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La Guerra Aquea (146 a.C.)

Introducción

La época helenística ocupa los tres siglos que van desde la muerte de Alejandro Magno en la Babilonia del año 323 a.C. hasta la muerte de Cleopatra VII en el Egipto del año 30 a.C. Sin embargo, podemos afirmar que la Historia de la antigua Grecia acaba en el 146 a.C., pues en ese año la República Romana se adueña de unos territorios que jamás volverían a ser independientes. Todo esto ocurrió a causa de la derrota de las fuerzas de la Liga Aquea en la batalla de Corinto, en el contexto de la Guerra Aquea (146 a.C.).

Hacia la Guerra Aquea

Después de la muerte de Alejandro Magno sin un heredero directo, sus generales estuvieron durante décadas luchando por los despojos de su imperio en la llamada Guerra de los Diádocos. En estos años se asistió al nacimiento de un nuevo mundo dominado por las tres potencias que marcarían decisivamente la Historia de la Grecia helenística: el Egipto Ptolemaico, la Macedonia Antigónida y el Imperio Seléucida, es decir, los reinos helenísticos.

Reconstrucción del cortejo fúnebre de Alejandro Magno según Diodoro (hecho a mediados del s XIX)

Mientras tanto, las ciudades-Estado griegas tenían que vivir bajo el control directo o indirecto de alguno de estos Estados. Por este motivo, uno de los modos de luchar por mantener la independencia era formar ligas o confederaciones, capaces de reunir mayores recursos militares. Una de las más famosas en este sentido fue la Liga Aquea, que llegó a incluir todas las ciudades del Peloponeso. Dirigida en sus momentos finales por Dieo y Critolao de Megalópolis, acabó convirtiéndose en el brazo ejecutor de la oposición antirromana.

El inicio del fin comenzó en el 147 a.C. cuando una petición de Esparta para abandonar la Liga fue rechazada. Los espartanos solicitaron la ayuda del senado romano, el cual envió una comisión a Corinto para ratificar no solo la independencia de Esparta, sino también la de Argos, Orcómenos y la propia Corinto. Ante esta situación, la Liga Aquea declaró la guerra a Esparta en el 146 a.C., atrayendo a su bando a potencias de la Grecia Central como Beocia, Eubea, Fócide y Lócride. En respuesta, el gobierno romano decidió intervenir militarmente en el conflicto en favor de Esparta. Comenzaba así el conflicto que finalizaría la historia de la antigua Grecia, la Guerra Aquea.

Estado actual del teatro griego de la ciudad de Orcómenos

Desarrollo y consecuencias de la Guerra Aquea

El Senado romano envió a la guerra a Quinto Cecilio Metelo, que había acabado con el último foco de resistencia macedónica, y con ello había anexionado el territorio como una provincia más, dos años antes (148 a.C.). Este militar acudió desde Macedonia y venció a las fuerzas de Critolao en la batalla de Escarfia. Poco después, Dieo trató de hacerse fuerte en torno a Corinto, pero fue derrotado por el cónsul Lucio Mumio, enviado por el senado con dos legiones. Como consecuencia de la derrota griega, la Liga Aquea fue disuelta, las ciudades que habían combatido a los romanos quedaron sometidas a la autoridad del gobernador provincial de Macedonia y en el resto se introdujeron gobiernos oligárquicos prorromanos.

No obstante, la peor parte se la llevó Corinto. Esta urbe se había convertido en la ciudad más rica de Grecia por su privilegiada posición comercial, con puertos a ambos lados de la estrecha franja de tierra que separaba la península del Peloponeso del resto de Grecia. Después del asedio y destrucción de Cartago ese mismo año, el gobierno romano pensó que el mundo helénico necesitaba un castigo ejemplarizante, para evitar posibles sublevaciones en el futuro. Así, las legiones romanas destrozaron la ciudad griega, realizaron un gran saqueo de sus obras de arte, vendieron como esclavos a sus ciudadanos e incendiaron todos los grandes edificios. Parte del tesoro obtenido se consagró a otros templos de Grecia, una gran parte se exhibió como trofeo en Roma y otras partes se regalaron a  ciudades italianas como Pompeya.

Estatua del historiador Polibio, que vivió la destrucción de Corinto

A pesar de la violencia ejercida contra Corinto, Roma no quiso anexionar Grecia como una más de sus provincias en este momento. Las ciudades que no habían sido entregadas a Macedonia permanecieron jurídicamente libres, aunque en realidad estaban igual de sometidas al poder romano que cualquier ciudad de provincia romana. La historia de la antigua Grecia había acabado.

Bibliografía

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