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El Jesús histórico, la figura central del cristianismo

Introducción

¿Existió Jesús realmente o fue un invento literario? Si existió, ¿cómo fue su vida? ¿qué fuentes tenemos para conocer la verdadera figura de Jesús de Nazaret? ¿qué hay de verdad y qué de mentira en el Nuevo Testamento sobre su biografía? En este artículo voy a tratar de dar respuestas a estas preguntas sobre el Jesús histórico.

Para ello, voy a hacer una aproximación al Jesús histórico a partir de una distinción básica: el Jesús histórico y el Cristo de la fe. No voy a hablar nada sobre el segundo ni sobre cuestiones que únicamente involucran a la teología. Aquí solo busco que nos acerquemos lo más posible a la vida del primero, un profeta judío que vivió en las primeras décadas del siglo I. Esta diferenciación no todo el mundo la entiende porque mezclan ambas figuras, así que mejor dejarlo aclarado.

También es importante aclarar la diferencia entre el Jesús real y el Jesús histórico. El primero sería la persona verdadera, lo que pensó, sintió, hizo y dijo en su vida. Esta figura es imposible de conocer debido a la gran escasez de fuentes históricas de conocimiento. El segundo, pues, es una reconstrucción hipotética y fragmentada basada en todo lo que sabemos gracias a la investigación histórica con los datos de los que disponemos. Nada de lo aquí expuesto es una verdad rotunda e irrefutable, pero es lo más cercano que tenemos a la realidad histórica.

Pantocrátor de la iglesia bizantina de Santa Sofía hecho en el siglo XIII (Fuente: Wikimedia Commons)

¿Existió Jesús realmente?

Sí. Hoy en día existen motivos de sobra para afirmar la existencia del Jesús histórico. Más allá de su aparición en las obras de historiadores antiguos como Flavio Josefo o Tácito, aquí plantearé tres de los argumentos más importantes. En primer lugar, si Jesús fuese un invento, un personaje literario, ¿por qué los Evangelios están llenos de lagunas, incoherencias y contradicciones? ¿por qué el mito no está bien elaborado, sin fisuras?

En segundo lugar, la visión de Jesús transmitida en el Nuevo Testamento es la de un personaje redondo y demasiado complejo, tal y como son las personales reales, por lo que no pudo ser fruto de una invención. ¿Por qué crear un personaje vinculado con la divinidad pero que tiene una familia humana o que actúa, siente y piensa como un humano? Si Jesús fuese un invento, las sagradas escrituras no tendrían deficiencias y el debate sobre la naturaleza del Jesús de la fe no habría durado siglos.

En tercer lugar, hay otras personas del siglo I d.C. que tuvieron vidas más o menos similares a la del Jesús histórico —Rabí Honí o Rabí Hanán, por ejemplo—, pero nadie niega su existencia. En otras palabras, el Jesús histórico no fue el único profeta de su época, ya que el contexto histórico de la dominación romana dio pie a que surgieran este tipo de personalidades.

Representacion paleocristiana de Jesús como el Buen Pastor realizada en el siglo IV. Aparece sin barba y con el pelo corto. (Fuente: Wikimedia Commons)

El Jesús histórico y su familia

No sabemos con certeza si el Jesús histórico nació en Nazaret, pero parece casi seguro que no fue en Belén. El relato sobre su venida al mundo es mitológico, puesto que se asemeja mucho a otras narraciones sobre nacimientos de niños predestinados a la grandeza: los gemelos Rómulo y Remo, el emperador Ciro el Grande, el dios hindú Krishna, el personaje bíblico Moisés…

Nada se ha descifrado sobre el día de su nacimiento, pero sí sobre el año: fue antes del fallecimiento de Herodes el Grande en el 4 a.C., de modo que nos movemos en una horquilla entre el 7 a.C. y los primeros meses del 4 a.C.

Respecto a su familia, una de las pocas cosas que intuimos es que sus padres se llamaban María y José y que Jesús tuvo hermanos y hermanas; de hecho, en los evangelios de Mateo y Marcos se afirma esto con transparencia. No obstante, es cierto que podría ser que se usara el término hermano con sentido metafórico y no explícito. También es verosímil que la familia pasara una época en Egipto, ya que en Alejandría existía una notable comunidad judía.

Su padre, José, fue carpintero, o más bien albañil o maestro de obras en general, y es probable que Jesús se dedicara a ello en sus primeros años de juventud. Sin embargo, abandonó el oficio cuando inició su predicación. Esto provocó que perdiera el afecto de sus familiares, que no creyeron en él y lo consideraban un excéntrico. En este sentido, solo la muerte del Jesús histórico hizo que sus hermanos se reconciliaran con él y se sumaran a su grupo de seguidores.

