Introducción
Cayo César Augusto Germánico, más conocido como Calígula, es uno de los emperadores más maltratados por las fuentes antiguas. Diversos autores encasquetaron a la sociedad romana una visión en la que su tercer princeps había personificado todos los males posibles: era cruel, sanguinario, impasible, adúltero, maquiavélico, incestuoso, impío… Sin embargo, tal y como veremos a continuación, la realidad no es tan simple. Por ello, vamos a hacer un resumen de la biografía del emperador Calígula en sus primeros meses de gobierno para saber qué hizo y cómo hasta sus mayores detractores le dedicaron buenas palabras.
El ascenso del emperador Calígula
El comienzo del gobierno del emperador Calígula parecía cumplir los mejores sueños de cualquier senador. La época oscura del siniestro y depravado Tiberio se acababa y arrancaba una nueva y gloriosa era de luz marcada por Cayo, el hijo de Germánico.
A su llegada a Roma, el emperador Calígula interpretó bien su papel y pronunció ante senadores y representantes del orden ecuestre y el pueblo llano un discurso modélico. En él, prometió compartir el poder con los senadores, dijo que trabajarían de común acuerdo e incluso se calificó a sí mismo como hijo y pupilo del Senado.
Asimismo, este clima de optimismo se reflejó en el hecho de que, según Suetonio, durante los tres meses iniciales de su principado se sacrificaron en los templos en agradecimiento a su ascenso unos 160.000 animales.
Por otro lado, Calígula organizó el funeral público de Tiberio y pidió que le dieran el mismo trato que a Augusto, es decir, que lo divinizaran. No obstante, cuando los senadores retrasaron el procedimiento, el princeps hizo la vista gorda, de modo que Tiberio se convirtió en uno de los pocos soberanos del Imperio Romano que no fue divinizado tras su muerte. Aun así, tampoco se recurrió al extremo de condenarle a una damnatio memoriae.
El generoso y piadoso emperador Calígula
Para presentarse como un gobernante generoso —en contraposición con su tacaño predecesor— Calígula cumplió los legados de Livia Drusila y Tiberio, a pesar de que había invalidado el testamento de este último.
Los pretorianos recibieron 2000 sestercios por cabeza (1000 por el legado de Tiberio más otros 1000 por voluntad de Cayo), cada uno de los soldados normales del imperio ganó 300 sestercios y se regaló 300 sestercios a cada unidad familiar de Roma. También se pagó a las cohortes urbanas y a los vigiles.
Tras garantizarse el favor del ejército y del pueblo, el emperador Calígula quiso honrar a sus muertos. Por ese motivo, cuando no llevaba ni un mes en el cargo, marchó hacia las islas de Pandataria y Ponza, donde habían vivido y muerto en el exilio su madre y su hermano Agripina la Mayor y Nerón, respectivamente.
Con sus propias manos guardó en un lugar seguro sus restos mortales y los trajo al puerto de Ostia. Desde allí fue a Roma e hizo que las urnas fueran llevadas por hombres ilustres sobre dos pedestales hasta el mausoleo de Augusto. Para conseguir el máximo efecto propagandístico, la ceremonia se efectuó a mediodía, cuando las calles de la ciudad estaban más abarrotadas.
El historiador Suetonio describe la escena:
Se dirigió a toda prisa a Pandataria y a las Poncias para traer las cenizas de su madre y de su hermano, a pesar de que hacía muy mal tiempo, para que su piedad filial quedara más de manifiesto; se acercó a ellas con el máximo respeto y las guardó en unas urnas con sus propias manos.
Honrando a sus muertos
Para Calígula no bastaba con haber recuperado sus cenizas para reunirlas con las de Germánico, tenía que restaurar la dignidad perdida de sus ilustres familiares.
En este sentido, ya incluso antes de embarcarse, había mandado que se destruyera hasta los cimientos la casa de Herculano donde su madre había vivido recluida antes de ser exiliada. Asimismo, estableció que en el desfile inaugural de los juegos del circo debía mostrarse siempre, sobre un carro solemne, una estatua con la imagen de su madre.
Por su parte, a su padre se le concedió el honor de dar nombre al mes de septembris, que a partir de ahí se llamó Germánico. Esto continuaba la tradición de los meses de quintilis y sextilis, que habían sido cambiados por los nombres de Julio (por el dictador Julio César) y Augusto (por el emperador César Augusto). En esta línea, quizás la única razón por la que en el siglo XXI no seguimos llamando Germánico al mes de septiembre es porque esta reforma fue abolida posteriormente.
