
Introducción
Las Guerras Pírricas fueron una serie de batallas que enfrentaron a los romanos y sus aliados y a una coalición griega entre el 280 y el 275 a.C. Esta alianza militar estaba encabezada por la ciudad de Tarento, la colonia griega más próspera de la Magna Grecia, y estaba apoyada por diversas tribus, enemigas tradicionales de Roma. Dado el objetivo de esta web, en estas trilogía de entradas se hará tan solo un resumen de las Guerras Pírricas, centrándonos en sus tres grandes momentos: la primera campaña de Pirro en Italia, coincidente con la batalla de Heraclea (280 a.C.) y la batalla de Ásculo (279 a.C.); la campaña de dos años de Pirro en Sicilia (278 – 276 a.C.); y la segunda campaña de Pirro en territorio romano, coincidente con su final en la batalla de Benevento (275 a.C.).
En general, podemos decir que las Guerras Pírricas son mal conocidas debido a la escasez de información. Y aun así, la batalla de Benevento, siendo la victoria romana que envió a Pirro de vuelta a Grecia, es de las peor conocidas de todo el conflicto. El motivo reside en que la conocemos sobre todo gracias a escritores griegos, no romanos, puesto que la pérdida de obras como el libro XIV de la Historia de Tito Livio no nos ha dado otra posibilidad.

Antecedentes a la batalla de Benevento
A finales del año 276 a.C. Pirro abandonó a su suerte a Sicilia, que no experimentó ningún cambio real, y se vio en una situación muy negativa a su llegada a Tarento: no había conseguido nada en Sicilia y durante sus dos años de ausencia los romanos habían tenido tiempo de sobra para rearmarse y obtener victorias sobre samnitas, lucanos y brutios. Cuando llegó a Roma la noticia del desembarco de Pirro, los dos ejércitos consulares, cuyas fuerzas ascendían a cuatro legiones con sus alas de aliados, es decir, probablemente entre 35.000 y 40.000 hombres, fueron movilizados.
Aunque se desconoce el lugar exacto de la batalla, se sabe que fue en torno a Maleventum (rebautizado como Beneventum, es decir, Benevento, tras el feliz desenlace del enfrentamiento), en un valle a los pies de los montes Apeninos, entre Campania y el Samnio, en un cruce entre rutas de montaña. Los romanos, que acamparon en un lugar donde el territorio les favorecía, prefirieron esperar a recibir refuerzos antes que dar batalla desde el principio.

Pirro, convencido de que esta es una gran oportunidad, decidió hacer un ataque sorpresa al campamento romano durante la noche, pero no salió tal y como esperaba. La poca visibilidad de esas horas y la dificultad del terreno por el que pasaban terminó por desorganizar la formación militar epirota. En consecuencia, cuando se produce el contacto con los romanos los soldados griegos estaban desordenados, cansados y sedientos. Así, Pirro no solo tuvo que retroceder de vuelta a sus líneas iniciales, sino que perdió muchos hombres y la mitad de sus elefantes.
Desarrollo de la batalla de Benevento
Confiados en la victoria tras este incidente, los romanos salieron de su campamento al amanecer y marcharon sobre los epirotas. Si hacemos caso a lo que nos cuenta Plutarco, Pirro utilizó sus elefantes como ariete contra la caballería romana del flanco izquierdo, que acaba cediendo. Sin embargo, la reserva romana del campamento, integrada probablemente por unidades de triarii (los soldados de mayor edad y experiencia), les sale al paso y derrota a los griegos.
Entonces tuvo lugar el punto de inflexión que inclinaría la balanza hacia el lado romano. En este punto de la batalla todas las fuentes coinciden en señalar que los elefantes habrían entrado en pánico y empezarían a retroceder, sembrando el caos en las líneas del ejército de Pirro. Una vez que la formación terminó de romperse y, con ella, la cohesión de todo el ejército, la derrota griega era inevitable. Al verse vencido, Pirro retrocedió con lo que quedaba de su ejército hasta la posición segura que le ofrecía Tarento.

Consecuencias de la batalla de Benevento
Desconocemos casi por completo el número de bajas humanas que provocó la batalla de Benevento en ambos bandos. Al menos en el bando epirota, las bajas debieron ser importantes, tanto o más que las sufridas en las victorias pírricas de Heraclea y Ásculo. No obstante, no habrían sido de tanta consideración si tenemos en cuenta que Pirro pudo retroceder ordenadamente hasta Tarento con buena parte de su ejército aun intacto.
Más allá de las consecuencias demográficas de la batalla, las consecuencias estratégicas fueron más relevantes. La batalla de Benevento fue la primera verdadera derrota de Pirro en el continente, lo que hizo mella en su reputación entre sus aliados itálicos. Además, los dos ejércitos romanos consulares, que no habían luchado juntos en la batalla, tenían ahora vía libre para unirse y combatir unidos.
Superado claramente en número, sin financiación y con una sangría de aliados, Pirro ya no estaba en condiciones de seguir con la guerra. A finales del 275 a.C., cuando abandonó Italia, quizás pensaba que podría volver al cabo de un tiempo con un mayor número de efectivos. Por ello dejó en Tarento a su hijo Heleno, de dieciocho años, así como al general Milón, junto con la mayor parte de su ejército, para defender los intereses proepirotas de la región.

En el año 272 a.C., al mismo tiempo que las noticias de la muerte de Pirro llegaban a oídos del general, una flota cartaginesa y las tropas del cónsul romano Lucio Papirio Cursor se aproximaban a la ciudad. Atrapado en una situación sin salida, Milón rindió la ciudad entera a condición de que sus hombres pudieran abandonar el lugar con sus armas y posesiones. Tuvieron que pasar ocho años, pero al final Tarento hincó la rodilla ante el poder de la República Romana.
Bibliografía
CONNOLLY, P. (2016): La guerra en Grecia y Roma. Madrid: Desperta Ferro ediciones.
MONTERO, S.; MARTÍNEZ PINNA, J. (1990): La conquista de Italia y la igualdad de los órdenes. Madrid: Akal.
ROLDÁN HERVÁS, J.M. (2007): Historia de Roma I. La República Romana. Barcelona: Ediciones Cátedra.
SEKUNDA, N. (2017): «El ejército de Pirro», en Desperta Ferro antigua y medieval, nº 43, pp. 22 – 28.
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