Introducción
Poncio Pilato (o Pilatos, también aceptado por la RAE) es uno de los gobernadores provinciales romanos más conocidos de la historia. Su aparición en La Biblia en el episodio de la pasión y muerte de Jesús ha contribuido a fijar en el imaginario colectivo una visión de su persona que no encaja con la realidad histórica y la arqueología. Por ello, en este artículo vamos a hacer un breve resumen de la biografía de Poncio Pilato para comprender quién era, cómo ejerció el cargo de gobernador de Judea, cuál fue su papel en la condena a Jesús y cómo murió años después.
¿Quién fue Poncio Pilato?
La biografía de Poncio Pilato está llena de lagunas, sobre todo antes y después de su etapa en el gobierno de la provincia de Judea (26 – 36 d.C.). Era un miembro de la clase ecuestre, nacido en la Campania (sur de Italia), que fue nombrado prefecto de Judea gracias a la influencia de su amigo Lucio Elio Sejano sobre el emperador Tiberio.
Judea era un territorio que preocupaba mucho a Tiberio, ya que, junto con Siria, sería la primera región que debería frenar un hipotético ataque de los partos. Por este motivo, el emperador buscaba un militar fuerte y duro para el ejército al mismo tiempo que un hombre que respetara el estatus privilegiado de los judíos en el mundo romano. En Poncio Pilato Tiberio encontró lo primero pero no lo segundo.
En los años anteriores a la muerte de Jesús tenemos constancia de tres incidentes que muestran el escaso interés del gobernador por las vidas o costumbres de sus súbditos. Por estas y otras acciones muchos autores clásicos lo señalaron como un convencido antisemita, aunque historiadores modernos han concluido que quizás esta visión es reduccionista.
Las polémicas efigies de Tiberio
Una de las primeras iniciativas de Poncio Pilato como gobernador de Judea ya causó mucho revuelo. El prefecto trasladó su ejército desde la capital —Cesárea Marítima— hasta Jerusalén para pasar el invierno allí. A pesar de ser consciente de que la ley judía prohibía las representaciones humanas, y más si eran del emperador, Poncio Pilato ordenó que sus soldados entraran de noche en la ciudad santa con estandartes que llevaban la efigie del princeps.
A la mañana siguiente, al verlos colgados en la residencia del prefecto, los habitantes de Jerusalén empezaron a protestar airadamente. Al sexto día de continuas protestas, Poncio Pilato reunió a los judíos díscolos en el estadio de Cesárea.
Aquel día desplegó sobre la arena a una cohorte del ejército con las espadas desenvainadas, pero los judíos, lejos de intimidarse, se arrojaron al suelo y mostraron sus cuellos, retando a los soldados a degollarlos ahí mismo. Al final, al prefecto no le quedó más remedio que ceder y admitir su derrota.
El gobierno de Poncio Pilato en Judea
Otro sonado encontronazo con los judíos se produjo cuando el gobernador insistió en colgar de las murallas de su residencia unos escudos dorados que no tenían imagen alguna pero sí una inscripción que decía «Poncio Pilato dedica estos escudos a Tiberio».
Los judíos se amotinaron de nuevo y le rogaron que los retirara, pero el prefecto se negó. En consecuencia, los judíos apelaron a Tiberio y este mandó que los escudos fueran colocados en el templo de Augusto en Cesárea Marítima.
Asimismo, la acuñación de monedas fue también motivo de fricción entre romanos y judíos, pues el prefecto introdujo en el diseño elementos de la religión romana tradicional. Cabe destacar que ninguno de los diseños acuñados por los anteriores gobernadores atentaba contra la sensibilidad religiosa de los judíos.
En otra ocasión, Poncio Pilato decidió financiar la construcción de un acueducto con dinero procedente del tesoro del Templo de Jerusalén. Esta medida es especialmente incomprensible, puesto que el emperador Augusto había decretado que robar el tesoro sagrado era un acto de sacrilegio.
Una gran cantidad de judíos se congregaron por fuera de la residencia del gobernador para protestar, pero lo que no imaginaban era la reacción del prefecto. Poncio Pilato había ordenado a algunos soldados que se vistieran de civiles y se camuflaran entre la multitud. A la señal de su jefe, sacaron sus porras ocultas y comenzaron a apalear a los manifestantes.
Según algunos autores murieron al menos un centenar de judíos, aunque a lo mejor muchos murieron pisoteados por la estampida humana generada por el caos. En palabras del historiador Flavio Josefo, «la muchedumbre, atónita ante esta desgraciada matanza, quedó en silencio». Así, con sangre y represión, la protesta cesó y Poncio Pilato construyó el acueducto.
