Hoy tenemos el gran honor de tener en esta sección de entrevistas a uno de los investigadores en historia contemporánea más importantes de nuestro país. Julián Casanova Ruiz, bienvenido a la web Historiae.
Gracias, es un placer.
Antes de nada, me parece imprescindible mostrarle mi admiración por su trayectoria profesional, en la que ha sabido combinar fantásticamente el mundo académico y el mundo divulgativo. Más allá de su actividad como catedrático de historia contemporánea de la Universidad de Zaragoza, ha publicado veinticinco libros, ha escrito decenas de colaboraciones en obras colectivas y artículos para revistas de todo tipo y ha dirigido más de treinta tesis doctorales. Además, ha sido profesor visitante en universidades de varios continentes, colabora habitualmente con medios de comunicación como El País u Onda Cero, ha trabajado de asesor histórico para directores de cine como Alejandro Amenábar o Mariano Barroso… ¿cómo se compagina toda esta actividad en el día a día?
Con trabajo, disciplina, búsqueda continua del conocimiento, contacto con historiadores e historiografías internacionales, compromiso…
Creo que no me equivoco si afirmo que muchos de nuestros lectores, entre los que me incluyo, nos acercamos por primera vez a sus obras mientras estudiábamos la carrera gracias a títulos imprescindibles para cualquier estudiante como son «Historia de España en el siglo XX» (Ariel, 2009), «Europa contra Europa. 1914-1945» (Crítica, 2011) o «España partida en dos. Breve historia de la guerra civil española» (Crítica, 2013). ¿Cuáles cree usted que son los factores que explican el gran éxito de estas obras?
Porque, además de cumplir con los requisitos imprescindibles de cualquier investigación -rigor, fidelidad con las fuentes, hacer preguntas al material investigado más allá de la mera transmisión de conocimientos-, esos libros los concebí como síntesis, territorio hasta hace poco casi exclusivo de hispanistas e historiadores consagrados, y me he preocupado desde hace tiempo en combinar la reflexión, la precisión empírica y la elegancia narrativa.
Su último libro es «La venganza de los siervos. Rusia, 1917», publicado en 2017 en la editorial Crítica con motivo del centenario de la Revolución Rusa. Como se expresa en él, las múltiples revoluciones que se dieron de forma simultánea y superpuesta en ese año transformaron por completo todas las esferas de la sociedad, la economía, la política, la cultura, la religión… ¿qué causas explican que una revolución tan radical se produjera en la Rusia de 1917 y no en cualquier otro país y fecha?
En realidad es la única gran revolución social que se ha producido en el continente europeo tras la aparición desde mediados del siglo XIX del socialismo y de sus dos ramas principales, el marxismo y el anarquismo. La profunda grieta entre una sociedad en cambio y la autocracia, comenzada ya algunas décadas antes, con manifestaciones violentas desde arriba y desde abajo, generó un enorme potencial para el desarrollo del conflicto.
La quiebra del sistema zarista no llegó, sin embargo, por la subversión, los disturbios sociales o las luchas internas, sino por un acontecimiento externo: la rivalidad imperial que Rusia mantenía con Alemania y Austria-Hungría. ¿Hubiera podido evitar Rusia la revolución de no haberse producido la Primera Guerra Mundial? Es una cuestión imposible de responder. Lo que sabemos es que la guerra actuó de catalizadora, empeoró las cosas y añadió problemas insalvables.
Si tuviera que destacar especialmente una característica presente en casi todas sus obras, diría que es su alto valor como productos de divulgación histórica. El hecho de que ensayos como los ya mencionados o muchos otros sean accesibles para un público generalista, ajeno al mundo profesional de la historia, supone una gran ayuda para la difusión de nuestra historia. En general, ¿cómo ve usted la situación de la divulgación histórica en España?
Hay que diferenciar entre lo que muchos entienden como divulgación -escribir lo que la gente quiere leer (algo que normalmente deciden las editoriales por encargo tras examinar el mercado)- y la “haute divulgation”, la que simplifica lo complejo, que se dirige a lectores que no buscan una mera transmisión de conocimientos, cuida la narración en cada frase, tiene a la precisión como una seña de identidad….
