Artículo escrito por Inma Velarde, graduada en Historia.
Introducción
Como hemos apuntado en el post anterior, la República literaria se entiende como una red comunicativa entre pares que, aun sin pretenderlo, rivaliza con los Studi de las universidades. A través del humanismo -que pugnó por el resurgir de las letras clásicas y de los valores culturales de la antigüedad- la República de las Letras dotó a la sociedad de una “nueva” visión en oposición a la visión escolástica. Los humanistas pusieron al alcance de los letrados toda la biblioteca del pensamiento clásico con los escritores antiguos en materia de filosofía, matemática o medicina.
El origen de las Academias
La palabra “Academia” aparece en Italia a comienzos del siglo XV. Estas sociedades no pretendían sustituir a los Studi universitarios. Más bien eran centros donde los cultores humanitatum podían invocar modelos antiguos y banquetes filosóficos en una Arcadia moderna. Las Academias habían surgido para profundizar en la singularidad de un humanismo fundado por Petrarca demandando la vuelta a las “buenas letras”, y marcando la diferencia con las Universidades, centros tradicionales del saber. Podría señalarse una doble vía en la evolución de estas Academias: Italia, donde veremos una mutación de la academia erudita en academia vulgar, con una cooperación entre eruditos y “artesanos mecánicos”; y Francia, donde la academia da un giro hacía el “salón letrado”. Aunque el salón sigue siendo una Academia propiamente dicha, se trata de una institución muy diferente a la italiana, que adquiere un sentido único y específico en el París del siglo XVII.
Vincenzo Pinelli había creado en Padua un lugar clave de encuentro y de sociabilidad letrada. Su implicación era tal que sus compañeros lo veían como un auténtico mecenas de la República de las Letras, a modo de procurador general. Este “cargo honorífico” se utiliza para destacar a las figuras que más influyeron y ayudaron al mantenimiento de esta red o la reunión de obras y materiales que pudieran servir a sus miembros. Tras la muerte de Pinelli, hay una peregrinatio academica de Italia a Francia, donde destaca la figura de Nicolas-Claude Fabri de Peiresc. Peiresc, que también era visto por sus compañeros de la República de las Letras como el procurador general, recibe la “herencia” de Pinelli del oficio de “Príncipe de la República de las Letras”, convirtiéndose en el centro de la red: invirtiendo sus rentas para animar a los autores a escribir y proporcionándoles el material y las obras necesarias para ello. El hogar de la República de las Letras se desplaza desde Italia, cuna del Renacimiento, hacia el Norte de Europa.
A finales del siglo XVI el ambiente europeo está marcado por las luchas internas y entre potencias, por diferentes motivos. La voluntad de los Habsburgo por imponerse en el juego político e imponer el catolicismo hace de Francia lugar “oportuno” para el núcleo de la República de las Letras, gracias a su aparente tolerancia religiosa y a la voluntad de lucha contra los Habsburgo y todo lo que representaban. Por tanto, el motivo que Fumaroli le da a la peregrinatio academica de Italia a Francia no es sólo cultural, sino también político-militar. Los Habsburgo representan la catolicidad en un sentido no sólo religioso. La Inquisición y la ortodoxia religiosa que les caracteriza están basadas en la lógica y la cosmología escolástico-aristotélicas, algo de lo que huye la República de las Letras.
En la primera mitad del siglo XVII se establece en París una especie de universidad libre, de altos estudios humanistas, y que se encuentra diseminada por toda la ciudad en múltiples salones, academias privadas, eruditas o científicas. Éstas eligen a sus participantes por cooptación, y están vinculadas todas ellas por mediación de las herramientas de la República de las Letras: la correspondencia, los viajes, los intercambios diplomáticos, el comercio editorial y la conversación.
