INTRODUCCIÓN
En términos arqueológicos, podemos decir que el Reino Medio es un periodo de la Historia asiria a medio camino entre dos mundos, ya que comienza en la Edad del Bronce Final y termina en la Primera Edad del Hierro (abarca aprox. 1360-1050 a.C.).
ASIRIA ANTES DE TIGLAT-PILESER I
A mediados del siglo XII a.C., el reino asirio se hallaba en grandes dificultades. Las infiltraciones de los arameos a través del río Éufrates habían mermado la seguridad asiria en la Alta Mesopotamia, mientras que los últimos coletazos de la invasión de los frigios en la península de Anatolia habían llegado a las puertas del alto Tigris, arrebatando algunos territorios al control asirio. Al mismo tiempo, el avance elamita en la franja situada al pie de los Zagros se había extendido bastante, por lo que en su conjunto Asiria se hallaba reducida a unas dimensiones mínimas. Sin embargo, no todo es malo para Asiria, ya que sacó ventaja de las actividades militares del rey de Isin, puesto que asistieron a la eliminación de Elam del tablero político militar.
TIGLAT-PILESER I
Durante su largo reinado (1114-1076 a.C.), el rey asirio Tiglat-Pileser I llevó a Asiria a uno de sus momentos de máximo esplendor, comparándose al esplendor alcanzado con Tukulti-Ninurta I (siglo y medio antes) o con Assurnasirpal II (dos siglos y medio después). Sin embargo, al estar contextualizado entre dos periodos de oscura crisis, el reinado de Tiglat-Pileser I parece una gesta efímera, aunque es un claro ejemplo de cómo una dirección política enérgica puede hacer que un Estado como Asiria coseche éxitos importantes a pesar de la situación internacional. Conocemos cinco años de las campañas militares del rey gracias a sus anales, que representan el momento en que las inscripciones reales asirias se estructuran de forma analística y se convierten en una fuente histórica más fiable.
En la actividad militar del rey se pueden distinguir dos aspectos. En primer lugar, hay una actividad bélica oscura y constante, pero totalmente necesaria, con escasa gloria pero mucha dificultad y situada en el frente de las montañas por su amenaza sobre los campos asirios. En segundo lugar, hay actividades mucho más llamativas y gratificantes desde el punto de vista ideológico, pero mucho menos necesarias: las dirigidas a Babilonia en el sur y al Mediterráneo en el oeste. Veamos ahora más detalladamente ambos puntos. El sector montañoso plantea todavía los mismos problemas que en la época de Salmanassar I o Tukulti-Ninurta I, pero aun más intensificados debido a la presión frigia. La primera de las campañas de Tiglat-pileser se dirige contra el país de Katmukhi, situado en torno a las inmediaciones del río Tigris en Asiria, mientras que la segunda va dirigida contra el país de Nairi, en pleno territorio armenio.
Durante su cuarto año de reinado comienzan las campañas por el oeste que llegan al Mediterráneo. Un primer obstáculo a superar son las tribus arameas, que se han hecho fuertes en casi toda la Alta Mesopotamia. Lo que pretendía este rey asirio es expulsarles al otro lado del Éufrates, devolviéndoles a sus lugares de origen. Con ello, lo que quería conseguir era garantizar las comunicaciones entre los centros administrativos asirios, interceptando y persiguiendo a los grupos tribales. En el otro extremo de la balanza tenemos la campaña contra Babilonia, que se desarrolla en la parte final de su reinado. Aunque llega a tomar no solo las ciudades babilonias más septentrionales sino también la propia capital, es un episodio que no cuenta para mucho ya que en cuanto vuelve a casa estas conquistas se disuelven.
Los aspectos ideológicos de la actividad bélica de Tiglat-pileser I están reflejadas en sus propias inscripciones. Existen estelas erigidas o esculpidas en la roca, colocadas en lo que era para ellos el fin del mundo, como en las fuentes del río Tigris o los pantanos del Éufrates, y en las que se representan escenas de caza de animales salvajes. Analizándolas, vemos cómo la caza posee el valor simbólico de presentar al rey como el único capaz de dominar las fuerzas salvajes de la naturaleza. Las imágenes de piedra de esos mismos animales cazados se erigen a la entrada de los templos y palacios asirios, convertidas en genios protectores y disuasorios al servicio del rey, que ha demostrado ser capaz de dominarlos.
ARTE Y LITERATURA
Las expediciones a los montes también tienen como objetivo obtener materiales para el programa de restauración y ampliación de los templos emprendido por Tiglat-pileser I. En el terreno urbanístico, su reinado es la culminación del periodo medioasirio, presentando una continuidad total respecto a la época de Tukulti-Ninurta no solo en la arquitectura, sino en la producción artística general. Lo mismo se puede de la producción literaria y administrativa, ya que a su reinado pertenecen el código de leyes que lleva su nombre y una vasliosa colección de edictos de palacio. Sin embargo, lo que personalmente más me llama la atención es que Tiglat-pileser I recopila y ordena el material legislativo y literario, creando una bibilioteca en la que se reúnen las obras babilonias conseguidas en los saqueos de Babilonia.
ASIRIA TRAS TIGLAT-PILESER I
Después de Tiglat-pileser I, Asiria vuelve a adentrarse en la oscuridad documental. No lo sabemos a ciencia cierta, pero es probable que no se repitan campañas de mucha resonancia, como la de Babilonia o la del Mediterráneo. En el otro lado de la moneda, es probable que prosiguiera la presencia asiria continua en las tierras del norte y la reconstrucción del territorio altomesopotámica tratando de expulsar a los arameos. De este periodo posterior yo destacaría un monumento, el llamado «obelisco rojo», que quizás se pueda atribuir al tiempo de reinado de Ashur-bel-kala. Este monumento ilustra a la perfección los apuros que tuvieron que pasar los asirios para controlar zonas como el valle del Khabur.