Artículo sobre los dioses de la medicina contextualizado en una saga de artículos escritos por Alberto Escudero, graduado en Historia. Puedes acceder al primer artículo de la misma a través de este enlace.
Introducción
Los antiguos griegos fueron protagonistas de hazañas tan grandes que nos faltarían palabras para nombrarlas en un solo artículo. Por eso, en esta saga nos dedicaremos a observar en concreto una de estas hazañas, quizás una de las mayores me atrevería a decir: la medicina griega. Para los antiguos griegos, la salud y la enfermedad eran estados que en muchas ocasiones no podían explicarse haciendo uso de leyes naturales. Es por eso que estos confiaron a los dioses de la medicina las causas que provocaban el advenimiento de una enfermedad o la curación repentina de la misma.
Dioses de la medicina griega: Apolo y la enfermedad
Según la mitología griega, prácticamente todos los dioses contaban con poderes sanadores, pero eran pocos los que realmente podían ostentar con orgullo el «título» de auténticos dioses de la medicina, pues su arte para la curación sobrepasaba por mucho al del resto de los dioses. Una de ellos fue Apolo, dios de las artes y la medicina, última en la que más destacó debido a sus conocimientos y a su particular manejo de las enfermedades.
Como hijo directo de Zeus, Apolo fue un dios sumamente poderoso en el panteón griego. A él le fueron atribuidos poderes y capacidades diversas que le valieron la adoración y la estima de los antiguos griegos. La medicina, considerada una práctica respetuosa y sagrada, era uno de los ámbitos representados por Apolo, quien ofrecía curación y sanación a sus fieles.
No obstante, las funciones de Apolo en el campo de la salud no se vieron limitadas a la curación y expulsión de las enfermedades. En realidad, y debido a su característica naturaleza vertiginosa y narcisista, le fueron también adjudicados los orígenes de muchas enfermedades como las pestes o la cólera, pudiendo encontrar pruebas de estas en diversos relatos épicos griegos que nos muestran una imagen distorsionada de este bucólico dios.
De entre todos ellos, podemos destacar los relatos compilados en el Canto I (llamado Peste y Cólera) de la Ilíada, en el que Homero nos cuenta cómo Agamenón, rey de Micenas y héroe en la guerra de Troya, perdió a muchos de sus hombres a consecuencia de las flechas infectadas con la peste que Apolo les lanzó. O lo narrado por Sófocles (poeta trágico griego) en su obra Edipo Rey, cuyo argumento versa alrededor de la peste enviada por Apolo a la ciudad de Tebas como castigo ejemplar.
Dioses de la medicina griega: Apolo y la curación
Sin embargo, a pesar del a veces despiadado carácter de Apolo, los antiguos Griegos siempre lo relacionaron con la mesura y la pureza dignas de un médico. Por ello, sus funciones siempre estuvieron orientadas al reconocimiento de la salud y la curación más que a la enfermedad.
Apolo fue adorado con multitud de epítetos que definían sus atribuciones y capacidades médicas. Era conocido como Apolo iatromantis principalmente entre los sacerdotes iatromantes (literalmente médicos-profetas), quienes hacían uso de la mántica (acto de predecir) y la adivinación para trasmitir a los mortales los designios y deseos del dios; como Apolo Pitio o Délfico en alusión a su destacado lugar en el santuario de Delfos, donde se llevaban a cabo rituales mediáticos y proféticos; como Apolo Paean en los himnos de agradecimiento hacia el dios o en las invocaciones que los médicos realizaban durante sus curas; como Apolo Loimios cuando quería expulsarse una enfermedad o plaga de una ciudad; y como Apolo Oulios (epíteto vinculado con la salud y lo destructivo) por parte de los oulíades o descendientes de Apolo Oulios que practicaban la curación mágica.
Dioses de la medicina griega: Asclepio
A pesar de la propagación del culto de Apolo sanador por toda Grecia y posteriormente por el Imperio Romano (lo que demostraría su pervivencia en el tiempo), fue su hijo Asclepio, Esculapio para los romanos, la deidad que realmente se atribuyó el reconocimiento del mejor de los dioses de la medicina.
Este dios nació de la ira de Apolo, quien, según la versión compilada en las Odas Píticas (existen muchas versiones al respecto) del poeta Píndaro (518-438 a.C), entró en cólera cuando su amante, la princesa Coronis, se dispuso a contraer matrimonio con su primo Isquión movida por la influencia que su padre ejercía en ella. Esto fue algo que enfureció al egocéntrico Apolo y a su hermana Artemisa, diosa de la caza, y que dio pie a que ambos elaborasen un plan para matar a Coronis, a su prometido y a toda su familia durante las nupcias.
