Fragmento de un artículo sobre la Guerra de Troya originalmente publicado por el historiador Joaquín Toledo en diciembre de 2009 en la web de Historia Mundo.
La verdad sobre la Guerra de Troya
A partir de Schliemann, es posible vislumbrar la verdadera historia de la Guerra de Troya. Tal como lo creyó el arqueólogo, los hechos cantados por Homero son reales, sí existió una ciudad llamada Troya, y también una cultura griega micénica. La diferencia está en la forma épica (muy común en los pueblos de la antigüedad) de narrar los hechos. Si nos avenimos estrictamente a las causas de la guerra entre troyanos y griegos, entonces es perfectamente lógico aseverar que éste fue un conflicto de motivaciones económicas. Veamos. Los descubrimientos y conclusiones de Schliemann sobre Micenas dejaron muy en claro que la cultura micénica tuvo una actividad comercial muy grande y, al parecer, en continua expansión. Ya que su civilización y los otros pueblos griegos navegaban continuamente en el Mar Egeo, su hábitat marino natural, con seguridad debió llegar un momento en el que quisieran expandirse.
Muchos de aquellos pueblos se expandieron hacia el oeste, donde iniciaron la colonización de los pueblos de la Península Itálica y sus islas; otros, emigraron hacia el sur y conquistaron la isla de Chipre; otros, fueron al este y desembarcaron en el Asia Menor, y en las Islas de Rodas y Creta (cuna de los minoicos); y los últimos, fijaron sus objetivos en el norte. Este debió ser el caso también de los micénicos, que en sus ansias de exploración, quisieron navegar y mercadear con los cientos de pueblos a orillas del Mar Negro, importantísimo y rico enclave comercial. Pero la supremacía de Troya, ciudad-peaje del estrecho de los Dardanelos (único acceso al mencionado mar y también única vía de comunicación con el Mediterráneo) debió hartarlos y por ello decidieron resolver el problema con el peso de sus armas.
Troya, que se consideraba con derecho en los Dardanelos, debió estar, a su vez, fatigada del progreso amenazante de los griegos que, prácticamente, comerciaban con toda la Europa civilizada. Muestras de ello hay miles. Se ha encontrado restos de influencia micénica en todo el sur de Europa, Asia Menor e inclusive en tierras actualmente rusas. Las naves micénicas abandonaban los puertos griegos cargadas con cerámicas lujosas, metales, armas, aceites y ungüentos y regresaban cargadas de oro, marfil, telas preciosas y pasta vítrea en un continuo mercadeo que convertía el Mediterráneo oriental en una auténtica autopista comercial. Era evidente que, bajo el punto de vista micénico, Troya sobraba. Asimismo, los troyanos debían pensar lo mismo de los griegos.
Esta podría ser seguramente la razón principal del conflicto. Todos los pueblos de Grecia, unidos bajo el mando de Agamenón, debieron declarar la guerra conjunta a Troya que, siendo una ciudad muy poderosa, estaba perfectamente bien defendida y en capacidad de vencerlos. Si son ciertos los 10 años de duración de la guerra como afirma Homero, lo más probable es que no fueran continuados (como se menciona en la Ilíada), sino una sucesión de ataques u ofensivas cuyo poder sometió a la larga a la altiva ciudad.
Vencida Troya, los griegos debieron haber iniciado su expansión sin trabas hasta alcanzar el control del comercio internacional. Los descubrimientos arqueológicos incluso han permitido esclarecer puntos desconocidos como, por ejemplo, el vestir de sus ejércitos, las armas que empleaban y la forma de las fortalezas, barcos, y diversas circunstancias del conflicto. Sin embargo, lo que sigue siendo un misterio es el ocaso posterior y destrucción de Micenas, quizás aniquilada por los “pueblos del mar”, una civilización de la que no se tiene referencia y que aún hoy es un gran enigma.
Los griegos micénicos que habían destruido Troya fueron aplastados por una oleada invasora que borró todo resto de su civilización. Los fantásticos palacios fortificados micénicos como Tirinto o Micenas fueron asaltados y destruidos, la población se dispersó, los campos se abandonaron, la zona se despobló e incluso la escritura se perdió. Sólo la ciudadela micénica de Atenas, encaramada en lo alto de la Acrópolis resistió la destrucción. Todo lo demás fue arruinado. Grecia se sumió en una Edad Oscura que habría de durar más de 400 años. Si hubo algún ganador final de la lucha, en resumidas cuentas, sin duda fueron estos “pueblos del mar”. Pero hasta eso aún hoy se está investigando.
Aunque revestida de una innegable aureola mística, no se puede negar la enorme importancia que la historia de esta guerra y su narrador, Homero, (de quien también se duda su existencia) tuvo para la cultura greco-latina de la antigüedad y para la cultura occidental en general. La guerra de Troya, llevada a cabo probablemente entre el siglo XIII y XII a.C, fue la contienda entre el pueblo de Troya (situada en lo que hoy es Turquía) y el pueblo aqueo (en la actual Grecia). Mágica, misteriosa, intensa, brutal, los 10 años de aquella guerra legendaria sirvieron para que las huestes de Odiseo (El Ulises de la Odisea) dieran el golpe de muerte a Troya y por extensión, a la cultura micénica.
Fragmento de un artículo originalmente publicado por el historiador Joaquín Toledo en diciembre de 2009 en la web de Historia Mundo.