Fragmento de un artículo sobre «Valkiria» publicado originalmente por Sergio Alejandro Chifflet en el blog El Kronoscopio el día 8 de enero de 2016. Puedes acceder a la crítica completa a través de este enlace.
Introducción
El intento de asesinato de Adolf Hitler es la trama central de la película. El Coronel conde Claus von Stauffenberg, que se consideraba a sí mismo un buen alemán y su ideología estaba muy lejos de la de los nazis, lideró una intrincada operación para poder librar al mundo del tirano, y si Alemania era ocupada por los aliados, que éstos se encontraran con una Alemania de verdad, y no con la vergüenza cuyo recuerdo pesa al día de hoy sobre la conciencia del pueblo alemán. Bien sabemos, por la Historia, que estos hombres no cumplieron el objetivo, y pagaron caro su error.
¿Por qué no le dispara alguien?
Este pensamiento debió de pasar con frecuencia por la mente de los que consideraban la empresa como un mero acto de audacia. Hitler sabía muy bien, como cualquier dictador, que estaba expuesto continuamente al peligro de un atentado, un peligro que no le amenazaba tan sólo a él, sino a todos los hombres claves de la jerarquía nazi, como Goering, Goebbels y Himmler.
Los sistemas de protección que Hitler habla escogido eran muy complejos. Desde 1940 vivía cada vez más aislado, apareciendo muy poco en público, confinado en apartadas estancias del inmenso palacio de la Cancillería de Berlín o en su refugio de Berchtesgaden, o asimismo en el corazón de la serie de campos sólidamente protegidos y defendidos que constituían las diversas sedes de su Mando supremo.
En 1944, la sede más importante de su mando se hallaba en Rastenburg, en Prusia oriental, en medio de bosques, y se hizo famosa con el nombre de Wolfsschant el “Cubil del Lobo”. Los numerosos hombres y poquísimas mujeres que estaban en contacto diario con el Führer eran de completa confianza. Todos se debían presentar desarmados ante él. Hitler no soportaba la vista de un revólver colgado del cinturón de los que le rodeaban. Así, aun suponiendo que un hombre dispuesto a asesinar al Führer se le pudiera acercar a distancia de tiro, no le sería fácil llevar consigo el arma destinada a matarlo y mucho menos extraerla y apuntar. Además, cualquiera que fuera el resultado de la acción, era evidente que equivaldría, sin ningún género de dudas, a un suicidio.
No todos los que pertenecían a los círculos declaradamente antinazis consideraban que se debía matar a Hitler; No hay que olvidar que todos los miembros del Ejército le habían prestado juramento de fidelidad, por lo que, a los que tenían una conciencia rígida o fueran incapaces de comprender donde cesaba la obligación moral para dejar lugar a un deber más elevado, les resultaría muy difícil sustraerse a dicho juramento y aceptar la resolución de los conjurados.
Para los menos valientes, el juramento servía como justificación para no tomar parte en un acto que tal vez aprobaban en su interior. Algunos estaban dispuestos a aceptar la idea del atentado, pero a condición de no verse mezclados en él personalmente y de no tener que manifestar sus propias convicciones hasta que tuviesen la seguridad absoluta de que se habla suprimido a Hitler. Muchos otros, en el Ejército, estaban decididamente en contra del asesinato del Führer, si bien estaban dispuestos a aceptar que los jefes de un golpe de Estado bien realizado lo arrestasen y procesasen por su perniciosa dirección de la guerra.
Los jefes de Valkiria
¿Quién, pues, podía estar en condiciones de llevar a la práctica este golpe de Estado? Como ocurre siempre en estas empresas arriesgadas, la posibilidad de realizar los planes dependía, en la práctica del carácter y de la personalidad de los hombres. Desde luego, la especial composición del núcleo de la Resistencia alemana, militar y civil. Los protagonistas de la tragedia que se avecinaba eran los siguientes:
- Ludwig Beck, general retirado, designado para ser el jefe del Estado a la calda de Hitler. Edad: 64 años.
- Wilhelm Canaris, almirante y en aquellos tiempos jefe del Servicio Secreto Militar (el Abwehr), alentador secreto de la conjura. Edad: 57 años.
- Hans Oster, general de división, sustituto de Canaris y activo organizador de la conjura. Edad: 49 años.
- Conde Helmuth von Moltke, asesor legal de Canaris y jefe del llamado “Círculo de Kreisau”, que propugnaba el principio de la no violencia. Edad: 37 años.
- Heinrich von Stülpnagel, capitán general. Gobernador militar de Francia; jefe de la conjura en París. Edad: 58 años.
- Carl Gördeler, ex alcalde de Leipzig y comisario de precios del Reich. Edad: 60 años.
- Friedrich Olbricht, capitán general, intendente general del Ejército territorial (Allgemehtes Heeresamt) y principal organizador del fallido golpe de Estado Edad: 58 años.
- Henning von Tresckow, general de división. Jefe de Estado Mayor del Grupo de Ejércitos del centro en el frente oriental. Edad: 43 años.
- Conde Claus Schenk von Stauffenberg, coronel y jefe de Estado Mayor del Ejército territorial; fue el hombre que el 20 de julio de 1944 llevó la bomba a Rastenburg. Edad: 37 años.
Fragmento de un artículo publicado originalmente por Sergio Alejandro Chifflet en el blog El Kronoscopio el día 8 de enero de 2016. Puedes acceder a la crítica completa a través de este enlace.