La Sagrada Familia (José, María y Jesús, con Isabel y su hijo Juan el Bautista, parientes de Jesús según el Evangelio de Lucas) Obra de Rafael Sanzio hecha en 1507 (Fuente: Wikimedia Commons)

El Jesús histórico y sus características personales

El Jesús histórico hablaba en arameo, y quizás supiera algo de hebreo y de griego por su uso de las Escrituras. Asimismo, como era necesario para su negocio, sabría leer y escribir. En cuanto a su estado civil, desconocemos si era soltero, casado o viudo, aunque las tres opciones son factibles.

Como es lógico, sería una persona con dotes para la oratoria y la retórica, con una gran imaginación y una capacidad pedagógica para transmitir su pensamiento de forma sencilla y amena.

En lo referente a su aspecto físico nada se sabe. La imagen tradicional del Jesús con barba y cabello largo no es real, pues se construye a comienzos del siglo IV y se consolidó con la Sábana Santa (que tampoco es real). En realidad, esa apariencia recuerda mucho (y no creo que sea casualidad) a la de los filósofos clásicos o a la de dioses paganos como el romano Júpiter.

Además, cabe destacar que Jesús sería desde su nacimiento un paria social, un marginado. Según el evangelio de Mateo, Jesús nació mientras José y María vivían separados. Por ende, según la ley de Israel, Jesús sería un mamzer, una persona de paternidad dudosa. Alguien así no era aceptado por la comunidad, no podía unirse a la comunidad en oración y tenía prohibido casarse con una israelí completa.

«Jesús, a los 12 años de edad, con los versados en la fe», obra hecha por José Ribera en el siglo XVII (Fuente: Wikimedia Commons)

En otro orden de cosas, no hay que ver al Jesús histórico como una persona pacifista y apolítica ajena al mundo que le rodeaba. Más bien, sería acertado decir que, desde el punto de vista de hoy, sería un estricto nacionalista judío.

El Jesús histórico y sus discípulos

En un momento dado, el Jesús histórico dejó su tierra natal y se convirtió en un discípulo o seguidor de Juan Bautista. Es bastante probable que se quedara mucho tiempo en su compañía, así que el discurso teológico que adoptó en su propia predicación fue heredado mayoritariamente de este, al menos en un principio.

Tras el asesinato de Juan Bautista por Herodes Antipas, Jesús se refugió en la aldea pesquera de Cafarnaún. Allí fue reconocido como rabí, es decir, como una autoridad local gracias a sus conocimientos de las festividades y prácticas religiosas.

Por su predicación en sitios así fundó su propio grupo tomando parte de sus seguidores de los de Juan Bautista para continuar la labor de su mentor. Luego, Jesús invitó a algunos de sus oyentes a seguirle de un modo absoluto y exclusivo.

«La última cena», de Leonardo da Vinci. Obra hecha a finales del siglo XV (Fuente: Wikimedia Commons)

Y de entre ellos, habría escogido a doce discípulos principales porque el número representaba a las doce tribus originales de Israel. Asimismo, cabe destacar que acompañaban a Jesús algunas mujeres, y que María Magdalena (llamada así porque procedía de Magdala) ocuparía un puesto especial aunque desconocido.

Sea como sea, hay que tener en cuenta dos cosas. Lo primero es que seguramente sus seguidores solo se contaron por decenas, por lo que no hay que magnificar sus actos en vida. De hecho, su muerte quizás fuera un acto secundario y que no llamara demasiado la atención en la vida cotidiana de Jerusalén.

Por tanto, lo segundo es que lo más probable es que el Jesús histórico pasara absolutamente desapercibido en su mundo y su época. En este sentido, fue la creencia en la resurrección de Jesús lo que hizo despegar su número de seguidores, no sus discursos estando vivo. Fueron las acciones de sus seguidores, motivadas por el recuerdo de Jesús, las que condicionaron el éxito de su mensaje. Dicho de otra forma: si Jesús hubiera seguido vivo a lo mejor hoy no existiría el cristianismo.

Los lugares de predicación del mensaje

El Jesús histórico y su grupo de seguidores recorrieron la Galilea rural entre el año 28 y 29 para que el maestro centrara su predicación en los campesinos y pobres. ¿Por qué el Jesús histórico no fue a las grandes ciudades, donde su discurso podría haber llegado a un público mucho mayor?

«Ecce Homo», obra del pintor Antonio Ciseri hecha en 1862 en la que se imagina el juicio de Jesús ante Poncio Pilato (Fuente: Wikimedia Commons)

Por un lado, puede que Jesús considerara que era en las zonas rurales donde vivían los israelitas de verdad, aquellos que conservaban sus tradiciones antiguas y no se corrompían moralmente por su convivencia con los romanos. Por otro lado, es probable que Jesús evitara conscientemente las ciudades por temor a que le apresaran y asesinaran los soldados de Herodes Antipas al ser seguidor de Juan Bautista.

