Hoy tenemos el gran placer de contar en esta sección de entrevistas con una galardonada medievalista británica. Helen Castor, bienvenida a la web Historiae.
Ante todo, eres muy amable, gracias, es un placer estar aquí.
Antes de nada, quería empezar esta entrevista felicitándote por tu excelente trayectoria profesional. Eres profesora y miembro del Sidney Sussex College de la Universidad de Cambridge, has publicado diversos y exitosos libros y has sido presentadora y locutora de numerosos documentales históricos para la BBC, contenidos también en Netflix. Además, has sido finalista del premio Samuel Johnson en 2005 y has ganado el prestigioso premio Beatrice White en 2006, ambos por tu obra Blood & Roses. ¿Cómo se compagina todo este trabajo?
Parte de la respuesta es que tengo mucha suerte de seguir en contacto con mis compañeros de la Universidad, aunque ya no enseñe. Me siento muy afortunada por haber impartido clases y conferencias en Sidney Sussex en Cambridge durante ocho años. Aprendí mucho de mis estudiantes y mis maravillosos compañeros. Cambridge es un lugar muy importante para mí en cierta forma y donde tengo muchos contactos, pero últimamente estoy inmersa en la escritura de mis libros y en hacer programas de televisión y radio cuando tengo la oportunidad. Así que en realidad no es tanto trabajo como parece y lo miras en su conjunto, pero creo que, para escribir, necesito ser capaz de concentrarme. El tipo de investigaciones que hago significa que tengo que ser capaz de evadirme y sumergirme en las fuentes para ver qué interpretaciones saco en claro. En realidad, escribo muy lento, así que me lleva mucho tiempo.
Ahora estás en España para promocionar Lobas: las vidas de cuatro grandes reinas medievales (2020), la primera edición en español de tu obra She-Wolves (2011), que en Inglaterra se ha adaptado ya en un éxito para la BBC. ¿Qué es lo que diferenciaba a las cuatro protagonistas de esta biografía (Leonor de Aquitania, Matilde de Inglaterra, Isabel de Francia y Margarita de Anjou) del resto de reinas europeas de la Edad Media?
Es una pregunta muy interesante. No estoy segura. Bueno, creo que todas las reinas sobre las que he escrito son muy distintas entre sí y, si observamos otros países europeos, también encontraremos otras reinas con la misma fuerza, la misma determinación que ellas. Sus vidas fueron muy distintas, pero el valor y la determinación que compartían la podemos encontrar en distintos países y épocas. Lo que hace que estas reinas se salieran del papel que se esperaba de ellas, lo que las hace distintas de las reinas más convencionales y cuya vida era más convencional, era, por una parte, por su carácter individual y, por otra, por sus circunstancias. Hubo muchísimas mujeres extraordinarias en la Europa de la Edad Media y en el siglo XVI, al igual que hay muchísimas mujeres extraordinarias hoy en día, pero de las que hablo en este libro son aquellas que, o bien tuvieron la oportunidad o se vieron obligadas por su situación a salirse del camino.
Matilde tuvo la oportunidad porque era la única hija legítima de su padre que podía reivindicar su derecho al trono. Este era un camino muy difícil para la mujer del siglo XII porque no era aceptable que una mujer reinara y para Matilde fue muy difícil que aceptaran su reivindicación, pero creía que tenía derecho a ello y estaba decidida a luchar por ello como heredera de su padre.
Otras mujeres del libro como Margarita de Anjou, por ejemplo, se vieron obligadas a dar un paso adelante porque su esposo era incapaz de reinar y su hijo, demasiado joven. Y cuando alguien desafiaba el trono de sus maridos, cuando estallaba la guerra civil, si ellas no luchaban por ellos, nadie lo haría. Así que diría que se debe a sus circunstancias y oportunidades, siempre por su carácter fuerte, determinación, voluntad y valentía.
Y ahora bien, a pesar de sus diferentes contextos cronológicos y personalidades, ¿qué es lo que tenían en común Leonor de Aquitania, Matilde de Inglaterra, Isabel de Francia y Margarita de Anjou para haber sido elegidas como las protagonistas de la obra?