Poncio Pilato y la Biblia: la condena a Jesús
Según los Evangelios, Poncio Pilato fue el juez del proceso de condena a Jesús, pero intentó por todos los medios liberarlo porque lo creía inocente. Ante la presión de los judíos, que prefirieron soltar al delincuente Barrabás en vez de a Jesús, el prefecto cedió a las peticiones de muerte en la cruz.
Cabe destacar que hizo el acto simbólico de lavarse las manos para que la culpa de su muerte recayera sobre los judíos, un pueblo que ha cargado durante milenios con la losa de haber matado al hijo de Dios. Más específicamente, el evangelio de Mateo pone en boca del gobernador las siguientes palabras: «Inocente soy de la sangre de este justo; allá vosotros».
Esta visión de Poncio Pilato transmitida en la Biblia es totalmente inverosímil. Una persona intolerante como la que hemos descrito en este artículo no pudo actuar en el proceso de condena a Jesús de la forma que pintan los Evangelios.
Para empezar, el prefecto era el único que tenía potestad para imponer o no la pena capital, así que Poncio Pilato fue el verdadero responsable de su muerte. Más concretamente, el reo más famoso de la historia fue acusado de un delito de lesa maiestas, es decir, sedición contra la autoridad romana.
Por otra parte, el intento de los evangelistas de desviar la atención del gobernador para centrarla en los judíos parece querer exonerar de culpa a los romanos. Esto encaja si tenemos en cuenta cómo fue la expansión del cristianismo. A los primeros predicadores cristianos les convenía que Jesús no fuera visto como una amenaza a la seguridad del Imperio Romano, por lo que dejaron en buen lugar a Pilato y presentaron a su mesías como una víctima de los líderes judíos. Así conseguían un doble objetivo: llevarse bien con las autoridades romanas y diferenciar el cristianismo del judaísmo.
El final de Poncio Pilato como gobernador
Después de la muerte de Jesús, las acciones brutales de Poncio Pilato como gobernador de Judea continuaron en el tiempo. Algunos autores hablan de que mató a unos galileos que estaban ofreciendo sacrificios en el Templo de Jerusalén, aunque no sabemos a ciencia cierta si fue algo real o no.
Un hecho mucho más conocido es el que finalmente provocó su destitución. En la región de Samaria, en el año 36 d.C., apareció un hombre que decía ser un profeta y convocó a sus seguidores samaritanos en la aldea de Tirazana con la intención de subir al monte sagrado Garizín.
Poncio Pilato interpretó esta manifestación religiosa como un levantamiento armado y movió a un contingente indeterminado de infantería y caballería (algunos autores hablan de dos cohortes de infantería y un escuadrón de caballería) para detenerlos.
El resultado fue una carnicería: los soldados interceptaron a los peregrinos en la aldea antes de que ascendieran el monte y mataron a gran cantidad de ellos. Para rematar la faena, el prefecto dispuso que se ejecutara a los líderes del movimiento que habían sobrevivido al ataque.
La indignación en toda la provincia de Judea fue de tal magnitud que se organizó rápidamente una delegación que viajó cientos de kilómetros para entrevistarse en persona con el emperador Tiberio. Este no tardó en quitar el cargo a Poncio Pilato, no tanto por su carácter tolerante o piadoso, sino porque la tranquilidad en el gobierno de las provincias era un aspecto imprescindible para la eficaz explotación económica de las mismas.
La muerte de Poncio Pilato en el exilio
El gobernador romano de la provincia de Siria, Lucio Vitelio, fue el encargado de llevar a cabo la sentencia dictada por Tiberio. Meses después, cuando Poncio Pilato llegó a Roma, albergó alguna esperanza al enterarse de la muerte del emperador. Sin embargo, su sucesor, Calígula, mantuvo lo estipulado por su predecesor y mandó que el prefecto marchara al exilio en la Galia.
Si hacemos caso al texto apócrifo Mors Pilati, Poncio Pilato se suicidó poco después de llegar a su lugar de exilio. Otras fuentes menos creíbles incluso llegan a señalar que fue asesinado por Tiberio antes de morir o que vivió hasta ser ejecutado por el emperador Nerón.
Fuera como fuera, lo que sí es cierto es que el conjunto de textos apócrifos que surgió en los siglos posteriores a la muerte de Jesús ensalzó la figura de Poncio Pilato. En el mundo actual, esto ha cristalizado en algunos lugares como Etiopía, donde la Iglesia considera a Poncio Pilato un santo y celebra su fiesta el 25 de junio de cada año.
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