Introducción
Las Guerras Médicas fueron una serie de conflictos bélicos que enfrentaron al imperio persa de la dinastía aqueménida contra las ciudades-Estado del mundo griego a lo largo de la primera mitad del siglo V a.C. Las conocidas como primera guerra médica y segunda guerra médica corresponden a los dos intentos de invasión persa del territorio griego, entre el 492-490 a.C. y el 480-479 a.C., respectivamente. Algunas de las contiendas más famosas de la Antigüedad tuvieron lugar en estos años, como la batalla de Salamina, la batalla de Maratón o la batalla de las Termópilas. El final de los conflictos llegaría en torno al año 449 a.C. con la Paz de Calias.
Hacia la batalla de Maratón
La batalla de Maratón fue un enfrentamiento militar entre la ciudad-Estado de Atenas y el ejército del imperio persa de la Dinastía Aqueménida de Darío I. Este conflicto culmina la Primera Guerra Médica y es una batalla crucial de la Historia antigua. Se produjo en el año 490 a.C. en los campos y la costa del territorio del mismo nombre, a unos 40 kilómetros de Atenas.
No se sabe a ciencia cierta las cifras exactas de combatientes que podrían haber estado en uno y otro bando. La principal fuente de conocimiento de esta batalla es Herodoto de Halicarnaso, pero sus cifras es probable que estén exageradas. Según este historiador, unas 600 naves habrían llegado a territorio continental griego, transportando cada una al menos a 30 soldados, por lo que la cifra total sería de un mínimo de 18.000 soldados persas.
Para conocer algunas estimaciones del contingente griego, tenemos que acudir a autores como Pausanias, Plutarco o Cornelio Nepote, que lo cifran en un total de 9.000 soldados atenienses y unos 1000 venidos de la ciudad aliada de Platea. A día de hoy, las estimaciones modernas calculan que podrían haber sido unas 200 naves y 15.000 soldados persas, mayoritariamente de infantería, contra unos 9000 soldados atenienses y unos 600-1000 soldados de Platea.
El ejército persa en la batalla de Maratón
En la batalla de Maratón, los persas disponían de unas fuerzas más versátiles, con caballería, arqueros y tiradores, pero las tropas atenienses, formadas mayoritariamente por hoplitas, disponían de un armamento más pesado. En el armamento del ejército persa destacaban sus escudos de mimbre, construidos a base de mimbres entrelazados por dentro y por fuera gracias a una pieza de cuero que daba la forma final al escudo, grande y rectangular para la infantería y más pequeño y variado para la caballería. Cuando el cuero se secaba y se contraía ponía en tensión los mimbres, que se flexionaban y reforzaban el conjunto, generalmente en forma de V o W.
Esta combinación de materiales puestos en tensión otorgaba al escudo una gran ligereza y elasticidad, al mismo tiempo que una protección eficiente. Los mimbres y el cuero podían ser teñidos de diferentes colores, y se conservan bastante bien si han estado en climas secos, como se puede apreciar en los ejemplos que han llegado a la actualidad.
Antes de la batalla de Maratón
El problema más importante al que tuvieron que enfrentarse los atenienses antes y durante la batalla de Maratón fue la ausencia de un general en jefe para todo el ejército. Todas las decisiones eran tomadas de forma colegiada por los strategos, la junta de generales representantes de las diez tribus creadas a raíz de las reformas de Clístenes. Al no haber una sola persona que tomara las decisiones, éstas se retrasaban mucho, puesto que unos strategos eran partidarios de esperar la ayuda militar espartana y otros eran favorables a un ataque inmediato para no favorecer el avance persa. Durante este tiempo, los persas estaban acampados en la llanura de Maratón, cerca de sus naves para recibir sus provisiones.
El ejército persa, que en Maratón solo estaba de paso, empezó a reembarcar en sus naves en la costa en septiembre del 490 a.C. para llegar a Atenas por mar e invadirla con la ayuda de los aliados del tirano Hipias, en el interior de la ciudad. Al percatarse de los preparativos de los persas, los strategos tuvieron que decidir si atacar o volverse a Atenas. En ese caso, llegarían por tierra antes que el ejército de los aqueménidas por mar. Fue entonces cuando uno de ellos, Milcíades el Joven, tuvo una ocurrencia que inclinó la balanza hacia la victoria ateniense. Aprovechando que la caballería y parte del resto del ejército ya estaba embarcado, atacarían por sorpresa a la infantería en sus operaciones de embarque, de modo que podrían diezmarlos mucho más fácilmente.
Desarrollo de la batalla de Maratón
Tras aceptar el brillante plan diseñado por Milcíades el Joven, todos los strategos y sus respectivos contingentes bajaron en una gran carga desde la colina en la que estaban acampados a escondidas de los persas, a más de kilómetro y medio. Arístides y Temístocles marchaban al frente de los hoplitas de sus tribus por el centro. Calímaco comandaba el ala derecha y los plateos el ala izquierda.
Consecuencias de las Guerras Médicas
La batalla de Platea
Artemisia de Caria y la batalla de Salamina
La batalla de Salamina
La batalla de las Termópilas
La Segunda Guerra Médica
A pesar de su superioridad numérica, los persas no fueron capaces de reorganizarse para resistir el embate griego. Los atenienses cargaban formando una masa poco profunda que se rompió por el centro al contactar con el enemigo. Aun así, eso no evitó que atenazaran a los persas por ambos lados. Mientras que los persas no podían usar sus arcos y flechas, los griegos hicieron estragos con sus picas, por lo que la batalla en sí duró bastante poco. A causa de todos estos motivos, una batalla que podría haber ido de una forma muy diferente se convirtió en una monumental victoria griega que demostraba además que los soldados persas no eran invencibles.
Consecuencias de la batalla de Maratón
A pesar de que llegaron demasiado tarde para tomar parte en el combate, los espartanos visitaron el campo de batalla y contemplaron la gesta alcanzada por los atenienses. Si nos fiamos de las cifras que nos da Herodoto de Halicarnaso, los persas tuvieron unas 6.400 bajas, mientras que las de los griegos no llegarían a 200.
No hay forma de saber si la cifra de los persas es correcta o más bien exagerada, pero la de los atenienses sí es bastante certera. Esto es a causa de dos motivos. Por un lado, gracias a las excavaciones arqueológicas que se han podido realizar en la fosa común donde fueron enterrados todos, y donde se han llegado a identificar huesos de hasta 190 individuos diferentes. Por otro lado, gracias a la inscripción que se erigió en el campo de batalla con los nombres de los caídos a modo de homenaje. Desde aquel momento, los atenienses se creyeron totalmente predestinados a conseguir grandes gestas históricas. Nada podía obstaculizar el camino de gloria del pueblo que había derrotado al todopoderoso imperio persa.
Bibliografía
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