Fumaroli considera que estos círculos o sociedades privadas de conversación responden a tres tipos básicos: salón mundano, cenáculo erudito y círculo científico. Las tres constituyen una antítesis, en su conjunto, al edificio institucional de la universidad, pero entre ellas hay profundas diferencias que distinguen a estos tres tipos de sociedades como su forma de reclutamiento social, y, quizás lo más importante, el método y el objeto de sus investigaciones. Sin embargo, los tres modelos adoptan una forma de cooperación y de conversación bajo la protección de un “príncipe” y los tres modelos se enfrentan a la ortodoxia universitaria e inventan, en francés, un nuevo modelo literario, lo que traerá consigo un profundo debate intelectual como tendremos ocasión de ver más adelante.
El nuevo marco del saber que toma peso en Francia en el siglo XVII se recrea en salones, bibliotecas eruditas y gabinetes donde se da rienda suelta a una sociabilidad cultural basada en la generosidad de compartir el saber. Tres de estas principales sociedades privadas parisienses son el Hôtel de Rambuillet, el Gabinete de los Hermanos Dupuy y la Academia de Habert de Montmor. Las tres representan los posibles modelos de sociedades que caracterizaran la República de las Letras en este periodo.
En estos círculos, sobre todo en los salones, las mujeres participaban en un grado de igualdad inteligente con los hombres. Por lo general la mujer letrada no podrá formar parte de los gabinetes y de las academias, ya que estas instituciones reclutaban a sus miembros entre magistrados, burgueses y clérigos. Ahora bien, en el salón mundano, que era por definición un centro literario, algunas de ellas destacaron por su ingenio y su sensibilidad conversacional. El Hôtel de Ramboullet, mencionado arriba como modelo y anticipación del salón mundano, fue creado y moderado por una mujer: la marquesa de Ramboillet, Catherine de Vivonne.
Como hemos señalado anteriormente, la corte francesa reconoció oficialmente el valor de estos círculos mediante a la fundación de una serie de reales academias. El mismo deseo de “libertad” de estas academias fue una inquietud que a muchos eruditos, curiosos o científicos preocupó. Las tres principales sociedades privadas de conversación que hemos descrito anteriormente son el origen de las tres principales reales academias de Francia. El salón mundano del Hôtel de Rambuillet pasará a ser la Real Academia Francesa; el círculo erudito del Gabinete de los Hermanos Dupuy se convertirá en la Real Academia de las Inscripciones y Medallas -aunque también hunde sus raíces en la llamada Sociedad de la Abadía de Saint Germain des Près de París- y el círculo científico de la Academia de Habert de Montmor derivará en la Real Academia de Ciencias de París.
La política de fundación de reales academias tuvo un gran impulso gracias al cardenal Richelieu, que financió a numerosos escritores y artistas. Mazarino no dudó en seguir la línea definida por su antecesor. Las academias sirvieron a la monarquía para celebrar sus éxitos, y, en especial, para ensalzar la figura de Luis XIV. Esta “vuelta a la Antigüedad” no significaba una posición oficial a favor de los Antiguos dentro de la conocida Querella de los Antiguos y los Modernos, sino más bien una búsqueda de un cierto equilibrio cultural, dentro de la evolución experimentada por los académicos círculos de conversación a lo largo del siglo XVII. A partir de su institucionalización como reales academias, estas instituciones se caracterizarán por un marcado sentido pedagógico y por la definición de un nuevo modelo literario y científico.
Bibliografía
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FUMAROLI, M. (2013). La República de las Letras. Barcelona, Acantilado.
Artículo escrito por Inma Velarde, graduada en Historia.
Para saber más
Inma Velarde es músico profesional, concretamente, violinista, (2009-2013) y graduada en Historia por la Universidad de Valencia (2013-2017). Actualmente cursa un Máster de Patrimonio Cultural en la misma universidad en el que centra su investigación en lo referente al Patrimonio Bibliográfico y Documental de la Península Ibérica. Colabora en diferentes proyectos de divulgación histórica y creó el blog “Historia y otros monstruos” en 2013.