
Introducción
Cayo César Augusto Germánico, más conocido como Calígula, es uno de los personajes más injustamente maltratados de la historia de la antigua Roma. Diversos autores clásicos encasquetaron a la sociedad romana una visión en la que su tercer princeps había personificado todos los males posibles: era cruel, sanguinario, impasible, adúltero, maquiavélico, incestuoso, impío… Sin embargo, tal y como veremos a continuación, la realidad no es tan simple. Muchas de las acciones del joven emperador buscaron mejorar la vida del pueblo llano y el funcionamiento de las instituciones, pero su conocimiento se propaga mucho más lentamente que los bulos y fake news de sobra conocidos. Por ello, vamos a ver un resumen de las principales reformas de Calígula para contribuir en la lucha para desmontar su leyenda negra.

Calígula y el regreso de las elecciones en Roma
Las reformas de Calígula abarcaron muchos ámbitos, aunque la más simbólica de ellas fue la que tuvo que ver con las elecciones. Desde tiempos de Julio César, la celebración de comicios en Roma era un paripé, ya que no había casi ninguna posibilidad de que un candidato no favorable al régimen o al líder de turno ganara una magistratura.
Muchos años después, el emperador Tiberio introdujo un cambio relevante: eliminó las elecciones e hizo que los magistrados fueran elegidos por el Senado, de tal modo que las asambleas se limitaban a ratificar la selección de los candidatos ya realizada.
En el año 38, Calígula devolvió al pueblo su derecho a votar por magistrados en elecciones. No obstante, fue un gesto más simbólico que real. Por un lado, la influencia del emperador era enorme, por lo que no ganaría nadie que no contara con su visto bueno. Por otro lado, sólo se presentaban candidatos suficientes para cubrir el número de vacantes o, si había más candidatos, se organizaban los cargos entre ellos de antemano.
Así lo describe Dion Casio:
Él, en verdad, había devuelto las elecciones al pueblo pero, aunque se había salvado la apariencia republicana, nada de ella existía en realidad. Las razones estaban en que el pueblo, por el mucho tiempo que había pasado sin ocuparse de los asuntos públicos en libertad, se mostraba extremadamente incapaz de resolver ninguno de los asuntos de su incumbencia, y en que no se presentaban más candidatos a las magistraturas que los que debían ser elegidos. Además, cuando el número de candidatos era mayor, se ponían de acuerdo entre ellos. Por estas razones. Cayo volvió a suspender las elecciones.
El rechazo del Senado al «juego limpio», al retorno al sistema republicano, fue lo que provocó el fracaso de la reforma. Era evidente que no querían volver a una situación en la que se gastaban gigantescas cantidades de dinero en campañas electorales, ya sea por medios legales o corruptos.

En el otro lado de la balanza, es probable que al principio los ciudadanos acogieran con entusiasmo esta clase de reformas de Calígula, pero no por una aspiración «democrática», sino por obtener los ingresos de los sobornos de los candidatos o por disfrutar de los espectáculos que se celebrarían.
Sin embargo, al no existir margen de decisión, el interés de los ciudadanos por participar en el proceso electoral fue mínimo, ya que la farsa se podía observar desde lejos.
Vista su ineficacia, a Calígula no le quedó más remedio que retractarse y volver a eliminar las elecciones, regresando a la situación previa. Aparte, esto supone una prueba más de que el emperador sabía reconocer algunos de sus errores de gestión, es decir, que no era un gobernante tiránico que hacía lo que le daba la gana sin contar con nadie.
Las reformas de Calígula a nivel judicial
A nivel judicial, las reformas de Calígula tendieron a mejorar el funcionamiento de las instituciones, no a concentrarlas en su persona de forma absolutista.
Para empezar, limitó la posibilidad de apelación a su persona en los juicios, lo que revalorizaba las competencias de los jueces. Además, precisamente para descongestionar la administración de justicia —maltratada durante la era de Tiberio por el abuso de la maiestas— , Calígula aumentó el numero de jueces permanentes con la creación de una quinta decuria.

