Entrevista a Laura Sancho Rocher
Hoy tenemos el gran honor de tener en esta sección de entrevistas a una de las investigadoras en historia antigua más importantes de nuestro país. Laura Sancho Rocher, bienvenida a la web Historiae.
Muchas gracias, es un placer estar aquí.
Para nuestros lectores que todavía no conozcan a Laura Sancho, usted es catedrática de Historia Antigua en la Universidad de Zaragoza. Concretamente, está especializada en las instituciones, los conflictos políticos y el pensamiento político en la Atenas de los siglos V y IV a.C., así como en la recepción del mundo clásico griego en las épocas moderna y contemporánea. De esta manera, la primera pregunta es evidente… ¿qué tanto de los antiguos griegos tenemos los ciudadanos del siglo XXI?
La civilización griega nos ha transmitido muchas invenciones. Una de ellas es la política; incluso conservamos buena parte del lenguaje político que crearon los antiguos griegos. Un ejemplo oportuno es el término “democracia”. Los mismos romanos, tras conquistar los territorios de las antiguas poleis, se rindieron ante los logros tan acabados de la cultura griega. De Grecia tomaron la tragedia, la retórica, la filosofía, la historia y el arte. Y desde la Alejandría y la Roma helenísticas nos han llegado no solo las obras de todos los géneros literarios, sino también buena parte del arte griego copiado y reinterpretado.
Su último libro es “El nacimiento de la democracia. El experimento político ateniense (508 – 322 a.C.)”, publicado por la editorial Ático de los libros en este mes de mayo. Teniendo en cuenta todas las diferencias entre ellas, ¿qué lecciones podríamos aprender de la historia de la democracia directa ateniense para intentar mejorar nuestro actual sistema democrático representativo?
No soy partidaria de los intentos de copiar sin más los mecanismos o procedimientos de los antiguos atenienses, pero sí de reflexionar sobre los asuntos humanos y sociales que proponen los autores clásicos. Le cito algunos asuntos esenciales: la democracia antigua de Atenas se diferencia de la actual en la preocupación por la corresponsabilidad cívica de los ciudadanos; también por el control sobre los que ejercen el poder; y, finalmente, en la conciencia de que el poder del demos debe sustentarse en la ley y no en la voluntad circunstancial de una asamblea. El ciudadano ateniense se implicaba mucho más en los asuntos comunes y era más exigente con sus líderes.
Tal y como se explica magistralmente en su libro, la democracia ateniense no fue algo que naciera de un día para otro, sino que fue el resultado de un complejo proceso de evolución histórica protagonizado por muchos personajes. ¿Hubo algún momento en el que pareciera que todo iba a fracasar, que no se iba a llegar al sistema que terminó de perfeccionar Pericles?
Seguramente el fracaso en la guerra del Peloponeso pudo significar el fin de la democracia, pero los oligarcas lo hicieron muy mal, excluyeron y maltrataron a la inmensa mayoría, y los ciudadanos atenienses, que estaban ya muy acostumbrados a participar en la toma de decisiones, no soportaron semejantes violencia, arbitrariedad y autocracia. Cuando se restauró la democracia, a mi modo de ver, es cuando el régimen halló su “perfección”, si entendemos este término como culminación de un proceso. Entonces fue cuando se introdujeron los protocolos y normas que hicieron que la ley rigiera por encima de las eventuales manipulaciones de los demagogos.
Con el estallido de la guerra del Peloponeso y la muerte de Pericles parece que acaba una edad dorada de la historia de Atenas… ¿cómo afectaron el golpe oligárquico de los Cuatrocientos en el 411 a.C. o el gobierno de los treinta tiranos en el 404 a.C. a la estabilidad del sistema democrático ateniense?
Efectivamente solemos hablar del “siglo de Pericles” para referirnos a la época que, grosso modo, va del final de las guerras médicas al inicio de la guerra del Peloponeso (478-431 a.C.), y Pericles murió en 430. En esos años Atenas construyó su poder imperial, se enriqueció gracias al control del Egeo, avanzó en el sistema de gobierno popular, embelleció la ciudad… Es lógico que los mismos atenienses volvieran los ojos hacia esa época dorada, siempre idealizada, con nostalgia, como un momento al que había que regresar. Los dos golpes de estado de finales del s. V a.C. pusieron de relieve, además de la existencia de una oposición seria, la propia fragilidad de la democracia. Por eso creo que fue meritoria la vuelta a la democracia, conservando el espíritu de la misma, pero buscando la cohesión de las partes enfrentadas y mejorando el sistema institucional. En resumen, no seamos tan esclavos de la idealización que procede de los antiguos, y observemos también ese interesante y largo proceso de prueba y error que hizo que la democracia ateniense fuera modificándose con el tiempo para guardar las esencias de la igualdad y libertad de los ciudadanos.
Durante la mayor parte de su carrera se ha centrado más en el ámbito académico y de investigación, pero ahora “El nacimiento de la democracia” es un gran ejemplo de divulgación. A grandes rasgos, ¿cree usted que dentro del “gremio” de historiadores se menosprecia o infravalora a los que se focalizan sobre todo en el ámbito divulgativo y dejan más apartado el mundo académico?
