Artículo escrito por Luis Galan Campos, doctorando en historia medieval
Introducción
Federico II del Sacro Imperio Romano Germánico (1194-1250) es considerado el último gran emperador de la Edad Media, o al menos el último que intentó mantener vivo el sueño de un imperio cristiano. Además, fue el último monarca cristiano que reinó sobre Jerusalén. Fue también un importante poeta y mecenas que mantuvo una brillante corte en su capital de Palermo. El magnetismo de su figura no atraía sólo a los cronistas y artistas, sino que incluso no dejaba indiferentes a sus contemporáneos, que los apodaron “stupor mundi” (asombro del mundo). Por todo ello, en este artículo vamos a ver una corta biografía de Federico II de Hohenstaufen.
Federico II, rey y emperador
Para entender su trayectoria, es necesario comprender el mundo en el que Federico II de Hohenstaufen nació y el territorio que estaba destinado a reinar: el Sacro Imperio Romano Germánico. A finales del siglo XII estaba gobernado por la familia de los Hohenstaufen y constaba de dos partes diferenciadas: la parte transalpina o germánica, formada por un conjunto de principados y condados que en teoría eran vasallos del emperador, pero que en la práctica eran muy autónomos; y la parte cisalpina o italiana, formada por el reino de Italia, que iba de los Alpes hasta la Toscana.
Allí también el poder de los emperadores se estaba debilitando por el auge de las ciudades libres o comuni como Florencia o Milán. Estas, para realzar sus ansias independentistas, encontraban apoyo en el Papado. ¿Y por qué en el Papa? Porque los Papas y los emperadores se habían enfrentado por la supremacía en incontables ocasiones a lo largo de los siglos XI y XII.
Los últimos se consideraban a su mismo los sucesores directos de los emperadores romanos, mientras que el Papado, como cabeza de la Iglesia, afirmaba que todos los reyes y príncipes le debían obediencia, incluyendo los emperadores que tenían el imperio como feudo papal.
Para complicar las cosas, aunque los emperadores podían ser elegidos reyes de romanos por los nobles alemanes, sólo podían ser coronados por el Papa, lo que se convertía en un nuevo motivo de conflicto. Por último, el mismo año del nacimiento de Federico II, su padre, Enrique VI, se convirtió en rey del reino de Sicilia, que comprendía el tercio meridional de Italia además de la susodicha isla, donde la monarquía contaba con muchos recursos y poderes. Por eso, tanto Enrique como su hijo prefirieron gobernar desde Palermo.
Federico II del Sacro Imperio
Los problemas para Federico II empezaron muy pronto, ya que se convirtió en rey de Sicilia con cuatros años mientras el Papa y sus tíos se disputaban el control del imperio. En 1208 fue declarado mayor de edad y tuvo que empezar por reconstruir el poder real, muy dañado durante su minoría de edad. Primero actuó en Sicilia y luego en el Sacro Imperio, donde el Papa Inocencio III (1198-1216) había incluso nombrado un nuevo emperador, Oto de Brunswick.
Aunque la nobleza germana se hallaba dividida entre los partidarios de uno y de otro, la derrota de Oto ante el rey de Francia (1214) y la muerte del Papa allanaron el camino de Federico II. Así, en 1220 fue coronado emperador por el nuevo pontífice Honorio III (1216-1227). Esto no significó el fin de los enfrentamientos entre el Papado y el poder imperial, pero permitió un entendimiento temporal entre los dos poderes.
Federico II, rey de Sicilia
Como ya hemos dicho, la corte imperial se hallaba en Sicilia, desde donde podía gobernar sin los obstáculos y problemas que había en el Imperio. Allí, después de derrotar a algunos nobles que se habían revelado durante su minoría, Federico II de Hohenstaufen estableció una serie de reformas que desembocaron en las Constituciones de Melfi (1231).
Con estas se creaba una monarquía autoritaria con un fuerte aparato administrativo basado en el derecho romano. En esta corte de Palermo se reunieron eruditos cristianos y musulmanes y se cultivaron ciencias como la filosofía aristotélica, la geografía, la medicina o la cetrería.
Por añadidura, allí se creó una de las primeras corrientes literarias en lengua vulgar: la escuela poética siciliana. En ella, poetas de la corte como Pier de la Vigna, Giacomo da Lentini o el propio emperador y su hijo favorito, Enzo, escribían en embrionario italiano al que daban forma con aportaciones del latín y del occitano.
El propio Federico II de Sicilia parece ser que hablaba unas nueve lenguas, incluyendo el árabe, el latín, el griego y el hebreo. Asimismo, era conocedor de los clásicos grecolatinos y discutía con los eruditos de su corte, lo que le dio fama de extravagante e incluso de coquetear con el paganismo y la herejía.
Federico II y las Cruzadas
Entre 1217 y 1221 tuvo lugar la malograda Quinta Cruzada, que había intentado conquistar Egipto como medio para recuperar Jerusalén, que estaba en manos de los sultanes egipcios desde su conquista por Saladino en 1187. El mismo Federico había prometido unirse, cosa que no cumplió finalmente, lo que le valió una muy dura reprimenda del Papa en una carta abierta culpándolo del fracaso de la expedición.