Por otra parte, revisó las cuatro ya existentes para apartar del cargo a personas indignas y sustituirlas por ciudadanos nobles y ricos de ciudades de todo el imperio.
Nuevamente, esta realidad contrasta con los testimonios de las fuentes. En este fragmento, por ejemplo, Suetonio nos dibuja a un Calígula que se ríe malvadamente por sus poderes absolutos.
En un espléndido festín, de repente se echó a reír a carcajadas, y, al preguntarle dulcemente los cónsules, que se sentaban a su lado, de qué se reía, les respondió: «¿De qué va a ser sino de que, a una sola señal de mi cabeza, podéis ser degollados los dos al instante?».
Las reformas de Calígula a nivel fiscal
Las de tipo fiscal son las reformas de Calígula más difíciles de rescatar del olvido, ya sea por su complejidad o por su interpretación. Comencemos por lo básico. Hasta el año 284, en tiempos del emperador Diocleciano, los impuestos directos se recaudaban exclusivamente en las provincias, de modo que los habitantes de Italia sólo pagaban impuestos indirectos.
El impuesto indirecto más importante del principado de Augusto fue el centesima rerum venalium, una tasa sobre la ventas de bienes del 1% que era destinada a financiar el Tesoro militar.
En el año 17, Tiberio pudo reducir el impuesto al 0,5% gracias a los ingresos extraordinarios procedentes de la incorporación de Capadocia al Imperio Romano. No obstante, en el año 31 la economía no iba tan bien, así que volvió a subirlo al 1%.

De esa manera llegamos al gobierno de Calígula. Su primer movimiento fue reducir a la mitad el impuesto, aunque luego lo eliminó por completo. Lógicamente, esta medida benefició sobre todo a los grupos sociales más modestos de Roma.
En el último año de su reinado, cuando buscó aumentar el nivel de ingresos del Estado, Calígula estableció la innovadora medida de fijar impuestos directos, hasta ahora desconocidos. Cabe destacar que esta fue una de las pocas acciones impopulares del emperador, como así se lo transmitirían con sus quejas durante la celebración de los juegos.
Según Suetonio y Dion Casio, el princeps gravó con impuestos las tabernas, los artesanos, los esclavos. la contratación de esclavos, la venta de comestibles, el dinero involucrado en pleitos legales, los servicios de las prostitutas, los proxenetas… De hecho, en palabras de Suetonio, «no hubo asunto ni persona que quedara exento de tener que pagar alguna contribución».
Se desconoce hasta qué punto estas últimas reformas de Calígula a nivel fiscal fueron aplicables y efectivas, dada la proximidad de su asesinato. Aun así, parece ser que Claudio, cuando llegó al poder, abolió casi todos estos impuestos directos, lo que nuevamente entra en contradicción con las fuentes, que desinforman al sostener que Calígula había llevado el imperio a la bancarrota.

Otras reformas de Calígula
Hubo otras reformas de Calígula que hablan bien de su manera de gobernar. Reanudó la costumbre augustea de recibir personalmente los pequeños regalos de dinero que la gente de las clases sociales bajas ofrecían al emperador durante la celebración del Año Nuevo. Si el princeps no se encontraba en Roma en esa fecha, estos obsequios se depositaban junto a su trono vacío en el Capitolio.
Como era de esperar, Suetonio tergiversa esta tradición que servía para estrechar lazos con la plebe y escribe lo siguiente al respecto:
Inflamado del deseo de sentir el dinero, se paseaba a menudo descalzo sobre los enormes montones de monedas de oro esparcidos por un local muy amplio, e incluso se revolcaba en ellos durante largo tiempo.
Calígula también reintrodujo plenamente los collegia, una especie de asociaciones a las que pertenecían hombres humildes del mismo oficio o vocación, pero cuyos objetivos solían ser más sociales que profesionales. A finales de la república, estos collegia se habían involucrado en actividades políticas, por lo que muchos de ellos fueron suprimidos por Julio César.
Luego, tanto Augusto como Tiberio habían fijado la norma de que los collegia únicamente podían crearse y existir si contaban con la aprobación del emperador. Por ello, la relajación de la norma imperial era parte del ambiente general de libertad que caracterizó los primeros meses de Calígula en el poder. Finalmente, cuando ascendió Claudio, fueron abolidos.

Para concluir este artículo me ha parecido imprescindible mostrar este fragmento de Dion Casio que ejemplifica el motivo del odio de la aristocracia hacia Calígula.
En cambio, que restituyera las elecciones de los magistrados al pueblo y la plebe, aboliendo cuanto Tiberio había legislado sobre ellas, que suprimiera el impuesto de la centésima, que durante la celebración de un espectáculo gimnástico arrojara fichas al público y, a cambio de ellas, entregara numerosos regalos a quienes las habían cogido, agradó a la escoria de la sociedad pero disgustó a los hombres prudentes.
Fuentes primarias
Dion Casio (2016). Historia romana. Libros L-LX. (Trad. Juan Manuel Cortés Copete). Gredos.
Suetonio (2018). Vidas de los doce césares. Libros IV-VIII. (Trad. Rosa Mª Agudo Cubas). Gredos.
Bibliografía
Barrett, A. (2001). Caligula: the corruption of power. Routledge.
Nony, D. (1991). Calígula. Edesco.
Roldán Hervás, J.M. (2012). Calígula. El autócrata inmaduro. La esfera de los libros.
Wilkinson, S. (2005). Caligula. Routledge.
Winterling, A. (2006). Calígula. Herder editorial.