No creo que exista eso que usted llama menosprecio o infravaloración; no, al menos, por mi parte. Lo que existe realmente es mucha distancia entre esos dos ámbitos: el del mundo académico y el de la difusión a menudo se dan la espalda, se desconocen recíprocamente. Creo que últimamente eso está cambiando, y yo misma he experimentado cómo incluso desde el entorno académico se hace ya el intento de escribir para ámbitos lectores más amplios que los muy especializados. Los investigadores no somos conscientes de hasta qué punto muchas de las discusiones académicas no llegan, ni pueden llegar, a lectores cultos interesados en temas humanísticos. Por eso debo agradecer a “Ático de los libros” que me ofreciera la oportunidad de escribir para ese gran público, los interesados en la historia, gente a la que le gusta saber y entender sobre procesos históricos pero que, obviamente, no pude recurrir a artículos y monografías de especialista.
Precisamente, en su libro hace un gran esfuerzo de síntesis al resumir los dos siglos más importantes de la política ateniense en apenas 300 páginas, lo que sin duda es muy apreciado por un gran público deseoso de aprender historia de una forma rigurosa y actual pero también amena y sencilla de leer. En general, ¿cómo ve usted la situación de la divulgación histórica en España?
Hay mucho por hacer en el terreno de la transmisión, y es deseable que las editoriales cuenten con los historiadores españoles para ello. No obstante, en los últimos años hay una producción muy seria de historiadores españoles que se está publicando en editoriales comerciales. También se traduce mucho y eso no está mal; pero, insisto, en nuestras Universidades se trabaja mucho y bien y sería deseable que no solo se reflejara en las publicaciones en revistas indexadas, sino que la sociedad conociera lo que hacen sus investigadores.
En el otro lado de la balanza, hay que decir que vivimos en un país en el que la apología de la ignorancia y la polarización ideológica están a la orden del día, de modo que la profesión de historiador está muy injustamente infravalorada. En este ambiente social, ¿qué le diría Laura Sancho a cualquier ciudadano medio de España para motivarlo a ir a su librería más cercana a comprar “El nacimiento de la democracia”?
En lugar de animar, en concreto, a leer mi libro, sí animo a leer: leer a los clásicos de todos los tiempos; leer literatura, ensayo o historia. Echo en falta el hábito lector en muchos jóvenes, incluso en la mayoría de nuestros alumnos que se supone han elegido una carrera que exige leer muchísimo. En mi tiempo de estudiante, andábamos tras los libros que escaseaban en las bibliotecas universitarias; hoy día las bibliotecas son salas magníficas que se emplean para estudiar con apuntes; y, sin embargo, en ellas uno encuentra ahora muchísimos libros atractivos, interesantes y necesarios. Leer es una carrera de fondo, nunca se posee suficiente conocimiento y, cuanto más se lee, más se despierta la curiosidad, más se disfruta, y también se entiende mejor, tanto el pasado como la actualidad.
En este momento apenas estamos empezando a ver la luz al final del túnel tras el horroroso año que hemos vivido debido a la pandemia de coronavirus. Particularmente, ¿cómo ha afectado esta situación a su trabajo como historiadora y docente universitaria?
Como docente, he tenido que dar clases no presenciales o semipresenciales, y algo he aprendido de todo esto, aunque prefiero la presencialidad y el contacto directo con los alumnos. Como investigadora, a pesar de que el recuerdo de los meses de encierro me trae malas sensaciones, reconozco que pertenezco a un gremio que no se vio demasiado afectado en sus condiciones de trabajo. En realidad, encerrarse y pasar horas leyendo y escribiendo lo hacemos con o sin epidemia. Y los actuales medios informáticos nos permiten acceder a muchos de los materiales (fuentes, bibliografía) necesarios a través de la web.
En otro orden de cosas, usted también forma del grupo de excelencia Hiberus, un colectivo de investigación interdisciplinar de la universidad de Zaragoza en el que colaboran historiadores, filólogos y arqueólogos para desarrollar líneas de investigación del mundo grecorromano. ¿qué nos puede contar acerca de esta experiencia?
El Grupo Hiberus es una oportunidad de unir fuerzas para obtener recursos para la investigación, celebrar reuniones científicas, contrastar resultados, apoyar a los jóvenes investigadores, etcétera. Es una experiencia muy positiva que está dando muchos frutos.
En el futuro cercano, ¿cuáles son sus próximos proyectos profesionales? ¿Veremos publicado dentro de poco un nuevo ensayo histórico firmado por Laura Sancho?
Al margen de proyectos más bien de índole académica, también quiero escribir un “ensayo” sobre argumentos concretos que, partiendo de problemas de la política antigua, tengan aplicación al mundo actual: temas como la mentira, la concordia, la demagogia, el gobierno de la ley, la relación individuo / comunidad, la libertad de expresión, etcétera. Es llamativo comprobar que autores de hace 2.500 años hablan de estos temas en términos muy actuales.
Laura Sancho Rocher, ha sido un maravilloso placer que haya estado aquí con nosotros. Le deseamos que siga teniendo en el futuro el mismo o un mayor aun éxito de público y crítica que hasta ahora. Muchísimas gracias por todo.
Muchas gracias a ustedes, ha sido un placer.