Además, las fechas de nacimiento de sus padres fueron celebradas con sacrificios y se acuñaron monedas con su efigie para distribuirlas por la inmensidad del imperio.
Una larga lista de honores recayeron de igual manera sobre los hermanos del emperador Calígula. Por ejemplo, se encargaron estatuas diversas para cada uno y se acuñaron monedas en las que salen cabalgando y con sus mantos volando hacia atrás. Aparte, se erigieron por Italia varios cenotafios en honor de Druso, cuyo cuerpo no fue nunca encontrado tras morir en la prisión.
Honrando a los vivos
Después de agasajar a los muertos, tocó el turno de ocuparse de los vivos. El emperador Calígula concedió a su abuela, Antonia la menor, el puesto de sacerdotisa del divino Augusto y el mismo tratamiento privilegiado que tuvo Livia Drusila. Esto incluía el título de Augusta y la posibilidad de sentarse en el circo y el teatro en el palco imperial, tal y como podían hacer las vírgenes vestales.
En particular, las hermanas del emperador Calígula fueron las mayores beneficiadas por el reparto de honores. Como ya venía siendo habitual, aparecieron en monedas que corrieron de bolsillo en bolsillo por el imperio romano.
Luego, más allá de recibir el título de vírgenes vestales honorarias, lo más importante es que Drusila, Livila y Agripina la Menor fueron añadidas en las fórmulas de los juramentos anuales de lealtad al princeps y en las propuestas de los cónsules al Senado. Si hacemos caso a Suetonio, ambas serían algo así:
No me tendré ni a mí mismo ni a mis hijos en mayor estima que a Cayo y, después de él, a sus hermanas.
¡Por el bien y la felicidad de Cayo César y de sus hermanas!
Hasta Claudio, el tío de Calígula que había sido ninguneado desde que nació, se estrenó en el cursus honorum por todo lo alto a los 46 años de edad al ser nombrado colega de su sobrino en el consulado del año 37. Además, obtuvo la distinción adicional de presidir los juegos en los días en los que el emperador no pudiera estar presente.
El emperador Calígula y la política
Los primeros meses de gobierno del emperador Calígula estuvieron calculados milimétricamente para vender la idea de un líder repleto de virtudes. Hasta ahora, el soberano había revelado la pietas en los honores a sus familiares, la concordia en su disposición a colaborar con el Senado, y la liberalitas y la munificentia al distribuir generosamente los legados de Tiberio y Livia Drusila.
A continuación, su principal iniciativa política fue evidenciar su clementia al abolir los procesos judiciales de maiestas, que tanto terror habían causado en la década previa. Se puso en libertad a los encarcelados, se permitió regresar a los exiliados, se paralizaron los casos pendientes y se quemaron en una gran hoguera en el Foro los documentos relacionados con los juicios políticos del pasado.
Para enfatizar el hecho de que no daría credibilidad en el futuro a nuevas acusaciones, Suetonio nos cuenta esta anécdota:
Rechazó un escrito que le presentaron concerniente a su propia seguridad, sosteniendo que no había cometido ninguna acción que le pudiera haber granjeado el odio de nadie, y afirmó no tener oídos para los delatores.
En otro orden de cosas, exhibió su humildad y modestia al prohibir que fuesen esculpidas estatuas suyas dentro de la ciudad y abandonó la práctica de comunicarse con el Senado a través de cartas. Igualmente presumió de su liberalidad al acabar con la censura existente y permitir la libre circulación de obras con discursos republicanos o en contra de la familia imperial.
El emperador Calígula, Macrón y Silano
Llegados a este punto, cualquiera podría preguntarse… ¿cómo un veinteañero sin ninguna experiencia de gestión se había convertido de la noche a la mañana en un modelo de emperador perfecto?
La respuesta es sencilla: al menos en estos meses, el emperador Calígula era un muñeco movido por dos titiriteros, el prefecto del pretorio Nevio Sutorio Macrón y el senador Marco Junio Silano. Él primero fue la figura fundamental que le permitió ascender al poder y el segundo era su ex-suegro, padre de Junia Claudia.
Era una estrategia perfecta porque Macrón era el militar que dominaba el ejército y Silano era el civil que controlaba a la aristocracia senatorial, de manera que había vía libre para construir la imagen de gobernante virtuoso.
