Artículo sobre el druidismo escrito por Enol Alonso Capín, graduado en Historia.
Introducción
Bienvenidos a esta nueva saga en la que se abordará el tema del druidismo y los druidas en la religión celta. El objetivo de esta saga será conocer el contexto en el que se desarrolló el druidismo y cómo fue evolucionando históricamente en relación con los romanos. En este primer artículo se comenzará una inmersión en el mundo religioso de los celtas, dirigido por los druidas como podemos saber gracias a las fuentes de conocimiento.
¿Quiénes eran los druidas?
Para empezar, debemos saber que los druidas eran los sacerdotes de los celtas, un pueblo indoeuropeo que se asentó en torno a los siglos VIII y IV a.C. por la mayor parte de la Europa atlántica, central y oriental, el Norte de la Península Itálica y la región de Galacia en la Península de Anatolia (la actual Turquía). Sabemos que la religión céltica estaba fuertemente relacionada con la naturaleza y el mundo de lo onírico, de lo mágico. Es entonces que los druidas cobran un gran sentido, o así parece observarse a partir de la etimología de la palabra druida,. Ésta parece provenir, o estar relacionada, con los robles, bosques y árboles sagrados, ya que proviene de drew (árbol) y weid (ver)/ wid (conocimiento, inteligencia).
De esta misma forma, entendemos que la arboleda sagrada en la que se realizaban los rituales y sacrificios, así como posiblemente las reuniones de los druidas de la región, era denominada Nemeton. Sobre su existencia Estrabón (s. I a.C. – I d.C.) menciona que existe en Galacia con el nombre de Drunemeton, y Julio César (s. I a.C.) la localiza en el Bosque de los Carnutes. Además, puede que existiera otra en Britania en la isla de Anglesey, la isla de Mona según los romanos. Sabemos que estas arboledas estaban relacionadas con la diosa celta Nemetona, que parecía estar vinculada a la guerra, pues siguió recibiendo culto siempre junto a Marte en época romana, como nos muestra la epigrafía.
Los celtas tenían diferentes definiciones para los sacerdotes, tales como el galo gutuatri (habladores), relacionado con el irlandés guth (voz). A esta idea se ha llegado a través de observar que en varias inscripciones de la Galia, en la Aquitania y la Lugdunensis, se encontraron inscripciones en las que aparecía un gutuater como la persona a la que se dedicaba. La cuestión es que en las inscripciones de la Lugdunensis los gutuatri aparecen vinculados al dios galo Anvalo, por lo que se reforzaría la hipótesis de que los druidas serían denominados de tal forma incluso en época romana; y esto se manifestaría en que Hircio (lugarteniente de Julio César) emplea el término gutruatum.
Las fuentes romanas y el druidismo
En cuanto a lo que fue el proceso histórico del druidismo, si bien sabemos la extensión que tuvieron los celtas, no así cuándo ni dónde surgió el druidismo como religión. Aun así, parece haber una aceptación generalizada en que fue en Gran Bretaña donde nació, más específicamente en la isla de Anglesey, a la que se ha considerado como el centro del druidismo. Desde ahí se expandió en torno al siglo VI a.C. por el resto del mundo celta. No obstante, hay autores que sostienen que el hecho de que sólo aparezcan localizados en la Galia y Britania, no así en Irlanda, la Península Ibérica, la Cisalpina o Galacia, responde a que su génesis se retrasaría al siglo IV a.C., tras las míticas invasiones galas sobre las penínsulas Itálica y Balcánica.
Acerca de la relación romana con el druidismo, viendo la dificultad para su control y la problemática que suponían los druidas, autores como Suetonio (s. I – II d.C.) nos mencionan que Augusto (s. I a.C. – I d.C.) prohibió la Religio druidorum, un proceso que continuarían posteriores emperadores. Aunque realmente fueron tolerados durante el gobierno de Augusto a cambio de no ser ciudadanos romanos, a partir de Tiberio (s. I a.C. – I d.C.) fueron perseguidos hasta la crisis del año 70 d.C., momento en el que algunos profetizaron que el incendio del capitolio era un vaticinio de la destrucción de Roma, tal y como nos dice Tácito (s. I – II d.C.) en sus Historias.
Aun así, parece que no hubo una persecución sistemática, por lo que pervivieron. Por lo que se ha podido comprobar, lo que realmente debió pasar es que fueron fagocitados por la religión imperial. Sea como fuere, vuelven a desaparecer de las fuentes hasta que reaparecen en fuentes del siglo IV – V d.C. como Lampridio o Vopisco, autores de la Historia Augusta; y del mismo modo van a ser claramente patentes en la sociedad de la Galia de la centuria siguiente. Esto se entiende como una muestra de la persistencia de las tradiciones druídicas, posiblemente en torno a los centros-santuarios médico-curativos que se construyeron en ciertos lugares relevantes del culto celta durante el Principado (s. I a.C. – III d.C.).
Con la llegada del cristianismo, los druidas fueron vistos como enemigos, siendo relegados a chamanes, magos o curanderos. Aun así, las fuentes escritas tempranas irlandesas aun mantenían el respeto por los druidas, asociándolos muchas veces con los primeros santos celtas. A este respecto, Pelagio (monje asceta de los siglos IV – V d.C.) fue acusado de prácticas heréticas, incluyendo la resurrección de los druidas y sus creencias paganas. Atendiendo a las fuentes que empleamos para el druidismo, poco se sabe sobre el proceso de la religión druídica antes de su presencia en las fuentes grecolatinas, cuya visión fue diferente según el autor y la cronología. Por esta razón, tenemos autores que transmiten una visión salvaje y otros, una mucho más idílica.
Las fuentes griegas y el druidismo
Los primeros autores que hablan sobre los druidas son los griegos, quienes como Herodoto ya en el siglo V a.C. realizan descripciones tanto de estos como de los otros miembros relacionados con ellos y sus funciones. De estas fuentes podríamos destacar que tratan a los druidas y compañía con cierto respeto, lo que cambiará al llegar a las fuentes romanas y romanófilas, que suponen la mayor cantidad de referencias a estos. Este corpus de fuentes data de época romana tardorrepublicana y altoimperial, contemporáneas a las conquistas de la Galia y Britania, y a la supresión druídica que ordenó Claudio (s. I a.C. – I d.C.). Es por ello que la visión que transmiten es sobre lo salvajes y crueles que eran, y las macabras creencias, poderes y rituales que tenían.
Tras desaparecer de las fuentes, cuando reaparecen cuentan con la buena opinión de los autores cristianos de la Escuela de Alejandría (s. III – VII d.C.), que tenían una visión idealizada de los druidas. En esta escuela nace la primera mención a una relación entre las enseñanzas druídicas y pitagóricas; y es que resulta que Hipólito aseguraba que los druidas habían adoptado ideas pitagóricas a través de Zalmoxis (s. VI – V a.C.), el esclavo tracio de Pitágoras (s. VI – V a.C.); por otra parte, también estaba la idea de Clemente de Alejandría (s. II – III d.C.), según el cual Pitágoras había adoptado ideas de los druidas.
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Artículo escrito por Enol Alonso Capín, graduado en Historia.
Para saber más
Enol Alonso Capín es Graduado en Historia por la Universidad de Oviedo. Se especializó en Historia Antigua en la Universidad de Sevilla y en Historia Militar en la UNED-IUGM. Actualmente está haciendo el doctorado en la Universidad de Oviedo en el área de Historia Antigua al tiempo que se prepara las oposiciones de secundaria.