Cuando investigué el periodo de la historia de Inglaterra comprendido entre la conquista normanda de 1066 y la situación del siglo XVI en la que empiezo el libro, cuando Eduardo VI, el único hijo de Enrique VIII, muere con tan solo quince años, Inglaterra iba a tener una reina sí o sí porque la única heredera posible era una mujer. Durante ese periodo y esos cinco siglos, las cuatro mujeres que sobresalían para mí fueron estas cuatro porque, de manera distinta y en épocas distintas, fueron las únicas que, por muy breve que fuera, se las ingeniaron para gobernar Inglaterra por ellas mismas, para ser quienes decidían lo que ocurría con Inglaterra en esos pocos años. Todas ellas tuvieron un momento breve, pero eso es lo que hace que sobresalgan. Aunque Matilde reclamó el derecho al trono para sí misma y las otras tres reinas, Leonor, Isabel y Margarita, actuaron como esposas del rey, en beneficio de sus maridos o de sus hijos, estas mujeres consiguieron gobernar Inglaterra durante un periodo breve en un mundo que creía que las mujeres no podían y no debían hacerlo.
En el libro mencionas que estas cuatro poderosas mujeres son algunos de los primeros ejemplos que demuestran que en Occidente el poder también ha estado en manos de mujeres. ¿Cómo crees que estas reinas influyeron en las posteriores vidas de reinas más universalmente conocidas como Isabel la Católica o Isabel I de Inglaterra?
Es una pregunta muy interesante. Isabel de Castilla e Isabel I de Inglaterra tienen, en cierta forma, un pasado distinto que observar porque, en la historia de Castilla, ya hubo una reina gobernante a principios del siglo XII: Urraca de Castilla. A ella sí le reconocieron su derecho y, por tanto, cuando Isabel subió al trono a finales del siglo XV, no había una tradición exactamente, pero sí un precedente de un reinado femenino, por decirlo de alguna forma. La dificultad de todo esto es que la palabra «reina» en inglés (creo que en español viene del latín) en realidad significa ‘la esposa del rey’ y, por eso, parte de la lucha de estas mujeres fue aceptar que era posible que existiera una mujer soberana, que «reina» también podía significar ‘gobernante’ así como ‘la esposa del gobernante’. Y, al menos, había un precedente que Isabel de Castilla podía recordar.
En Inglaterra, Matilde no tuvo éxito en establecer más allá de toda duda que tenía derecho a ser la reina de Inglaterra a principios del siglo XII. Acabó ganando la guerra a través de su hijo, el tratado que terminó la guerra civil por medio de un acuerdo en que su primo Esteban reinaría hasta su muerte, pero que tras ella no le sucedería su hijo, sino Enrique, el hijo de Matilde. Eso dejó sin resolver la cuestión de si las mujeres podían gobernar por sí mismas. Y, a mediados del siglo XVI, cuando las dos hijas de Enrique VIII sí subieron al trono como reinas, primero María Tudor (nieta de Isabel de Castilla) y luego Isabel de Inglaterra, lo más sorprendente es que no mencionaron a las mujeres que vinieron antes que ellas porque el precedente que sentaron en Inglaterra era demasiado complicado, demasiado provisional, demasiado parcial. No era una forma de soberanía directa que querían adoptar María e Isabel. El precedente que buscaban era el de su padre Enrique VIII y por eso se presentaron a sí mismas como hijas de su padre.
Por tanto, la historia de las mujeres sobre las que he escrito en el libro ha estado oculta hasta cierto punto en la historia de los reyes de Inglaterra. Por ejemplo, en muchas listas de los reyes y reinas de Inglaterra, Matilde no aparece porque nunca llegaron a coronarla y el rey que aparece es Esteban; la historia de Matilde queda apartada a pesar de que su reino se vio envuelto en medio de una guerra civil entre él y su prima para ver quién ostentaría la corona. Así que se trata de una historia de peleas y complejidades. Creo que una de las razones por las que María creyó que podía reinar, y la razón por la que su madre Catalina de Aragón pensó que su hija podía reinar en Inglaterra, fue que tomaron como precedente a Isabel, la reina legítima de Castilla, mientras que Enrique VIII no lo veía así. Cuando recordaba la historia de Inglaterra, no veía ese precedente.
Tal y como vemos en el libro, estas cuatro reinas medievales son ejemplos paradigmáticos de empoderamiento femenino en una época en la que ser mujer, aunque estuvieras en la cúspide de la pirámide social, no era nada sencillo. ¿Qué lecciones crees que enseña el libro a las mujeres de la actualidad?