Aparte, no se puede obviar el hecho de que viajaba lejos del hogar de su familia para restablecer su reputación social al margen de su controversia sobre su ascendencia. Quizás por esto no visitó Séforis, una relevante ciudad en construcción en la que quizás gentes de Nazaret e incluso miembros de su familia pudieron haber trabajado.

Juicio, condena y muerte del Jesús histórico

La muerte por crucifixión era un tipo de pena capital que los romanos solo podían aplicar a los no ciudadanos acusados de sedición contra Roma. Por el contrario, las autoridades judías no pudieron hacer ninguna acusación religiosa formal contra el Jesús histórico porque ningún delito habría cometido.

Pintura mural de la catacumba de Comodilla hecha a finales del siglo IV. Es una de las primeras imágenes de Jesús con barba, como el dios Zeus o Júpiter (Fuente: Wikimedia Commons)

Por ello, se debe suponer que el arresto de Jesús fue obra de los romanos. Ahora bien, estos contaban con el beneplácito de los judíos, recelosos con el profeta por dos motivos: por un lado, uno económico, por poner en duda el funcionamiento normal del Templo de Jerusalén; por otro lado, uno de orden público, al temer que la predicación de Jesús provocara una intervención romana que acabara en represión y derramamiento de sangre.

Jesús fue sentenciado a muerte por el prefecto Poncio Pilato acusado de sedición contra Roma. Su cargo fue de lesa majestad al ser un pretendiente mesiánico, un autoproclamado rey de Israel, un individuo que se negaba a aceptar la superioridad del emperador Tiberio y podía provocar una rebelión. Por ende, podemos asegurar que no, Poncio Pilato no se lavó las manos, él fue el único responsable de la muerte del Jesús histórico.

La crucifixión fue, sin duda, colectiva. La visión típica de un Jesús acompañado por otros dos individuos a izquierda y derecha (quizás dos seguidores suyos, revolucionarios anti romanos) puede que sea verídica. Aquí sobresale un hecho: las autoridades romanas pensaron que las acciones de Jesús fueron menos peligrosas que otras de su tiempo, así que para cortar la potencial rebelión bastó con eliminar al cabecilla, no a todos los discípulos.

«Jesús con la cruz a cuestas», obra hecha por El Greco en 1602 (Fuente: Wikimedia Commons)

El entierro bíblico vs. el entierro histórico

La versión oficial de la Biblia relata que fue José de Arimatea —miembro del Sanedrín según los evangelios de Marcos y Lucas y seguidor de Jesús según los de Mateo y Juan— quien descendió a Jesús de la cruz y se encargó de su entierro en una tumba nueva tallada en la roca. En todo momento, diversas mujeres presencian el proceso.

En la franja siropalestina del siglo I, únicamente los ricos contaban con tumbas excavadas en la roca con habitaciones. El Jesús histórico no era rico y era un ajusticiado, así que es probable que acabara enterrado en una fosa común cercana al lugar de ejecución. Esto quedaría respaldado, supuestamente, por un matiz introducido en el evangelio de Marcos, donde dice que Jesús fue enterrado en «una tumba», no en «su tumba».

José de Arimatea seguramente fuera un simple funcionario del Pequeño Sanedrín encargado de sepultar a los ajusticiados judíos para cumplir con su deber piadoso. Asimismo, si ya era difícil imaginar la presencia de mujeres en una ejecución, parece imposible que se encontraran en el entierro, y mucho menos sin compañía masculina.

Ilustración sobre la crucifixión de Cristo hecha por Herrada de Landsberg en el siglo XII (Fuente: Wikimedia Commons)

En último lugar, cabe decir sobre la resurrección que es un acontecimiento tan sobrenatural que no pertenece al ámbito de la historia, sino al de la fe. Por este motivo, el historiador no puede afirmarlo ni negarlo. Sea como sea, Jesús es el fundamento del cristianismo, pero no su verdadero fundador. Tras su muerte la vida siguió igual en Jerusalén y en todo Oriente Próximo, y solo sería muchos años después cuando se iniciaría la nueva religión que cambiaría para siempre la historia de la Humanidad.

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Roldán Hervás, J. M. (2008). Césares. La esfera de los libros.

Resumen
Nombre del artículo
El Jesús histórico: la realidad tras la figura central del cristianismo
Descripción
Aproximación al Jesús histórico y a los principales acontecimientos de su vida, desde su nacimiento hasta su condena y crucifixión
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