Artículo sobre los rituales druidas escrito por Enol Alonso Capín, graduado en Historia.
Introducción
Bienvenidos a esta nueva saga en la que se abordará el tema del druidismo y los druidas en la religión celta. El objetivo de esta saga será conocer el contexto en el que se desarrolló el druidismo y cómo fue evolucionando históricamente en relación con los romanos. En esta última entrega vamos a acercarnos a lo que eran ya los rituales druidas, centrándonos en los más conocidos. Con esto se pretende realizar un acercamiento a esos cultos que han sido considerados característicos y que a día de hoy siguen estando en el ideario popular a la hora de pensar en los druidas.
Los rituales druidas y el muérdago
Para comenzar este tratamiento, y tomando lo que nos cuenta Plinio El Viejo a continuación, iremos desgranando cada elemento de los rituales druidas. De esta forma, empezamos por leer el siguiente pasaje sobre el muérdago:
No hay que pasar por alto tampoco, este asunto, la admiración de las Galias por el muérdago. Los druidas —así llaman a sus magos— no consideran nada más sagrado que el muérdago y el árbol en que crece, con tal que sea un roble. […] Sin embargo, este muérdago se encuentra muy raras veces y, cuando se ha descubierto, se recoge con gran veneración y, ante todo, en el sexto día de la luna […]. En su lengua llaman al muérdago «el que lo cura todo». Después de haber preparado, según sus ritos, un sacrificio y un banquete bajo un árbol, traen dos toros de color blanco, cuyos cuernos se atan entonces por primera vez. Un sacerdote, engalanado con una vestidura blanca, sube al árbol y con una hoz dorada corta el muérdago, que se recoge en un sayo blanco. Inmediatamente después inmolan las víctimas, suplicando que el dios haga prospero su don para aquellos a quienes lo ha concedido. Creen que el muérdago, tomado en poción, otorga fecundidad a cualquier animal estéril, y que sirve de remedio contra todos los venenos. (Pli. H.N. 16.95)
Primeramente, lo que vemos es que los celtas habrían relacionado el muérdago con atributos para uso mágico. Así, tendría relación con la recuperación de la fertilidad humana o animal, y también sería un ingrediente antiveneno o capaz de curar toda enfermedad, tal y como vemos en el significado que Plinio atribuye en la lengua celta al muérdago. Por otra parte, podemos observar que hay una interesante relación entre la dificultad de encontrar el muérdago y su concepción de planta sumamente sacra. Para reforzar ese carácter sagrado estaría el momento y la forma de cortar el muérdago bajo la luna y con hoces doradas, o de oro, para depositarlo sobre una tela blanca.
Los rituales druidas y los banquetes
Continuando con el banquete, se han encontrado escenas de esa índole en tumbas. En una de la cultura de Hallstatt en Hochdorf se descubrió una vajilla con sus nueve cuernos para realizar dicho banquete en el Otro Mundo; y en Gournay (Francia) se encontraron restos de animales con marcas muy claras de haber sido descarnados y consumidos de forma deliberada. En este ceremonial se consumiría un ganado joven de cerdos y corderos que sería cocinado previamente, tal y cómo se indica en santuarios galos como el de Mirebeau (Côte d’Or), Ribemont sur Ancre y Digeon (Francia), para ser consumidos más adelante dentro del propio santuario.
En el caso del banquete funerario, como el de Hochdorf, estaríamos ante la preparación del mismo en la otra vida como ajuar que acompañaría al finado tras su muerte. Por otra parte, el banquete sacrificial realizado en los santuarios-templos-nemetones podría ser que tuviera alguna connotación como celebración por la realización del mismo, pues suponía la congregación de la comunidad y/o de los druidas en una actividad de gran trascendencia por estar realizada en consonancia con los sacrificios animales o humanos que se realizaban en estos lugares.
Acerca del sacrificio animal, Plinio nos dice que eran toros blancos los sacrificados a la luz de la luna tras los ritos previos. Esto resulta en una escena que también encontramos reflejada en el caldero de Gunderstrump. La cuestión que se nos plantea es la veracidad de lo que se cuenta acerca de los toros blancos. Si así fuera, debía ser extremadamente infrecuente, debido a que estos animales no es fácil que nazcan, pero es posible que realmente el animal fuera pintado.