Creo que entre las raíces de la actitud hacia las mujeres en el medievo, hay ciertos hechos físicos: las mujeres dan a luz, los hombres no, y en general (por supuesto, siempre hay diferencias entre individuos, pero en general), los hombres son más grandes y más fuertes que las mujeres y, por tanto, cuando se trata de luchar cuerpo a cuerpo y cuando hablamos de las contiendas en la Edad Media, había un fundamento físico que decía que los hombres podían luchar y que las mujeres debían quedarse en casa y tener hijos. En esto hay un fundamento físico, pero lo que la sociedad medieval puso encima de ello fue todo tipo de presunciones acerca de la naturaleza de los hombres y las mujeres que no tenía nada que ver con la realidad física. Estas presuposiciones tenían que ver con la debilidad de las mujeres que iba más allá de quién podía luchar en el campo de batalla, ideas sobre que las mujeres son irracionales, inmorales, que eran más proclives a sentirse tentadas por el diablo. Todas estas ideas que vienen de, o que tienen que ver, con la historia de Adán y Eva y el Jardín del Edén, todas estas ideas religiosas y de la Iglesia, imbuyeron todo esto en la sociedad.
Y creo que la historia de las mujeres sobre las que he escrito en el libro muestra que las mujeres pueden ser tan inteligentes, tener habilidades estratégicas, tan carismáticas, tan imponentes y consideradas como los hombres, y que estos pueden ser tan inmorales, irracionales, débiles y no tener madera de líder como las mujeres. Así que supongo que la enseñanza que puede extraerse es, espero, que cualquiera que sea el estereotipo que construyamos de hombres y mujeres basados en simples hechos biológicos, no limiten lo que los hombres y las mujeres puedan hacer en la sociedad, que tenemos que encontrar la manera de construir la sociedad que queremos con los principios que queramos y que incluya el talento de hombres y mujeres en su conjunto, en vez de separarlos casi en especies distintas como a veces ocurría en la Edad Media. Por supuesto, alababan las virtudes de las mujeres, pero eran aquellas que tenían que ver con estar en un segundo plano en la sociedad al estar relacionadas con la crianza y el apoyo. Eran valores realmente importantes, pero una vez más, espero que no los asociemos solo a las mujeres, que no las vean como secundarias. Y esta es mi lección del día.
Para que nuestros lectores puedan entenderlo, una obra como Lobas tiene un gran mérito porque es el resultado de años de investigación utilizando para ello cientos de referencias bibliográficas, tanto en formato físico como digital. ¿Qué nos puedes decir sobre esta intensa labor de documentación?
La investigación fue absolutamente fascinante y también fue un reto enorme. En parte porque las fuentes no son siempre fáciles, ya que las fuentes originales están en francés o latín medieval, y eso conlleva un trabajo de traducción fascinante, con textos muy difíciles y técnicos. Pero también, aunque hay muchas, son muy limitadas en lo referente a la Edad Media. Incluso cuando las fuentes comienzan a ser más extensas en el siglo XVI, no tenemos todas esas fuentes privadas con las que contamos en Historia Moderna: no tenemos diarios, y hasta finales del siglo XV y principios del XVI tampoco tenemos cartas privadas. Es muy difícil ver lo que ocurría en el gobierno tras las bambalinas, de conseguir, de ver, lo que la gente realmente pensaba y decía en privado. Así que es difícil adentrarse en esa parte emocional y psicológica de la historia en particular, pero a mí siempre me ha encantado ese reto, siempre me ha encantado reconstruir el carácter y la personalidad a través del transcurso de los hechos, revisar las fuentes y leerlas entre líneas. En el caso de las mujeres, tiende a ser un reto aún mayor porque los registros públicos de la vida pública tienden a estar escritos, sobre todo, por y acerca de los hombres de la historia. Por eso, es un trabajo de redescubrimiento y de unir distintas piezas, rellenar los huecos con lo que sabes y con imaginación histórica a la vez que dejas claro lo que proviene de las fuentes y lo que infieres. Pero ese es el reto que siempre me ha encantado de la historia medieval, es lo que me alegra el trabajo y tengo mucha suerte por poder hacerlo.
Desgraciadamente, vivimos en un mundo en el que la apología de la ignorancia y la desinformación están a la orden del día. En este ambiente social, ¿qué le dirías a cualquier ciudadano medio de España para motivarlo a ir a su librería más cercana a comprarse Lobas?
Bueno, ¡es evidente que todos deberían comprar Lobas! Pero creo que la lección que me ha enseñado estudiar historia es, antes que nada, cuestionar siempre tus fuentes. Si escuchas o lees cierta información, pregúntate de dónde viene, quién te lo está contando, si objetivamente es correcta y si se puede corroborar y por qué te están contando esta información, por qué quieren que sepas esto y no otra cosa. Busca el contexto y la motivación siempre.
