Introducción
El Estado Hitita fue una civilización que, a partir de su núcleo originario en el este de la Península de Anatolia (actual Turquía, mediados del siglo XVII a.C.), consiguió expandirse por gran parte de esta península y por territorios más orientales, conquistando buena parte del noroeste del Oriente Próximo (máxima expansión a mediados del siglo XIV a.C.). En esta entrada vamos a ver cómo fue esa expansión que originó el Imperio Hitita.
El origen del Imperio Hitita
El término “hitita” procede de unas pocas referencias bíblicas a un pueblo cananeo posterior a la Edad del Bronce denominado “hittim” (refiriéndose a los neohititas). Por otro lado, los hititas se llamaban a sí mismos “Pueblos del País de Hatti”, lo que nos viene a decir que nunca utilizaron ningún término étnico o político para designarse a sí mismos, sino que se identificaban a sí mismos por el nombre de la región en que vivían. Esto se explica fácilmente si tenemos en cuenta que los hititas no tenían un núcleo étnico común ni una lengua común, sino que eran una sociedad de carácter multirracial, formada por un cierto número de diferentes elementos étnicos (indoeuropeos, hattianos, hurritas, etc.) que hablaban un cierto número de lenguas diferentes, debido a la gran cantidad de prisioneros de guerra procedentes de las campañas militares.
Las amenazas al Imperio Hitita
Cuando Shuppiluliuma (1344-1322 a.C.) subió al trono del imperio hitita (gracias a la muerte de su hermano Tudkhaliya, el heredero), el reino se hallaba en una situación muy precaria. Este joven rey, que ya hacia finales del reinado de su padre había dirigido operaciones militares en el norte de la península contra las tribus montañesas de los Kashka y Khayasha, siguió luchando y combatiendo sin parar prácticamente durante veinte años.
Esto, que a simple vista parece no tener mucha vinculación con el tema, es importante porque sin vencer primero a las amenazas externas del país no se puede iniciar una política expansiva que fundara un glorioso imperio. Mientras que el trato dado a los Kashka fue puramente militar, con el reino de Khayasha se acabó llegando a un acuerdo, sellado por la boda de una hermana de Shuppiluliuma con el jefe de esa tribu de las montañas. Aunque Khayasha era un Estado marginado en el escenario político anatólico, tenía una importancia estratégica, ya que podía obstaculizar las operaciones contra los Kashka, por un lado, y el acceso a Ishuwa (curso alto del río Eúfrates), donde el reino hitita entraba en contacto con Mitanni.
Las relaciones del Imperio Hitita
Los hititas y Kizzuwatna
Al sur de Ishuwa empezaba Kizzuwatna, ese reino que había mencionado que funcionaba mayoritariamente de Estado tapón entre los hititas y los mitannios. Si durante el corto periodo de reinado de Tudkhaliya II el imperio hitita había tomado el control de este reino, luego Mitanni recuperó el control sobre esta zona aprovechando la crisis del Reino Medio hitita. No conocemos en detalle las intervenciones llevadas a cabo aquí por Shuppiluliuma, pero sabemos que sus resultados fueron muy positivos.
Como consecuencia de este éxito, Kizzuwatna dejó de ser un reino independiente, y se convirtió en parte del imperio hitita. Resueltos los problemas internos, Shuppiluliuma estaba libre para iniciar la política expansionista que deseaba emprender: dejando más olvidado el oeste peninsular (Arzawa), el rey hitita centró sus esfuerzos en Mitanni y el sur de Siria.
Los hititas y Mitanni y Siria
Uno de los datos más curiosos de la relación entre ambos países en esta época nos la ofrece el rey mitannio Tushratta, el cual, tras un enfrentamiento victorioso contra Shuppiluliuma, se jactó de ello en sus cartas con el faraón egipcio Amenhotep III. Por otra parte, siendo consciente Shuppiluliuma de la lealtad de los vasallos mitannios del norte de Siria (Karkemish, Aleppo, Mukish, Nukhashe y Qatna) a su señor Tushratta, Shuppiluliuma entró en contacto con dos reyes de la zona de influencia egipcia, interesados obviamente en independizarse de Egipto.
Cuando Shuppiluliuma llevó a cabo la impresionante campaña militar que le llevó desde el Eúfrates hasta el Líbano en un solo año, ya previamente había buscado alianzas y alternativas de gobierno en la familia real de Mitanni y en el reino vasallo de Nukhashe, para obtener así la excusa para intervenir en ambos sitios. El ataque empezó por el norte, atravesando el río Eúfrates por Ishuwa y marchando desde ahí sobre la capital de Mitanni, Washshukkani. Aunque el rey mitannio rechazó la batalla campal, igualmente fue vencido debido a una conspiración de palacio de su probable hermano Artatama, que lo había traicionado por un pacto previo con Shuppiluliuma.
Después de esta usurpación del trono mitannio por parte de Artatama, Shuppiluliuma se dirigió a Siria, donde se enfrentó y derrotó a los fieles vasallos sirios, remontando el curso del río Orontes hasta las ciudades de Qatna y Qadesh. Shuppiluliuma se detuvo aquí y no avanzó más por varios motivos: por un lado, porque no quería ir más al sur y meterse en la zona controlada por los egipcios, y, por otro lado, porque la campaña se estaba prolongando demasiado y el hogar ya quedaba lejos.
Sin embargo, Shuppiluliuma permaneció seis años en Siria para terminar de resolver tres grandes problemas relacionados con su conquista. El primero era lograr que los antiguos Estados vasallos de Egipto entendieran que no iban a ser independientes mientras los hititas estuvieran ahí. El segundo problema era puramente militar, y consistía en conquistar las últimas ciudades aun resistentes y rechazar a su vez los contraataques de Mitanni. El tercer problema era Egipto, que no veía con buen ojo la pérdida de sus territorios más septentrionales y la ambición expansionista de Shuppiluliuma. Sin embargo, el periodo amarniense y los años posteriores hicieron imposible para Egipto el poder ocuparse de sus fronteras exteriores más al norte.
Bibliografía
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