Creo que hemos avanzado, pero los historiadores mas jóvenes tienen que publicar en revistas indexadas para hacer curriculum -y no pueden o no saben todavía difundir obras dirigidas a un público amplio- y muchos de los que ya tienen puestos estables no escriben o no publican en editoriales comerciales, en las que hay que pasar filtros. Para muchos resulta más sencillo publicar en editoriales de instituciones públicas, muchas de ellas sin un buen trabajo de edición, sin buenos distribuidores, pero menos exigentes con los manuscritos.
Otro de sus temas predilectos es el desarrollo del movimiento anarquista, que experimentó en España uno de los mayores auges de toda Europa, sobre todo en los años 30. ¿Qué influencia real tuvieron estos grupos anarcosindicalistas y anarcomunistas en los hechos de la Segunda República y la Guerra Civil?
Lo que me interesó siempre del anarquismo -aprendí mucho de José Álvarez Junco en esa investigación- fue el conjunto de razones por las que, tras la Primera Guerra Mundial, justo cuando desaparecía prácticamente en el resto del mundo, arraigó con tanta fuerza en la sociedad española y en escenarios tan diferentes como el de los jornaleros andaluces, los trabajadores industriales de Barcelona o los obreros de la construcción y del metal en Zaragoza. Y analizar el antipoliticismo, la acción directa, como sus señas de identidad, frente al sindicalismo de gestión, de participación en las instituciones, de la UGT.
El tiempo de la II República y la guerra civil fue su edad de oro, sobre todo porque movilizaron a cientos de miles de trabajadores, organizaron, ya en la guerra, milicias, colectividades, ateneos y organizaciones de Mujeres Libres o de Juventudes Libertarias, y acabaron llevando a cuatro de sus más destacados dirigentes, entre ellos Federica Montseny, la primera mujer ministra de la historia de España, al Gobierno de la República. Después vendría la derrota, la represión, el exilio… y todo eso se discutió con amargura. El anarquismo quedo como un movimiento para la historia, marginado también de los debates e investigaciones sobre la llamada memoria histórica.
Para bien o para mal, vivimos en un país en el que la apología de la ignorancia y la polarización ideológica están a la orden del día, de modo que la profesión de historiador está muy injustamente infravalorada. En este ambiente social, ¿qué le diría a cualquier ciudadano medio de España para motivarlo a ir a su librería más cercana a comprar alguno de los libros firmados por Julián Casanova?
Lea el pasado con gafas -o lentillas- críticas; busque los ecos de la historia en los que indago, los acontecimientos ocultos en las fuentes oficiales; y, sobre todo, capte mi interés por la comparación, para que vea lo que está presente en nuestra historia -y ausente en la de otras naciones-, o viceversa. Lo importante es qué historia contar y cómo contarla. Y no todos los lectores buscan lo mismo.
Más allá de sus libros, usted ha reforzado su faceta divulgadora a través de su participación en los medios de comunicación, en decenas de conferencias y en revistas tan importantes como Desperta Ferro, Historia y vida, Clío o La aventura de la historia. Además, cuenta con más de 35.000 seguidores en las redes sociales y un canal de youtube propio en el que sube vídeos de sus cursos y conferencias. En materia de divulgación histórica, ¿cree que le falta algo por hacer?
Difundir mis conocimientos y enseñanzas ha sido siempre una de mis preocupaciones. Hace años era sobre todo en revistas de historia y en El País, en decenas de artículos y reportajes históricos que publiqué. Después en los medios, sobre todo en programas de radio, con cientos de miles de oyentes, donde hablo a menudo de historia. Y en los últimos años en las redes sociales, en mi blog (www.juliancasanova.es), en esas conferencias vistas con mucho respeto e interés por tanta gente -la que impartí sobre los fascismos hace poco la han visto más de 70.000 personas. Pero me ha interesado mucho la enseñanza, la dirección de tesis doctorales y proyectos de investigación, las conferencias en decenas de IES de toda España…
La gente que me ve solo en la difusión cree que me dedico a eso, pero también doy clases en español e inglés en varios países, en niveles también de master y doctorado, que exigen una preparación notable, estar al día con las nuevas aportaciones que llegan desde múltiples enfoques historiográficos. En suma, estoy en continua formación, superando nuevos desafíos, y eso me gusta. Quienes mejor lo saben son los historiadores -e historiadoras, que hay muchas- a quienes he dirigido la tesis doctoral.