Tras la matanza, Apolo cayó en la cuenta de que Coronis estaba embarazada de él mismo, por lo que, al contemplar a la criatura que se encontraba en el vientre de su amante muerta, tuvo piedad y decidió acogerla bajo el nombre de Asclepio, confiando su educación al centauro Quirón. El arte médico de este ser (del que provienen nombres como quirófano o quirúrgico) y el poder de sus prodigiosas manos del que nos hablan los textos literarios (Quirón o Queirón proviene del griego Χειρ, que significa mano), así como su capacidad docente, lo convirtieron en el primer profesor de medicina. De esta forma Asclepio pudo aprender los secretos y remedios más eficaces, llegando a ser ascendido a la categoría de dios de la medicina al superar hasta a su padre en sus encargos médicos.
Tal fue así que en una ocasión, y gracias a sus avanzados poderes médicos, Asclepio llegó a traspasar los límites universales impuestos por los dioses cuando decidió revivir a un mortal, cayendo en lo que los griegos llamaban hybris (término para referirse a la desmesura). Ello provocó la ira de dioses como Hades, que observó no solo cómo su reino quedaba despoblado por culpa de los milagros médicos de Asclepio sino cómo este osaba robarle las almas de los que ya habían muerto. Como consecuencia, Zeus fulminó a Asclepio con un rayo como castigo por haber rebasado fronteras que solo unos pocos dioses podían sobrepasar.
Apama I, la primera reina seléucida
Antíoco I Sóter
El festival de las kronia en Atenas
El oráculo de Delfos
La rebelión de Aristónico
El Imperio Seléucida
La incubatio, la invocación a los dioses de la medicina
Cuando Asclepio murió, los enfermos siguieron encontrando su ayuda en los cientos de santuarios que le fueron dedicados. Estos templos, construidos sobre todo a partir de los siglos VI y V a.C., sirvieron no solo como centros ceremoniales en los que rendir culto, sino también como hospitales antiguos. Estos eran los asclepia, encontrándose el más importante e influyente en la ciudad de Epidauro, desde donde se expandieron por todo el Mediterráneo en los siglos siguientes.
A estos espacios acudían enfermos de diversas dolencias que ofrecían sacrificios y ofrendas a modo de pago y se ponían a disposición de los sacerdotes del dios. Su labor era la de suministrar ciertas sustancias (drogas como el opio para poder dormir a enfermos aquejados), así como realizar masajes y baños a los pacientes para que estos se relajasen y cayesen en un profundo sueño o trance conocido como incubación, ya practicado en la antigua civilización sumeria.
El contenido soñado por los enfermos durante la incubación era posteriormente interpretado por los sacerdotes (lo que se denomina oniromancia), quienes debían darle sentido para que el enfermo se fuese con la idea de haber visto al dios Asclepio en sus sueños, por lo que se han propuesto multitud de teorías que intentan explicar el éxito de ese engaño. Usualmente, se atribuía la cura de la enfermedad a la acción mágica del dios, pero en muchas ocasiones eran los sacerdotes quienes intentaban ofrecer posibles remedios en nombre de Asclepio, lo que condujo a una cierta observación analítica de la enfermedad y a un trato mucho más terapéutico.
Cuando los rituales finalizaban, el enfermo depositaba una ofrenda y abandonaba las instalaciones para que el poder de las curaciones divinas surtiese efecto. Cosa que sabemos que ocurría, teniendo en cuenta la sugestión de los enfermos y el uso de elementos como los pharmaka, ya que los testimonios epigráficos (textos grabados en piedra) ponen de relieve el supuesto éxito médico en estos santuarios.
El culto hacia Asclepio, así como sus santuarios, se expandieron muchísimo gracias a la estima que personajes como Alejandro Magno le tuvieron, llegando hasta Cartago y la propia Roma. Finalmente, ya en época cristiana, este dios fue especialmente condenado debido a su poder sanador y milagroso, similar al de Cristo.
Bibliografía
BREMMER, J. (2010): The Gods of Ancient Greece: Identities and Transformations. Edinburgh University Press.
GIL, L. (2001): Medicina, religión y magia en el mundo griego. Universidad Complutense de Madrid.
GIL, L. (2004): Therapeia. La medicina popular en el mundo clásico. Madrid: Triacastela.
LAÍN, P. (1978): Historia de la medicina. Madrid: Salvat Editores.
McKEOWN, J. (2010): A Cabinet of Ancient and Medical Curiosities. Oxford University Press.
NUTTON, V. (2013): Ancient Medicine. Routledge: Taylor & Francis Group
Artículo sobre los dioses de la medicina contextualizado en una saga de artículos escritos por Alberto Escudero, graduado en Historia. Puedes acceder al primer artículo de la misma a través de este enlace.