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La batalla de Salamina

Introducción

Las Guerras Médicas fueron una serie de conflictos bélicos que enfrentaron al imperio persa de la dinastía aqueménida contra las ciudades-Estado del mundo griego a lo largo de la primera mitad del siglo V a.C. En concreto, la Segunda Guerra Médica es el segundo intento de invasión del territorio griego por parte del rey Jerjes, soberano del imperio persa, entre el 480-479 a.C. Incluye batallas tan famosas como la batalla de Salamina o la batalla de las Termópilas.

Más concretamente, la batalla de Salamina fue un enfrentamiento entre las fuerzas navales de la coalición griega dirigida por el ateniense Temístocles y las fuerzas navales del imperio persa dirigidas por varios almirantes persas. Se desarrolló en el golfo de Egina, cerca de la isla de Salamina, al oeste de la ciudad de Atenas, a finales del verano del 480 a.C. Como resultado final, la flota persa, compuesta de unas 500 naves como mucho, fue aplastada por la ateniense, de 380 naves, y se vio obligada a huir.

Mapa del mundo griego durante las Guerras Médicas (Fuente: Wikimedia Commons)

Consecuencias de la batalla de las Termópilas

La derrota griega en las Termópilas abrió el camino a los persas hacia el centro de Grecia. En este momento su confianza estaba más fortalecida que nunca, pues habían acabado con los espartanos y uno de sus reyes. La resistencia de Leónidas y los 300 espartanos permitió que Temístocles ganara un tiempo muy valioso para trasladar la flota griega a una posición segura en la isla de Salamina.

Sin embargo, las fuerzas terrestres persas no tardaron mucho tiempo en llegar a la evacuada ciudad de Atenas. Como no encontraron ninguna resistencia, la ciudad, incluida la Acrópolis, fue saqueada e incendiada. Según algunos autores antiguos, el humo producido era tan extenso que los atenienses en Salamina (a unos 26 kilómetros) podían verlo con facilidad. No obstante, Jerjes sabía que tenía que obtener una victoria ante la flota griega si quería que su victoria sobre Grecia fuera absoluta.

Ilustración que recrea la Batalla de las Termópilas (Fuente: Arrecaballo)

Antes de la batalla de Salamina

Viendo el humo del incendio de Atenas desde Salamina, en la flota griega empezaron a hundirse los ánimos. Algunos aliados de la coalición querían retirarse, pero los atenienses los convencieron de permanecer en su sitio y combatir a los persas. En ese momento, un brillante plan de Temístocles inclinó la balanza hacia la victoria ateniense. Haciendo una ventaja de su debilidad, el líder ateniense consiguió engañar al rey Jerjes. Mientras éste se aproximaba con su flota, Temístocles envió a un esclavo llamado Sicino a darle información falsa al rey de reyes. Le comunicó que existían grandes divisiones entre los griegos y que la moral estaba por los suelos. Incluso le dijo que el propio Temístocles era partidario de Jerjes y que quería que atacara ya, antes de que los griegos se dispersaran y huyeran, para facilitar la victoria persa.

Desatendiendo las advertencias de su consejera personal, Artemisia de Caria, Jerjes se tragó el anzuelo y fue hacia la parte menos profunda del estrecho. Además, para cubrir posibles rutas de huida, debilitó el conjunto de sus fuerzas al enviar la noche antes un escuadrón de naves egipcias al otro extremo de la isla de Salamina.

Al conseguir esto, Temístocles logró sacar el máximo provecho de las naves trirremes griegas, más ligeras y manejables que las pesadas naves persas. Este peso no solo era por la propia construcción del barco, sino por su ocupación. Mientras que las naves persas llevaban hasta 30 infantes o arqueros cada una, las griegas solo llevaban 14, lo que en la práctica les daba mayor margen de movimiento y maniobra. La batalla de Salamina ya parecía tener un ganador.

Ilustración de la batalla de Salamina (Fuente: Blog Odisea)

La batalla de Salamina

Temístocles desplegó la flota griega en dos flancos. Un flanco dirigido por los atenienses se posicionó a la izquierda de la ciudad de Salamina, a la vista de la gran flota persa. El otro flanco, dirigido por los espartanos, se colocó a la derecha de la ciudad, en una bahía en la que quedaban ocultos a la vista de los persas.

Al aproximarse los persas a la parte más estrecha, Temístocles ordenó a los barcos del flanco izquierdo izar velas y fingir que huían hacia la bahía de Eleusis, donde al final se encontraba la división egipcia de la flota persa. En su momento de mayor vulnerabilidad, el ala derecha de la flota griega salió de su escondite y atacó por sorpresa a la flota persa. Al mismo tiempo, el flanco izquierdo griego viró repentinamente para ponerse cara a cara con la flota persa. De esta manera, los griegos consiguieron tender una emboscada a la flota persa, incapaz de defenderse adecuadamente e incapaz de huir.

Desde su privilegiada posición en la isla de Salamina, el rey persa Jerjes pudo contemplarlo todo. Pudo contemplar no solo la derrota de la mayor parte de su flota, sino la ventaja adicional con la que contaron los griegos. Al criarse cerca del mar, la mayoría de los griegos que participaron en la batalla sabían nadar y podían salvarse. Por el contrario, la mayoría de los marineros de Jerjes no sabían, y cuando cayeron al mar se acabaron ahogando.

Monumento a los combatientes de la batalla de Salamina erigido en la isla del mismo nombre en la actualidad (Fuente: Wikimedia Commons)

Consecuencias de la batalla de Salamina

Gracias a las fuentes de conocimiento, sabemos que los persas vieron hundirse al menos a la mitad de su flota. En el otro lado de la balanza, las pérdidas de los griegos superaron por poco el 10%. Por otro lado, desconocemos el número de pérdidas humanas. Las fuentes griegas solo dan a entender que los griegos causaron tantos daños a los persas que el resto de su flota y el grueso de su ejército terrestre marcharon inmediatamente de los territorios griegos.

Lejos de reconocer el enorme error que había cometido, Jerjes echó la culpa a sus capitanes de naves fenicios. Acusándolos de cobardía, los ejecutó a todos, privándose así en el futuro del apoyo naval de Fenicia. Jerjes se retiró con su armada a Persia para salvaguardar su dominio en el Helesponto. No obstante, dejó una parte de su ejército en Grecia a las órdenes de su mayor general, Mardonio, yerno de Darío I. En la primavera del año siguiente, el ejército persa y el ejército griego volverían a enfrentarse en tierra. Los grandes intentos de invasión griega por parte de Persia estaban cerca de acabar. Las decisivas batallas de Platea y Mícale estaban a punto de comenzar.

«La batalla de Salamina», cuadro pintado en 1868 por Wilhelm von Kaulbach (Fuente: Wikimedia Commons)

Bibliografía

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