La Pentecontecia
Se conoce como Pentecontecia al periodo histórico de la antigua Grecia que abarca desde el final de la Segunda Guerra Médica (479 a.C.) hasta el inicio de la Guerra del Peloponeso (431 a.C.). Recibe este nombre porque se traduce literalmente como «periodo de cincuenta años». Por ello, todos los acontecimientos que se producen en estas décadas están contextualizados en la Pentecontecia. Esto incluye lo que vamos a ver hoy, la Primera Guerra del Peloponeso (460-445 a.C.). También la formación de la Liga de Delos, la construcción del Partenón de Atenas, el ostracismo a Cimón de Atenas, el máximo desarrollo de la democracia ateniense, o la batalla del río Eurimedonte, entre otras muchas cosas.
¿La Primera Guerra del Peloponeso?
Se conoce como la Primera Guerra del Peloponeso a la serie de batallas esporádicas que enfrentaron a la Liga de Delos y la Liga del Peloponeso entre el 460 y el 445 a.C. Fue una guerra no declarada entre Atenas y Esparta, cabezas de sendas ligas. Por este motivo el adjetivo primera lo he puesto entrecomillado, para diferenciarlo de la Guerra del Peloponeso (que sería en realidad la «Segunda» Guerra del Peloponeso) que enfrentó a ambos bandos de forma oficial entre el 431 y el 404 a.C. El principal problema que los historiadores tenemos a la hora de afrontar estos conflictos es que las fuentes de conocimiento son principalmente atenienses. Por esta razón, puede que no reflejen con demasiada objetividad los hechos acontecidos y favorezcan para la Historia al bando ateniense, que finalmente perdió la guerra.
Causas de la Primera Guerra del Peloponeso
La importancia de Mégara
Mégara era una polis dedicada al comercio que limitaba al oeste con el Ática. A pesar de no ser muy grande, tenía una gran importancia estratégica, pues separaba Atenas de Corinto, aliado imprescindible de Esparta por su potente flota naval. A causa de su posición, los cambios de bando de Mégara fueron constantes a lo largo de todo el siglo. Hacia el 461 a.C., Mégara se alió con Atenas para que la protegiera de cara a una posible invasión corintia. Paradójicamente, esto solo hizo aumentar la tensión con Corinto, que observaba como Atenas tenía más poder al acceder al puerto de Pegas en Mégara.
No obstante, fue otro hecho el que prendió la llama de la guerra. Tras la rendición de los ilotas sublevados en el Monte Itome, los atenienses los establecieron en la ciudad de Naupacto, en la región de Lócrida, al norte de la península del Peloponeso. Esta maniobra provocó la ira de los corintios, que veían como los atenienses cortaban sus posibilidades de expansión comercial. Las relaciones diplomáticas entre Atenas y Corinto estaban a punto de estallar, y por tanto, el enfrentamiento entre ambas ligas militares también.
La creación de los Muros Largos de Atenas
Finalmente, en el 459 a.C. Corinto y la cercana isla de Egina unieron fuerzas para invadir Mégara. Como resultado, Atenas no solo consiguió parar la invasión conjunta, sino además fortalecerse internamente. Cuando terminó la batalla de Platea, los atenienses habían reconstruido los muros en torno a su ciudad. Ahora lo que hicieron fue construir los Muros Largos de Atenas, una serie de murallas kilométricas que conectaban directamente la ciudad con el puerto del Pireo. De este modo, la ciudad resultaría imposible de asediar por tierra, ya que tendría un suministro constante de víveres que le podrían llegar por mar.
Cara y cruz del imperio ateniense
En el año 457 a.C., los espartanos decidieron marchar a la región de Beocia para enfrentarse a los atenienses en la batalla de Tanagra. Aunque el resultado en el terreno fue de victoria para los espartanos, en la práctica benefició más a los atenienses. Pocos meses después, Atenas controlaba toda Beocia menos Tebas, y su influencia llegaba a marcar la política de sus polis. La presión ateniense hizo también que la isla de Egina y las ciudades de las regiones vecinas de la Fócide y la Lócride se unieron a la Liga de Delos. Además, Atenas consiguió adentrarse en la península del Peloponeso al hacerse con los estados de Trezén (en el extremo oriental) y Acaya (en el extremo norte).
En este momento, a mediados del siglo V a.C., el imperio ateniense se encontraba en su momento de mayor extensión territorial. Por ello, los atenienses decidieron embarcarse en dos arriesgados proyectos: causar los máximos daños posibles a la flota fenicia que se encontraba en Chipre, y ayudar militarmente a Egipto, que se había revelado contra el rey persa Artajerjes que la dominaba. Ambos acabaron en desastre. La flota fenicia no solo escapó, sino que ayudó a destruir la segunda flota que los atenienses habían enviado, de refuerzo. En Egipto, la campaña se prolongó durante años, y al final todos los atenienses acabaron asesinados.
La Paz de Calias y la tregua espartana
Cuando Cimón de Atenas volvió del ostracismo, en torno al 452 a.C., hizo un pacto con su enemigo político, el gran Pericles. Podría volver a encargarse de dirigir la ofensiva ateniense contra Persia y llegar a la paz con Esparta, pero no podría intervenir en la política interna desarrollada por Pericles. De este modo, antes de morir en Chipre en el 450 a.C., Cimón había conseguido una tregua de cinco años entre Atenas y Esparta y un tratado de paz con Persia.
A este tratado de paz se le conoce como la Paz de Calias, debido a que fue Calias, un familiar de Cimón, quien negoció los acuerdos. Desgraciadamente, no ha llegado a la actualidad el texto de este tratado, por lo que muchas veces se ha dudado de su existencia. No obstante, con tratado o sin él, lo cierto es que fue a mediados del siglo V a.C. cuando Atenas y Persia abandonaron sus conflictos.
Por otro lado, la paz con Esparta que puso fin a esta Primera Guerra del Peloponeso se produjo en el 445 a.C. Era un momento de gran debilidad para Atenas, pues en un par de meses perdió todas las conquistas que había hecho en los últimos quince años. Todo comenzó en el 446 a.C. Cuando la tregua de cinco años expiró, la región de Eubea, al norte del Ática, se sublevó contra Atenas. Y mientras los atenienses trataban de sofocar esta rebelión, Mégara aprovechó la coyuntura para traicionar a sus antiguos aliados y matar a la guarnición ateniense en la polis. Ante esto, el rey Plistoanacte de Esparta vio la ocasión perfecta para invadir Atenas. Probablemente gracias a un generoso soborno, Pericles consiguió que los espartanos abandonaran Atenas.
La Paz de los Treinta Años
Después de la invasión espartana, la influencia de Atenas en Beocia se desvaneció. Con el tiempo consiguieron someter a Eubea, pero Mégara volvió a integrarse en la Liga del Peloponeso. Al final de la Primera Guerra del Peloponeso, Atenas se encontraba igual o peor que al principio de la misma. La paz firmada con Esparta en el 445 a.C. tuvo el nombre de Paz de los Treinta Años porque era el tiempo que se quería mantener sin conflictos. Sin embargo, lo cierto es que no llegaría ni a la mitad de este tiempo, ya que la (Segunda) Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) llegaría en cuestión de 14 años. La hegemonía ateniense en Grecia estaba cerca de su final.
Bibliografía
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