Introducción
A finales del siglo II a.C., un homo novus llamado Cayo Mario se convirtió en uno de los políticos más importantes e influyentes no solo de la antigua Roma, sino de toda la Antigüedad en general. Más allá de la política, las reformas militares de Mario en Roma permitieron crear con los años un ejército estable, profesional y financiado por el Estado. Así se puso la semilla de las poderosas legiones romanas que conquistarían gran parte del mundo conocido en las décadas y siglos siguientes. Para facilitar la comprensión de este resumen de las reformas de Mario en el ejército, vamos a verlas clasificadas en cuatro categorías: reclutamiento, organización, entrenamiento y símbolos.
Reformas de Mario en el reclutamiento del ejército
Después de ser elegido cónsul para el 107 a.C., Cayo Mario emprendió la primera de sus reformas militares. Hasta ahora, el reclutamiento de nuevas tropas se hacía prácticamente siempre por el tradicional sistema del dilectus, es decir, en base al nivel de riqueza de los ciudadanos. Sin embargo, el empobrecimiento de los pequeños propietarios y la multitud de frentes bélicos a los que había que atender habían hecho que la formación de nuevas legiones fuera cada vez más complicado.
La primera de las reformas de Mario estableció que cualquier ciudadano romano, independientemente de su nivel de riqueza, podía formar parte del ejército. A partir de este momento, el ejército romano ya no se basaría en una milicia ciudadana sino en un ejército profesional sustentado en los proletarios asalariados. De este modo el ejército se convirtió en un reclamo para aquellos jóvenes sin propiedades que veían en la vida militar una fuente segura de sustento, la posibilidad de ascenso social y un buen retiro cuando cumpliesen el servicio.
Asimismo, como los proletarios no tenían medios para costearse el equipamiento militar, tenía que ser el Estado quien dotase a los soldados de su panoplia. Además, hacia el final de su vida, Cayo Mario consiguió la aprobación de una ley que autorizaba la admisión de los aliados itálicos al sur del río Po en las legiones romanas. Cabe recordar que hasta ahora estos solo combatían en las alae de aliados romanos, no en las legiones propiamente dichas.
Una consecuencia política no planeada de esta medida fue la creación de vínculos muy estrechos entre los soldados y su general, vínculos que serían aprovechados después por éste como medida de presión contra el Estado o como capital político para las elecciones. De esta manera, el ejército romano se transformó en la práctica en diversas fuerzas sociales autónomas (de ahí los números de las legiones) con sus propios intereses, muchas veces más orientadas a servir a una persona determinada que al Estado.
Tradicionalmente, a los nuevos legionarios surgidos de las diversas reformas que Cayo Mario fue realizando en sus ejércitos se les conoce como las «mulas de Mario«. Según el biógrafo Plutarco, el origen de esta expresión residiría en el carácter abnegado de sus legionarios, que transportaban sobre sus espaldas durante largas jornadas de caminatas todo el equipamiento militar y cotidiano que iban a usar a lo largo del día.
La organización del ejército tras las reformas de Mario
Tal y como vimos en el artículo sobre el ejército romano republicano, los soldados se agrupaban en una formación táctica muy característica, la legión manipular. En ella las distintas armas ofensivas o defensivas clasificaban a los hombres en cuatro clases de combatientes: velites, hastati, princeps y triarii. Sin embargo, como ahora era el Estado el encargado de equipar al ejército, esta organización no tenía ya sentido, pues se había producido una estandarización del armamento usado.
De este modo, cada soldado disponía ahora del siguiente equipo militar: un casco de bronce de estilo montefortino, una cota de malla de estilo lorica hamata, un escudo ovalado y convexo, una espada Gladius Hispaniensis, una daga o pugio, y dos lanzas o pilum, una ligera y otra pesada. A ello se le sumaban raciones de alimentos de emergencia para tres días y utensilios para cocinar, por lo que el total podía llegar a los 40 kilos de peso.
Con este nuevo equipo estándar, Mario oficializó la disposición táctica y administrativa de la legión en cohortes, que anteriormente solo se había utilizado ad hoc en puntuales momentos. Progresivamente, la legión se organizó en diez cohortes de infantería pesada compuestas cada una de ellas por 480 hombres, distribuidos en seis centurias, que se desplegaban en tres líneas (normalmente cuatro cohortes en la primera línea y tres en las otras dos, aunque este número podía variar sin peligrar la unidad). A su vez, las centurias se repartían en contubernias, la unidad mínima del ejército conformada por ocho militares que vivían juntos en la misma habitación.
La eliminación de las unidades ligeras y de las alae aliadas hizo necesario cubrir la función de estas en el campo de batalla. Esta tarea recayó en las auxilia, tropas compuestas por los nuevos aliados no itálicos de Roma que dotaban a cada legión de unidades especializadas. Como reconocimiento a su labor, estos aliados obtenían la ciudadanía romana al acabar sus años de servicio y licenciarse.
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Las reformas de Mario sobre el entrenamiento
Como consecuencia de la proletarización del ejército, el sistema de entrenamiento de las tropas también cambió. Tradicionalmente, eran los padres de las familias acomodadas los que educaban a sus hijos en el manejo de las armas, que pasaban de un miembro de la familia a otro, generación tras generación. En la actualidad, los pobres que se unían al ejército carecían de formación militar, por lo que había que adiestrarlos mucho más intensamente.
Para el entrenamiento se usaba un poste de cerca de dos metros al que se atacaba con la espada y escudo de forma alterna. Para aumentar la fuerza de los reclutas, las réplicas de armas que utilizaban eran de madera y cañizo, por lo que pesaban más que las auténticas armas empleadas en combate.
Por otra parte, era imprescindible disciplinar a las nuevas tropas para que obedecieran las órdenes de sus superiores sin la más mínima duda. Aquí Plutarco nos dice que Cayo Mario era un líder sobrio y austero que se ganó la lealtad y admiración de sus soldados gracias a ser uno más entre iguales y a su imparcialidad. De esta manera, si se debía castigar a alguien, se hacía con contundencia independientemente del grado u origen social de la persona. De hecho, sabemos que ni siquiera el parentesco impidió que Cayo Mario llegara a condenar a su propio sobrino, Cayo Lusio.
El águila romana, el símbolo del ejército
Más allá del entrenamiento físico, si se quería convertir a estos nuevos reclutas en un verdadero ejército había que crear un sentimiento colectivo de grupo. Solo así se lograría superar las posibles rivalidades personales que pudieran tener los soldados entre sí. Cayo Mario era consciente del poder unificador que tenían los símbolos, pero también sabía que no se podían usar los del pasado. Estos eran tanto los llamados signa militaria como los estandartes con forma de lobo, minotauro, caballo y jabalí que iban delante de la caballería y de las tres líneas de infantería pesada.
En este sentido, una de las reformas de Mario más exitosas fue adoptar el águila como símbolo único de todas las legiones. Esta ave estaba asociada al dios Júpiter, lo que confería al estandarte un valor religioso que hacía que todos los soldados, ricos y pobres, vivieran y murieran protegiéndolo.
Bibliografía
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