Esto último tendría el apoyo arqueológico confirmado en santuarios como el de Gournay, en el que se han encontrado restos de bóvidos en varios santuarios celtas, y en el que también se encontraron restos de perros y caballos. Posiblemente los primeros por ser el perro un animal psicopompo, y los últimos posiblemente por esa connotación que comparten con los toros de animales relacionados con la fuerza y la virilidad, y con ello con la fertilidad.
Los rituales druidas y el anguinum
Esta diferenciación se muestra, además, en que esos animales sacrificados eran ya de cierta edad (algunos ya con 10 años) y que fueron debidamente despedazados y dejados de forma ritual en hoyos dentro de los santuarios, algunas veces colocados de una forma muy delicada. Junto a estos elementos, Plinio El Viejo nos habla de otro muy excepcional, el anguinum, y nos lo comenta de la siguiente forma:
Además de lo anterior, hay otro tipo de huevo, el cual es conocido por la gente de las provincias galas, pero totalmente omitido por los escritores griegos. En el verano, innumerables serpientes se entrelazan artificialmente y forman anillos alrededor de sus cuerpos con el limo viscoso que exuda de sus bocas y con la espuma que secretan: el nombre que se le da a esta sustancia es «anguinum«. Los druidas nos dicen, que las serpientes expulsan estos huevos al aire por sus silbidos, y que una persona debe estar lista para atraparlos con una capa, para no dejarlos tocar el suelo; también dicen que debe volar al instante a caballo, ya que las serpientes seguramente lo perseguirán, hasta que un río intermedio haya colocado una barrera entre ellos. La prueba de su autenticidad, dicen, es su flotación en contra de la corriente de un río, aunque se engaste en oro. Pero, como es lo que hacen los magos para ser diestros y astutos al lanzar un velo sobre sus fraudes, fingen que estos huevos solo se pueden tomar en un determinado día de la luna; como si, por el contrario, dependiera completamente de la voluntad humana para hacer que la luna y las serpientes estuvieran de acuerdo en el momento de esta operación.
Yo mismo, sin embargo, he visto uno de estos huevos: era redondo y casi tan grande como una manzana de tamaño moderado; la cáscara de ella estaba formada por una sustancia cartilaginosa, y estaba rodeada de numerosas cúpulas, por así decirlo, que se asemejaban a las de los brazos del pólipo: se mantiene en alta estimación entre los druidas. (Pli. H.N. 29.12.1-5)
Como podemos ver, el anguinum era un objeto druídico que resultaba ser un huevo de serpiente formado por la saliva y las secreciones de serpientes y que era un objeto muy preciado por los druidas. Autores como King creen que se trataría de una concha de bocina o caracol común del litoral atlántico que habría sido de un tamaño poco frecuente; posiblemente esas conchas habrían sido llevadas por los druidas como un objeto preciado o un emblema de autoridad. Por esta razón, es posible que Plinio fuera objeto de algún tipo de broma al no estar habituado a estos elementos.
Otra opción es que se tratara de un amuleto en forma de huevo tallado en piedra, como es el caso del “huevo” encontrado en Bu Sands (Burray, Escocia), hecho en serpentina. De esta forma, es factible que Plinio fuera objeto de esa broma, o bien que le contaran la forma fantástica por la que se decía que se obtenían dichos amuletos.
Bibliografía
ELLIS, P.B. (2003): A Brief History of the Celts. Robinson, Gran Bretaña.
GREEN, M. J. (2002): Animals in Celtic Life and Myth. Ediciones Routledge, Gran Bretaña.
GREEN, M. J. (2010): El mundo de los druidas. Ediciones Akal, Madrid.
IRELAND, S. (2008): Roman Britain: a Sourcebook. Routledge, Gran Bretaña.
KING, J. (1995): The Celtic Druids’ Year: Seasonal Cycles of the Ancient Celts. Blandford Pr, Gran Bretaña.
PLINIO EL VIEJO, Historia Natural. Libros XII-XVI, F. Manzanero Cano et al. (trads.). Madrid, 2010.
Artículo escrito por Enol Alonso Capín, graduado en Historia.
Para saber más
Enol Alonso Capín es graduado en Historia por la Universidad de Oviedo, con especialización en Historia Antigua en Sevilla y en Historia Militar en la UNED-IUGM. Actualmente es doctorando en la Universidad de Oviedo en el área de Historia Antigua, compaginando esta labor con el estudio de las oposiciones de secundaria.