Artículo sobre la mujer en la antigua Grecia escrito por Laura Wagner, graduada en Historia.
Introducción
Mucho es lo que podríamos decir sobre la Grecia Antigua. Sin embargo, casi todo lo que sabemos del mundo de la mujer en la antigua Grecia en aquel tiempo nos ha llegado a través de los restos arqueológicos o de lo que sobre ellas han escrito hombres, puesto que apenas encontramos testimonios realizados por mujeres en la Antigüedad. A pesar de todo ello, a lo largo de las siguientes líneas intentaremos acercarnos a la realidad de aquellas mujeres.
Los roles de la mujer en la antigua Grecia
En la Antigüedad podemos hacer distinciones en función del estatus socioeconómico, la raza o el sexo. Pero centrándonos en la Antigua Grecia, encontramos varios tipos de mujeres:
- Esposas (gyné): este era el destino general de la gran mayoría de mujeres en Grecia. En la cúspide estaban las esposas de los aristócratas, quienes a pesar de ser “libres” debían permanecer prácticamente todo el tiempo recluidas en el hogar, pues se esperaba de ellas un comportamiento intachable. Las mujeres de un estatus social más o menos elevado, las señoras de la casa, debían cuidar de su hogar y también de ellas se esperaban ciertos comportamientos y que cumpliesen ciertas normas. Sin embargo, no todas podían quedarse recluidas al ámbito doméstico, pues las mujeres de estatus social más bajo necesitaban trabajar fuera del hogar teniendo en el Ágora puestos de frutas, flores, perfumes, etc., siendo parteras, entre otros. En definitiva podían encargarse de trabajos “típicamente femeninos”.
- Prostitutas (porné), mujeres que se veían obligadas por los proxenetas a vender sus cuerpos a un precio del que nunca recibían ni una parte.
- Concubinas (pallaqué), se trataba de mujeres que podían poseer los hombres para su satisfacción sexual y con quienes podían tener descendencia ilegítima.
- Cortesanas (hetaira), eran prostitutas libres, mujeres cultas y refinadas que solían ser extranjeras, podían salir a la calle e incluso tener propiedades.
- Sacerdotisas, siendo la religión una parte importantísima del mundo de la Antigüedad, éstas sobre todo se encargaban de las divinidades femeninas, aunque había excepciones como el oráculo de Delfos.
- Esclavas, siendo el escalafón más bajo de toda la pirámide social, eran meras pertenencias de sus amos, quienes incluso las podían prostituir. No obstante, también podían ser bien tratadas y llegar a ser de la entera confianza de sus amos, incluso en los casos de las familias más adineradas podían recibir algún tipo de formación en música, etc.
Rasgos comunes de la mujer en la antigua Grecia
Al margen de estas distinciones de categorías, la gran mayoría de las mujeres libres de la Hélade, a excepción del caso de Esparta, solían tener una serie de puntos en común. En primer lugar, debemos tener en cuenta que las mujeres, aunque libres, no eran consideradas ciudadanas de pleno derecho. Si bien podían transmitir la ciudadanía, ellas eran únicamente hijas, esposas o hermanas de ciudadanos. Vivían en la polis pero carecían de los derechos políticos que conllevaban los deberes básicos de participación en lo político y en lo militar, elementos vetados para el sexo femenino, porque sus funciones eran ser buenas esposas y madres. Así pues, las mujeres estaban recluidas al espacio privado, al hogar (oikos), y dentro de él, al gineceo, espacio femenino compuesto de una serie de habitaciones lejanas a la calle donde transcurría su vida sin apenas libertad de movimientos.
Ya que eran consideradas el sexo débil, estaban siempre bajo la figura de un tutor masculino, el Kyrios (el señor), que normalmente se trataba del padre y en su defecto de un hermano o pariente varón cercano. Se consideraba que la mujer no era capaz de regirse por la razón, sino que lo hacía por las pasiones, las emociones, o el instinto, lo que las convertía en seres intelectualmente inferiores y carentes de equilibrio, por lo que muchas veces se las asociaba con seres ambiguos y engañosos. Sócrates, Platón, Aristóteles, así como otros muchos autores, justificaban dicha inferioridad femenina a través de discursos en los que relegaban al sexo femenino a cumplir únicamente tareas domésticas y de reproducción, es decir, un papel completamente pasivo en la sociedad.
De esta manera, el objetivo de la mayoría de aquellas jóvenes era el matrimonio, único instante en que se convertían en protagonistas, cuyo fin era engendrar hijos legítimos. La importancia que se daba a la concepción era tal que la falta de los mismos hijos era motivo de divorcio y se consideraba que la culpa era de la esposa, nunca del marido. Cuando las mujeres quedaban embarazadas se consideraba que era su deber el procurar que todo acabase bien. Cabe destacar que se consideraba impuro todo lo relacionado con los partos, y quizás por ello eran mujeres quienes se encargaban de aquellas cosas. Una vez se producía el alumbramiento, era el padre quien decidía si reconocía legítimamente al bebé o no, en cuyo caso se recurría bien a la exposición o al infanticidio.
Desde el momento de su nacimiento hombres y mujeres eran considerados distintos. Prueba de ello es que para anunciar los nacimientos de varones se señalaba con una victoria, mientras que el de las niñas se hacía con trabajos de lana. A partir de ese momento y hasta los siete años, la educación tanto de niños como de niñas era llevada a cabo por la madre y no era muy distinta. A partir de esa edad se separaba a los niños, a quienes se les educaba para un mundo de hombres, de las niñas, que continuaban en el hogar aprendiendo las tareas que se consideraban propias de su sexo: cocinar, limpiar, tejer, hilar, supervisar a los siervos, conocer algunos remedios caseros, tocar música y bailar, e incluso para las muchachas de estatus sociales más elevados, saber leer y escribir. A las niñas se las educaba para ser buenas madres y buenas esposas, siendo la sumisión, la abstinencia y el silencio las cualidades que se buscaban en la mujer griega.
Por otro lado, existía vida más allá del oikos y de las escasas ocasiones en las que las mujeres griegas, independientemente de su estatus, no se encontraban en aquel ámbito doméstico. Se trataba de su participación en los funerales, las bodas y la fiesta por excelencia de las mujeres, las dedicadas a Deméter y Perséfone, las Tesmoforias. Precisamente, al participar en los ritos religiosos lograban cierta relevancia, pues a veces también era necesaria su presencia, si bien en el plano religioso también encontramos una profunda diferencia basada en roles de género.
En conclusión, queda claro que el estado de la mujer en la Antigua Grecia se resume en estar en un segundo plano, poder ser “libre” y al mismo tiempo encontrarse siempre bajo la tutela de un varón, ser imprescindible para la sociedad tanto en lo reproductivo como en el buen desempeño de sus tareas y, sin embargo no tener reconocimiento social.
Bibliografía
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Artículo escrito por Laura Wagner, graduada en Historia.
Para saber más
Laura Wagner Tinoco es graduada en Historia por la Universidad de Málaga. Ha estudiado el Máster de Documentos y Libros. Archivos y Bibliotecas en la Universidad de Sevilla. Actualmente, estudia el Máster de Igualdad y Género en la Universidad de Málaga. Es una apasionada de su trabajo, centrado en la Historia del Libro y en la Historia de la mujer.