Por ello, Federico II decidió organizar una nueva cruzada. No obstante, la partida de la Sexta Cruzada no pudo ser más accidentada, puesto que el Papa Honorio III lo excomulgó en 1227 por el retraso en los preparativos. De ese modo, cuando el emperador Federico II de Sicilia y su ejército partieron en 1228 estaba excomulgado y sin la bendición papal, por lo que difícilmente se puede considerar una cruzada.
A pesar de todo ello, cumplió con su objetivo. Tras negociar con el sultán Al-Kamil, se reconoció a Federico II como señor de los Santos Lugares y se firmó una tregua de diez años, tras lo cual fue coronado como rey de Jerusalén (1229). Aunque fuera en condiciones adversas y de forma poco ortodoxa, Federico II de Hohenstaufen había logrado lo que no consiguieron otros reyes europeos: que, por un breve espacio de tiempo (1229-1239), Jerusalén volviese a manos cristianas.
La vuelta a casa
La vuelta a Europa del nuevo rey de Jerusalén no fue triunfal, sino todo lo contrario. De camino se enteró de que el Papa había levantado contra él no solo a algunas ciudades italianas que se habían organizado en una nueva liga lombarda, sino también a su propio primogénito, Enrique, que era el regente de la parte transalpina.
Por si fuera poco, el propio Enrique tuvo que hacer una importante concesión a los barones alemanes: el Statutum in favorem principium (1230), que eliminaba mucho de los poderes que tenían los emperadores al norte de los Alpes. La revuelta de los barones alemanes tardó un tiempo en resolverse.
Así, aunque Federico puedo hacer frente a su hijo y reconciliarse con los barones rebeldes tuvo que confirmar el Statutum, lo que en la práctica significaba el fin del poder imperial en la parte germánica del Imperio.
Mientras tanto, el Papa Gregorio IX (1227-1241) lo había vuelto a excomulgar (1234) después de haber conseguido un frágil equilibrio en Italia para concentrarse en la revuelta alemana, y en 1237 tuvo lugar un nuevo alzamiento de comuni apoyados por el Papado. El emperador Federico II de Hohenstaufen atravesó los Alpes y aplastó a los rebeldes en la decisiva batalla de Cortenuova (1237), tras lo cual emprendió la guerra contra los estados papales en el centro de Italia.
La muerte de Honorio III en 1241 y los dos años que el trono de la Santa Sede estuvo vacante fueron un tiempo de tregua, pero la paz acabaría con la llegada del nuevo pontífice, Inocencio IV (1243-1254). Este volvió a enfrentarse al emperador por lo cual hubo de huir a Francia. Allí, el 17 de julio de 1245, lo excomulgó, lo depuso y lo declaró “hereje” y “amigo de sarracenos”. Al parecer la fama de erudito, extravagante y tolerante de nuestro protagonista jugó en su contra. Lejos de rendirse, Federico II de Sicilia volvió a la carga contra el ejército papal en la batalla de Parma (1248), en que sufrió una importante derrota.
La muerte de Federico II de Hohenstaufen
La biografía de Federico II tuvo un cierre trágico. En 1249 perdió a sus dos hijos favoritos (aunque ilegítimos): Enzo y Ricardo de Chieti. Enzo, aunque no fue asesinado, estuvo en cautiverio en Bolonia hasta que murió de viejo. Por otra parte, aunque su hijo, el rey Conrado, consiguió una importante victoria contra los papales, el emperador no lo vio. Asimismo, el canciller Pier della Vigne fue ejecutado por orden del emperador cuando este descubrió que el canciller estaba conspirando contra él.
La causa de la muerte de Federico II, sucedida el 13 de diciembre de 1250, fue la disentería. Con Federico II moría no solo la Casa de los Hohenstaufen sino también el sueño de un imperio fuerte y unido, No obstante, quedaba el brillante legado cultural de su corte siciliana, decisiva para el nacimiento del italiano moderno, y el recuerdo de un genio militar, político y literario nada común en su tiempo.
Artículo escrito por Luis Galan Campos, doctorando en historia medieval
Bibliografía
Abulafia, D. (2015). Federico II. Un imperatore medievale. Einaudi.
Álvarez de Palenzuela, V. (coord.). Historia Universal de la Edad Media. Ariel, 2013.
Balard, M. (2017). Croisades et Orient Latin. XIe-XIVe siècles. Armand Colin.
Wilson, P. H. (2020). El Sacro Imperio Romano Germánico: mil años de historia de Europa. Desperta Ferro.
Luis Galan Campos es graduado en Historia por la Universidad de Valencia y ha cursado el Máster de Formación en el Mundo Occidental en la misma universidad. Actualmente está haciendo el doctorado. Su periodo histórico de investigación es la Edad Media (s. V – XV), contando entre sus áreas de trabajo la aristocracia occidental, la ideología de las élites, la Historia de las religiones y la construcción y establecimiento de los Estados.