Introducción
Hacia el 1150-1100 a.C., los centros palaciegos de la civilización micénica estaban en ruinas o deshabitados, del mismo modo que con muchas de las grandes ciudades y aldeas de panorama estatal. Más que pérdidas humanas, estamos hablando de muy grandes y permanentes pérdidas culturales, que afectarían a la Historia antigua griega durante los cuatro siglos siguientes. Del mismo modo, se produjo una gran sequía en cuanto a fuentes de conocimientos se refiere, tanto escritas como materiales, lo que hace que esta etapa adopte ese nombre, la “edad oscura griega”.
A nivel cronológico, la Edad Oscura griega se divide en dos periodos: una primera mitad (1150-900 a.C., aprox.) en la que Grecia fue víctima frecuente de invasiones y movimientos de población, aunque se ven algunas pruebas de la paulatina recuperación y evolución material, y una segunda mitad (900-750 a.C., aprox.) en la que se va produciendo una lenta aceleración del progreso que sienta las bases del renacimiento cultural del siglo VIII a.C.
La religión en la Edad Oscura griega
En el terreno de la religión, podemos decir que la Edad Oscura griega fue un periodo diverso, de notables cambios, pero también de gran continuidad. Algunos de estos cambios más destacados son la aparición de los nombres de seis o siete de los futuros doce dioses del Olimpo en las tablillas de escritura lineal B, la no supervivencia de otras muchas divinidades (Drimio, hijo de Zeus, o Día, la versión femenina de Zeus), el hecho de que el culto religioso dejara de estar centrado en el palacio y se dispersara por las aldeas, fundándose entonces muchos de los ritos y fiestas religiosas más conocidas, o la propia naturaleza y carácter de los dioses y héroes de la mitología y religión. En el otro lado de la balanza, cabe destacar que durante la Edad Oscura los modos de venerar y aplacar a los dioses mediante la plegaria, el sacrificio y las ofrendas siguieron siendo prácticamente iguales.
La recuperación en la Edad Oscura griega
Como ya os avanzaba en la introducción, no todo en la primera mitad de la Edad Oscura griega es tan negativo y decadente, sino que se observan algunos signos de la recuperación, como son la primera presencia permanente de población griega en Asia Menor o el dominio del díficil proceso relacionado con la producción del hierro, así que vamos a verlos más detenidamente.
A partir de mediados del siglo XI a.C., algunos grupos de población originarios de la Grecia continental comenzaron a emigrar a las islas del Mar Egeo y a las costas de Asia Menor (extremo occidental de la península de Anatolia), estableciéndose de forma permanente en ciudades ubicadas en una franja aproximada entre Helesponto (el actual estrecho de Dardanelos del Mar de Mármara) y la isla de Rodas.
Por otra parte, a pesar de que Grecia era bastante rica en mineral de hierro y la tecnología para su fabricación se conocía desde hacía mucho tiempo en el Próximo Oriente, hasta que el colapso del comercio micénico cortó el aprovisionamiento del bronce no se utilizó, ya que los micénicos siempre prefirieron importar cobre y estaño para fabricar bronce.
Dominar la compleja técnica de fundición y elaboración del hierro fue algo fundamental para los antiguos griegos, ya que con él se producían herramientas y armas más poderosas que las de bronce, además de mantenerse afiladas por más tiempo. Por ese motivo es que a partir de mediados del siglo XI a.C. comenzaron a surgir pequeñas industrias siderúrgicas en todo el territorio griego, de tal modo que un siglo después ya la mayoría de las armas y herramientas eran de hierro, no de bronce.
El periodo protogeométrico en la Edad Oscura griega
Los signos de la lenta recuperación griega se ven reflejados en un nuevo estilo de cerámica que sustituye al submicénico y da nombre a este nuevo sub periodo de la Edad Oscura, el protogeométrico (1050-850 a.C, aprox.), surgido y difundido a partir del Ática.
Aunque este nuevo estilo cuenta con algunas similitudes con su predecesor, como el áurea decadente que lo rodea, existen numerosas diferencias. Para empezar, las piezas cerámicas fabricadas son más proporcionadas, más finas y menos achaparradas. Por otra parte, aparecen nuevas formas y tipologías decorativas, las cuales, partiendo de las heredadas, van a transmitir una mayor sensación de equilibrio, orden y simetría.
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Sin duda alguna, esta mejora artística no se podría haber producido si no fuera por unos progresos técnicos alcanzados. Por lo que sabemos, los alfareros desarrollaron un torno más rápido que les permitía mejorar la forma de los vasos, además de no trazar ya los círculos y las líneas de la decoración a pulso, sino con reglas y compases. Sumado a todo esto, la preparación del barro era mejor y podían conseguir un brillo más fino y lustroso al cocer las piezas a mayor temperatura.
A pesar de que a finales del protogeométrico los niveles demográficos seguían siendo bastante bajos y el número de los asentamientos había crecido muy poco, la población había empezado a aumentar lentamente a partir del 1000 a.C., aproximadamente. La mayor prueba de esta depresión demográfica es que la mayoría de los poblados «grandes» de los siglos X-IX a.C. apenas superaban los doscientos habitantes (Corinto y Atenas serían unas excepciones, teniendo mil habitantes o más), de tal manera que los más pequeños serían apenas unas aldeas formadas por un par de familias.
Hay que tener en cuenta que muchos de esos poblados habían sido ciudades y aldeas prósperas durante la Edad del Bronce Reciente que habían sido destruidas o abandonadas en el siglo XII a.C., y que no habían vuelto a ser ocupadas (a una escala mucho menor y no siempre en el mismo emplazamiento) durante el periodo protogeométrico.
En conclusión, la recuperación fue lenta y dispar según las regiones, pero lo importante es que fue constante. Las aldeas micénicas abandonadas renacieron, y aunque fueran pequeñas y escasas, hay que quedarse con lo positivo, y es que aparecieron nuevas y se mejoraron las comunicaciones tanto internas como externas. Hacia finales del siglo X a.C., la antigua Grecia había alcanzado una estabilidad que no conocía desde la época de las destrucciones, y que se reflejó tanto en un cese de los grandes movimientos de población como en un tímido pero progresivo retorno al comercio exterior.
Bibliografía
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