Lo segundo que me enseña la historia es que nunca debes asumir que la motivación de los demás es menos compleja que la tuya. Todos nosotros somos actores complicados en el mundo. Con actores me refiero a que hacemos cosas por razones complicadas que pueden ser políticas, psicológicas, emocionales, racionales o no. Así que el proceso de cuestionar las fuentes también debería requerirnos pensar de forma crítica acerca de lo que presuponemos de otras personas. Es un trabajo difícil y, en especial, en el mundo actual del siglo XXI donde casi la mera imagen del mundo medieval, del que es muy difícil encontrar información y las personas tenía que esperar días, meses, para saber qué había ocurrido en lugares en los que no vivían y, luego, tenían que tener cuidado porque la información que les llegaba podía ser o no cierta. Ahora, nos bombardean con información a todas horas del día y de la noche y por todos lados, pero seguimos teniendo la dificultad de saber lo que es cierto o no.
Por eso, creo que siento una gran simpatía, una gran empatía, con los que vivieron en la Edad Media y me encanta contar sus historias, pero espero que esto me permita traer un enfoque crítico al igual que el pasado.
Como historiadora británica que eres, procedes de una tradición historiográfica y un ambiente sociopolítico, el anglosajón, que presenta notables diferentes con el hispanoparlante. En base a ello, ¿cómo ves tú la situación actual del mundo profesional de la divulgación histórica en tu país? Particularmente, ¿crees que la situación actual que vive Reino Unido con el Brexit ha afectado o afectará a tu trabajo?
Es una pregunta fascinante y muy difícil. Creo que en Reino Unido siempre ha habido un gran entusiasmo e interés por nuestro pasado y que eso sigue siendo así, pero creo que siempre existe el riesgo de que la historia se convierta en una forma de narración que se cierne y se centre en solo un punto de vista de cómo llegamos aquí. Ese es el peligro de la historia en cualquier parte del mundo. Pero, desde luego, creo que la situación actual en Reino Unido es una especialmente complicada en la política, claro está, pero una en que las distintas narrativas del pasado se aprovechan para apoyar las propuestas políticas actuales de una forma que dudo que valide la historia. Creo que estudiar el pasado medieval de Reino Unido que, después de todo, no es el pasado de un solo reino, sino del reino de Inglaterra, del reino de Escocia, el principado de Gales y la historia tan complicada de Irlanda en relación a esas otras partes; esta historia no sustenta el punto de vista de que en el pasado Reino Unido estuviera apartado del resto del continente de ninguna forma. Si estudias la Inglaterra medieval, estudias Inglaterra en Europa porque esa fue la experiencia de las clases políticas y, por tanto, la historia de una población que se veía constantemente afectada por su relación con lo que ahora es Francia, España, los Países Bajos, Bélgica, Alemania y Escandinavia, quiero decir, las suyas son una historia inseparable si estudiamos el pasado medieval y yo…, siento profundamente que mi país haya tomado esta decisión, y espero desesperadamente que, en un futuro, vuelva a estar integrado en Europa.
De cara al futuro cercano, ¿cuáles son los próximos proyectos profesionales de Helen Castor? ¿Veremos publicado quizás un nuevo ensayo histórico con las vidas de más mujeres ilustres de esta época?
Soy historiadora hasta la médula, así que creo que me quedaré en la Edad Media y el siglo XVI. Nuestra época me interesa muchísimo y me encanta pensar y hablar de las repercusiones que tiene la historia que estudio en el mundo moderno, pero no me veo escribiendo sobre él a corto plazo. Mi próximo libro va a ser un estudio sobre dos reyes en lugar de dos reinas, así que ahora pienso más en la masculinidad en la política medieval y no en la historia de las mujeres en la que he estado inmersa durante más de diez años. Voy a escribir sobre Ricardo II y Enrique IV, que reinaron en Inglaterra a finales del siglo XIV y principios del siglo XV, dos primos hermanos que se destituyeron el uno al otro. Se trata de una doble biografía acerca de la naturaleza de la realeza, de qué tipo de hombre se necesitaba para tener éxito en el gobierno en la Inglaterra medieval. En cierto modo, será una especie de libro complementario a Lobas, o eso espero. Y después voy a escribir una biografía completa de Isabel I de Inglaterra, lo que va a ser un reto enorme, pero estoy deseando ponerme con ello.
Helen Castor, muchísimas gracias por todo. Ha sido un maravilloso placer que hayas estado aquí con nosotros. Te deseamos que sigas cosechando tanto éxito con tus programas y tus libros como hasta ahora.
Muchas gracias a vosotros.