En el primer vídeo que subió a su canal de Youtube recomendaba algunas de las mejores películas que podemos ver para aprender Historia contemporánea. ¿Hasta qué punto debería ser históricamente rigurosa una película, al ser un producto más orientado al entretenimiento que a la educación? En este sentido, ¿cómo valoraría su trabajo como asesor histórico de la película «Mientras dure la guerra» de Alejandro Amenábar?
Una película no es un documental histórico. La ficción tiene unas normas y reglas diferentes, por lo que no hay que exigirle a un director que haga una tesis doctoral o que cuente en hora y media lo que la mayoría de los historiadores no son capaces de contar en doscientas páginas. He utilizado siempre el cine como fuente histórica y, aunque como toda fuente es fragmentaria, valoro su atractivo, la capacidad de explicar en imágenes o en guiones precisos y con belleza literaria desde grandes acontecimientos históricos a hechos aparentemente insignificantes de la vida cotidiana. Mi trabajo como asesor histórico con Alejandro Amenábar y la productora MOD fue intenso, sobre temas en los que llevo investigando décadas, con un creador inteligente y que quería insertar partes de verdad relativa -eso es la historia- en su ficción.
En el año 2008, usted integró un grupo de expertos encargado de la búsqueda de fosas comunes y la identificación de las víctimas en el sumario contra los crímenes del franquismo promovido por el juez Baltasar Garzón. ¿Cómo valora el trabajo realizado en esa ocasión? ¿nos falta mucho por hacer en materia de memoria histórica?
Aquel proceso, como se sabe, fue bloqueado judicial y políticamente, pero los investigadores seguimos y acudimos a las instituciones a solicitarles gestión pública de aquel pasado. El memorial de las víctimas de la guerra civil y de la dictadura en el Cementerio de Torrero de Zaragoza es el paradigma de eso, pero no se podría haber hecho sin la investigación que publicamos -Ángela Cenarro, Julita Cifuentes, Pilar Maluenda, Pilar Salomón y yo- en 1992 con el título «El pasado oculto». Sin investigación histórica, las memorias acaban siendo utilizadas solo desde el presente político dividido.
Pero es algo que también me tomé en serio como director científico de dos grandes exposiciones, en Zaragoza: “Cien años de anarquismo en España”, en 2010; y “Cuarenta años con Franco”, en 2015, de las que salieron también dos libros publicados en Crítica con textos de los mejores especialistas.
En este momento apenas estamos empezando a ver la luz al final del túnel tras los meses de confinamiento y paralización económica que hemos vivido debido a la pandemia de coronavirus. Particularmente, ¿cómo ha afectado esta situación a su trabajo como historiador y docente universitario?
De muchas maneras. Para empezar, todas las clases presenciales pasaron a ser online. Desde el primer momento di clases con videoconferencias, con la misma duración y rigor que las presenciales. Además, he mantenido decenas de tutorías y conversaciones con estudiantes por Skype, he dado clases para la Central European University, de Budapest, y desde otoño en la de Viena, obligada por las políticas autoritarias de Orbán, también para estudiantes de veinte nacionalidades, desde Azerbaijan a Australia, pasando por Armenia o Macedonia.
En el futuro cercano, ¿cuáles son sus próximos proyectos profesionales? ¿Veremos publicado dentro de poco un nuevo ensayo histórico firmado por Julián Casanova?
Mi nuevo libro debería haber salido a finales de abril y, si nada grave vuelve a ocurrir de nuevo, verá la luz a comienzos de septiembre, en Crítica, la editorial en la que publico la mayoría de mis libros. Es la obra más ambiciosa que he escrito hasta el momento y se titula «Una violencia indómita. El siglo XX europeo».
Julián Casanova Ruiz, ha sido un maravilloso placer que hayas estado aquí con nosotros. Te deseamos que sigas teniendo en el futuro el mismo o un mayor éxito de público y crítica que hasta ahora.
Muchísimas gracias por todo.