Artículo escrito por Laura Wagner, graduada en Historia.
Introducción
En medio de la Revolución francesa, en octubre de 1789 un grupo de mujeres hartas de la escasez y de los altos precios decidieron tomar cartas en el asunto para cambiar su situación. Así, entre los días 5 y 6 de octubre miles de mujeres se lanzaron a las calles de París clamando contra las injusticias que sufrían y liderando una marcha histórica que las condujo hasta el Palacio de Versalles, cambiando para siempre el curso de la Revolución. Esa marcha es conocida hoy como la marcha a Versalles.
Para comprender bien lo que ocurrió aquellos días en París debemos remontarnos unos años antes. A finales del siglo XVIII, Francia había estaba sufriendo una fortísima crisis económica, lo que había provocado diversas escaseces y subidas de precio. La mayor parte de los aproximadamente 26 millones de franceses pertenecían al estado llano o tercer estado, es decir, que en su mayoría eran jornaleros, obreros, comerciantes, campesinos, indigentes, etc. Ellos fueron quienes más padecieron aquella crisis, puesto que los impuestos recaían sobre el tercer estado. Sin embargo, muchas medidas adoptadas por los ministros de finanzas también perjudicaron a los estamentos privilegiados, por lo que el descontento general iba en aumento.
Durante el siglo XVIII se desarrolló en Europa un movimiento filosófico y literario conocido como la Ilustración, que predicaba sobre todo el poder de la razón. Muchos hombres, y unas pocas mujeres, se reunían en salones y discutían acerca de diversos temas, ya fuese de política o de filosofía. Poco a poco estos intelectuales comenzaron a criticar el sistema. Algunos de los más famosos, como Montesquieu que hablaba sobre la separación de poderes o Rousseau que lo hacía de la soberanía nacional, fueron el germen de las ideas que desembocarían en la Revolución francesa. Naturaleza, razón y derechos son las ideas que se fueron extendiendo. Sin embargo, para aquellos pensadores la cuestión femenina quedaba relegada.
En este sentido debemos recordar que para muchos intelectuales de la época, como Rousseau, las diferencias naturales entre hombres y mujeres hacían que éstas tuviesen que quedar sometidas a los varones, de tal modo que el hogar era el lugar específico de las mujeres y su deber el cuidarlo. Para él, como para otros, las mujeres podían llegar a ser la perdición de los hombres. Siempre consideradas inferiores, carentes de equilibrio, seres que se dejaban llevar por su pasión. Eran justificaciones de una supuesta inferioridad que ni la Ilustración ni la Revolución francesa terminaron por quebrar, aún cuando desde hacía tiempo algunos autores y autoras venían reclamando una igualdad para el sexo femenino.
En este contexto de descontento generalizado por la situación existente en Francia y las posibilidades de cambio que parecían abrirse gracias a los intelectuales, a comienzos del año 1789 se realizaron varios motines, aunque fue entre junio y julio cuando comenzó la Revolución. Cabe destacar que en diversos motines y en la propia revolución fueron muchas las mujeres que tomaron partido y se lanzaron a las calles de París para reclamar sus derechos. A pesar de esto, la “Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano” promulgada por la Asamblea Nacional en agosto de 1789 se los negó. Y es que el famoso eslogan de la Revolución francesa de “libertad, igualdad y fraternidad” sólo era aplicable a los varones. Las mujeres fueron usadas para lograr alcanzar una meta y, acto seguido, se las dejó de lado.
La Marcha de las Mujeres sobre Versalles
No obstante, en el mes de octubre de 1789 tuvo lugar uno de los hechos fundamentales de la Revolución. En el contexto de una crisis económica y de subsistencias que aún no había desaparecido, en la mañana del 5 de octubre, unas 7000 u 8000 mujeres acabaron reunidas. Se generó una protesta contra el precio del pan y se reclamaba que el rey regulase los precios, querían que cumpliese con sus obligaciones morales, de justicia y de política. La multitud, a la que también se sumaron algunos hombres, se dirigió entonces de París al palacio de Versalles donde residía el rey Luis XVI. Llegaron sobre las tres de la tarde, mientras el rey estaba reunido con los notables decidiendo que hacer ante aquella crítica situación. El presidente de la Asamblea Nacional, Mounier, se presentó ante el rey acompañado de doce mujeres que le expusieron sus reivindicaciones.
Al atardecer, una parte de aquellas mujeres volvieron a la capital, pero otra parte acamparon frente al palacio. Más tarde durante ese mismo día, parte de la Guardia Nacional y del pueblo de París se dirigieron también hacia Versalles. En la mañana del 6 de octubre, a partir de las cinco de la madrugada, se produjeron actos violentos contra los guardias que custodiaban el palacio. La muchedumbre enfurecida entró al palacio, llegando incluso a las habitaciones reales. De todo aquel caos y locura, Luis XVI decidió acompañar al pueblo a París para residir a partir de aquel momento en el Palacio de las Tullerías. Este acontecimiento fue determinante para la caída definitiva de la monarquía.
A pesar de este hecho, como de tantos otros en que la participación femenina fue crucial, los derechos de las mujeres continuaron sin atenderse. Aún más, durante el período revolucionario se produjo una defensa de toda una serie de valores “tradicionales” (honor, pudor, recato…). Una vez que la Revolución estaba más o menos consolidada, y tal y como muestra lo ocurrido en la Asamblea Constituyente de los días 10 a 19 de septiembre de 1791, la mujer quedó establecida como una ciudadana de segunda categoría.
Sin embargo, durante todo aquel tiempo comenzó a surgir una conciencia y una creencia acerca de los derechos de las mujeres, originándose las primeras manifestaciones y movimientos feministas. No fue hasta 1791 cuando Olympe de Gouges, una auténtica revolucionaria, se atrevió a publicar la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”. Esta obra reivindicaba sus derechos como mujer, los cuales habían quedado excluidos en el ascenso de la Revolución, y establecía la igualdad de hombres y mujeres, además de reivindicar el derecho al sufragio, entre otros.
Fueron pues la Ilustración y la Revolución francesa las que impulsaron un cambio crucial para la Historia. La muerte del Antiguo Régimen y el nacimiento de la modernidad trajeron consigo un cambio de paradigma respecto de las mujeres. Estos hechos posibilitaron no sólo que ellas saliesen de los espacios privados y se lanzasen a la conquista de los espacios públicos, tal y como puede apreciarse en este episodio de la marcha a Versalles, sino también que se generase ese germen y ansia por lograr la igualdad.
Bibliografía
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TULARD, J. : «Octobre 1789 Journées Des 5 & 6», en Encyclopædia Universalis (on line) [consultado el 19 de noviembre de 2017]. URL : http://www.universalis.fr/encyclopedie/journees-des-5-et-6-octobre-1789/
Artículo escrito por Laura Wagner, graduada en Historia.
Para saber más
Laura Wagner Tinoco es graduada en Historia por la Universidad de Málaga. Ha estudiado el Máster de Documentos y Libros. Archivos y Bibliotecas en la Universidad de Sevilla. Actualmente, estudia el Máster de Igualdad y Género en la Universidad de Málaga. Es una apasionada de su trabajo, centrado en la Historia del Libro y en la Historia de la mujer.