Introducción
Las Guerras Médicas fueron una serie de conflictos bélicos que enfrentaron al imperio persa de la dinastía aqueménida contra las ciudades-Estado del mundo griego a lo largo de la primera mitad del siglo V a.C. Las conocidas como primera guerra médica y segunda guerra médica corresponden a los dos intentos de invasión persa del territorio griego, entre el 492-490 a.C. y el 480-479 a.C., respectivamente. Algunas de las batallas más famosas de la Antigüedad tuvieron lugar en estos años, como la de Salamina, Maratón o las Termópilas. El final de los conflictos llegaría en torno al año 449 a.C. con la Paz de Calias.
La Primera Guerra Médica
La primera campaña de Mardonio
Tras los acontecimientos ocurridos en la revuelta jonia años atrás, sobre todo en lo referido al incendio de Sardes, el rey persa Darío I tenía más motivos que nunca para querer invadir los territorios continentales griegos. En el año 492 a.C., envió un gran ejército al mando de su yerno, Mardonio, que consiguió conquistar Tracia, Tasos y Macedonia, en el norte de Grecia. Sin embargo, esta primera expedición fracasó estrepitosamente, puesto que la flota naufragó en las costas de la península Calcídica y Mardonio se vio obligado a regresar.
No obstante, Darío I pronto preparó otra expedición de conquista, esta vez con la intención de cruzar directamente el Egeo para evitar las corrientes marítimas del norte. Era tanto el terror que inspiraban los persas que muchas ciudades griegas prefirieron rendirse a los persas antes que luchar y ser derrotados y arrasados como Mileto. Esta rendición venía definida por la entrega a los heraldos del rey persa de tierra y agua, los dos símbolos proverbiales de sumisión que reconocían a Darío I como el supremo rey por tierra y mar de esos territorios. Esta rendición la llevaron a cabo muchas islas griegas del Egeo y las ciudades continentales de Argos y Tebas, más los atenienses y espartanos se negaron.
La invasión de Grecia por Darío I
Seguramente, el principal objetivo del intento de invasión griega por Darío I fue el de castigar severamente a Atenas y Eretria por la ayuda prestada en la rebelión de Jonia. Según los textos de Herodoto, en el verano del año 490 a.C. una flota persa de seiscientas naves comandada por su sobrino Artafernes y por el medo Datis llegó a Grecia. Es probable que la cifra de barcos que indica Herodoto sea una exageración, pero aun así se ha calculado que veinte mil hombres podrían haber participado en este intento de invasión. Entre ellos estaría Hipias, el antiguo tirano pisistrátida de Atenas, que se habría aliado con los persas para que lo recolocaran en el poder a cambio de ser vasallo de Persia.
De camino a Eretria, los persas también tuvieron tiempo de incendiar la ciudad y los templos de la isla de Naxos, deportando a los cautivos reteniendo a sus hijos como rehenes. Una vez llegados a Eretria, el asedio que emprendieron los persas duró menos de una semana, ya que el gobierno fue traicionado desde el interior y entregado a los persas. Lejos de aceptar su rendición sin más, el ejército de Darío I incendió sus templos y deportó a la población en venganza por la destrucción de Sardes.
El origen del maratón
Desde Eretria los persas pasaron a Maratón, en el norte del Ática. Una vez que los atenienses se enteraron, decidieron enviar inmediatamente sus tropas allí, y mandaron a un corredor llamado Fidípides para avisar a Esparta. Según esta leyenda, que originó lo que entendemos hoy en día como una maratón, Fidípides habría recorrido los más de doscientos kilómetros que separan ambas ciudades en solo un día.
Sin embargo, los espartanos no quisieron participar del combate, pues estaban celebrando en ese momento las Carneas, una fiesta en honor de Apolo que les prohibía salir de su ciudad hasta después del siguiente plenilunio. A pesar de que esto a primera vista podría calificarse más como un acto de egoísmo o cobardía, lo cierto es que puede tener una buena justificación, teniendo en cuenta lo profundamente piadosos que eran los espartanos y el poco miedo que tenían a la guerra. Fuera como fuera, el destino de Atenas y de toda Grecia se decidiría en una batalla crucial para la Historia antigua: la batalla de Maratón.
Bibliografía
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