En este aspecto, nuestra fuente más abundante es Filón de Alejandría. Más allá de lo anecdótico, el filósofo judío detalla de una forma más o menos verosímil en varios fragmentos la relación del emperador Calígula y Macrón:
Formulábale sus advertencias sin disimulos y con plena franqueza, movido, como buen artífice, por el deseo de que su propia obra perdurase y no fuese destruida ni por su propia mano ni por otro.
Cuando veía a Cayo dormirse en un banquete, lo despertaba […] Cuando lo veía excitado por espectáculos de danzas, o a veces tomando parte en ellas […] riendo a carcajadas en actitud demasiado infantil […] Macrón, sentado o recostado cerca, le llamaba la atención y procuraba moderarlo.
Respecto a Marco Junio Silano, Filón de Alejandría escribe:
Sus palabras eran en todo momento las propias de un protector, y no ocultaba cosa alguna de las que tocaban al mejoramiento y provecho de los hábitos, la conducta y el gobierno de Cayo.
El consulado del emperador Calígula del año 37
Esta etapa inaugural del emperador Calígula tuvo sus momentos más memorables durante el tiempo que ejerció su primer consulado con Claudio como colega, entre el 1 de julio y el 31 de agosto del año 37. El historiador Dion Casio explica que Cayo, en la ceremonia de investidura de la magistratura, pronunció un discurso tan sobresaliente que el Senado ordenó que se leyera en público cada 18 de marzo, día de su ascenso al poder.
El clímax de este consulado llegó al final del mismo con un grandioso acontecimiento: la solemne consagración del templo de Augusto. Decretado tras su divinización y construido durante el principado de Tiberio, el templo sirvió a Calígula para reforzar su condición de descendiente biológico de Augusto, sucesor legítimo y gobernante magnánimo.
Hubo juegos a una escala jamás vista hasta entonces, con una cacería en la que supuestamente murieron cientos de fieras salvajes traídas de África o dos días con decenas de carreras. Paralelamente hubo espectáculos musicales, colosales banquetes para los senadores y los caballeros y un desfile en el que el Cayo pasó en un carro tirado por seis caballos.
El historiador Dion Casio se hizo eco de las medidas que tomó el emperador Calígula para maximizar la asistencia a estos juegos:
Para que nadie tuviera excusa alguna para no asistir al teatro […] aplazó todos los juicios y suspendió todos los duelos. […] Por primera vez se colocaron cojines en los asientos de los senadores, de modo que ya no tuvieron que sentarse sobre las maderas desnudas. También se les permitió llevar sombrero al teatro, al modo tesálico, para que no sufrieran los rigores del sol.
En esto último también eran antagónicos los principados de Tiberio y Calígula. Mientras que el primero presumía de una gran falta de interés por el aplauso popular —reflejado en la misantropía que le llevó a retirarse a Capri, en su estricta política financiera de ahorro o en sus escasos espectáculos públicos y donaciones—, el segundo buscó ser popular entre el pueblo desde el minuto cero.
Para concluir este artículo sobre el estreno en el gobierno del emperador Calígula, expongo la interesante opinión del historiador judío Flavio Josefo:
Cayo, por su parte, durante el primer año y el siguiente administró los asuntos de Estado magnánimamente, y al portarse comedidamente alcanzó sumo afecto entre los propios romanos y los súbditos, pero a medida que transcurría el tiempo iba desistiendo de sus sentimientos humanitarios para pasar a considerarse un dios a causa de la magnitud de su poder.
Fuentes primarias
Dion Casio (2016). Historia romana. Libros L-LX. (Trad. Juan Manuel Cortés Copete). Gredos.
Filón de Alejandría (1976). Sobre la embajada ante Cayo. (Trad. José María Triviño). Acervo cultural.
Flavio Josefo (1997). Antigüedades judías. Libros XII – XX. (Ed. José Vara Donado). Akal.
Suetonio (2018). Vidas de los doce césares. (Trad. Rosa Mª Agudo Cubas). Gredos.
Bibliografía
Barrett, A. (2001). Caligula: the corruption of power. Routledge.
Barrett, A. (2008). Lives of the Caesars. Blackwell Publishing.
Ferrill, A. (1991). Caligula. Emperor of Rome. Thames and Hudson.
Roldán Hervás, J. M. (2008). Césares. La esfera de los libros.
Roldán Hervás, J.M. (2012). Calígula. El autócrata inmaduro. La esfera de los libros.
Winterling, A. (2006). Calígula. Herder editorial.