, por lo que los espartanos fueron convirtiéndose gradualmente en la gran sociedad militarizada que conocemos hoy en día. El objetivo final era disponer de la mayor superioridad militar posible para poder hacer frente a posibles y futuras rebeliones de los ilotas o a invasiones de sus enemigos exteriores, y así no perder la gran prosperidad económica de la que disfrutaban a costa de esclavizar a todos esos pueblos en sus propios territorios.
Para llegar a conseguir este objetivo, los lacedemonios irían reformando sus instituciones políticas y sociales, orientándolas hacia dos vertientes: liberar a todos los ciudadanos varones de las cinco aldeas constituyentes de la polis de Esparta de todo tipo de obligaciones excepto las militares, y socializarlos de tal manera que vieran como algo totalmente normal y necesario el extraordinario grado de militarización y disciplina exigida al soldado espartano. Esto les trajo muchos beneficios, ya que, hasta el comienzo de la época helenística, los lacedemonios fueron los únicos soldados griegos que podríamos considerar verdaderamente profesionales.
Bibliografía
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