Artículo sobre la catedral de Notre Dame escrito por Álvaro Comes Cervera, graduado en Historia
Introducción
París es una de las ciudades más visitadas del mundo, como prueban las decenas de millones de personas que acuden cada año a contemplarla. Es en una de las islas fluviales que se encuentran en el río Sena, a su paso por la ciudad, donde se encuentra el monumento al que vamos a dedicar este artículo, Notre-Dame de París. Esta esbelta catedral se encuentra en la conocida como Île de la Cité (la Isla de la Ciudad), llamada así por ser durante siglos la propia urbe parisina y donde podemos encontrar otros emblemáticos enclaves como la Conciergerie y la Sainte Chapelle. En este artículo vamos a introducirnos en la construcción y el entorno que envuelven uno de los lugares más famosos del continente europeo. Este tendrá un enfoque relacionado al periodo medieval, dejando de lado las ampliaciones en el Barroco y la restauración del siglo XIX.
París, la ciudad de la catedral de Notre Dame
En la Edad Media no podemos hablar de una catedral sin explicar la ciudad en la que ha sido levantada, sobre todo las obras góticas, símbolo del florecimiento urbano en Europa. Este monumento nos puede hablar del poderío económico de la urbe, el sentimiento religioso de sus ciudadanos o incluso una reivindicación política. Por este motivo, podemos considerar la catedral de Notre Dame como el espejo de París, es decir, un lugar construido con la intención de mostrar el poder de la que se va a convertir en la ciudad más grande de la Europa occidental cristiana.
Este crecimiento comenzó en el siglo XI, derivado de un incremento de la producción agraria que permitió el traslado de población a las ciudades. Estos núcleos de población son fomentados por los grandes señores feudales, quienes ofrecían ventajas fiscales para tratar de atraer a artesanos y comerciantes y así aumentar sus rentas y la calidad de sus productos.
Además, París va a ver incrementada su importancia debido al fortalecimiento progresivo de la dinastía de los Capetos, los reyes de Francia. Estos gobernantes estaban consolidando sus dominios y estableciendo un orden que un siglo atrás resultaba imposible por la atomización del poder feudal. Dentro del aumento notable de esta influencia, los monarcas franceses van a establecer en París su capital a partir del siglo XII. Sin duda, este era un título que le iba a otorgar todavía mayor prestigio y poder.
Historia de la catedral de Notre Dame
Será en estas circunstancias cuando los canónigos de París plantearon la necesidad de construir una nueva catedral que se ajustara al prestigio que tenía la ciudad. Esta debía hacerse según los ideales del arte gótico, que ya estaba apareciendo en monumentos de transición, a los alrededores de la ciudad, como en Saint-Denis, Saint-Martin-des-Champs y Saint-Germain-des-Prés. El primero de estos, como ya comentamos en el artículo de introducción al gótico, va a ser la gran referencia y el punto cero de partida para las primeras catedrales de este estilo arquitectónico.
El lugar escogido para la construcción de la catedral de Notre-Dame no era casual. De hecho, se trataba del sitio donde, desde época anterior a los romanos, se habían levantado todos los templos religiosos de todas las civilizaciones que habían ocupado la Île de la Cité. Evidentemente, la ubicación no se encontraba vacía, sino que disponía de la basílica merovingia de Saint-Ettiene (siglo VII). A su vez, esta había recibido muy probablemente una reforma románica posterior, aunque mantuvo su estructura original. Este conjunto va a ser determinante para la fisonomía de la nueva catedral, debido a que se utilizó como base mientras se estaba construyendo.
Construcción de la catedral de Notre Dame
En el año 1163, Maurice de Sully, obispo de París entre los años 1160 y 1196, comenzó la construcción de la catedral de Notre Dame, apoyada por el clero, la monarquía y la sociedad urbana. La primera fase de edificación consistió en levantar el crucero por sus dos extremos, occidental y oriental. Este procedimiento era habitual en la Edad Media, con la intención de dejar el núcleo central del edificio anterior como lugar de culto mientras se construía el nuevo. Sin embargo, también era habitual construir de este a oeste, comenzando por la girola y terminando por la cabecera, donde nos encontramos la fachada principal.
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La dinastía de los Capetos en Francia
Si bien su estructura principal va a seguir los esquemas del estilo gótico, la catedral de Notre-Dame va a aportar algunas novedades arquitectónicas. Por ejemplo, va a ser la primera en la que veamos el uso de los arbotantes, un elemento estructural con forma de arco que transmite las presiones de las bóvedas a los contrafuertes exteriores. Esta innovación es muy importante, pues al liberar de carga a los muros del crucero se va a permitir construirlos más altos y esbeltos, permitiendo así la inclusión de vidrieras más grandes y mayor entrada de luz en el templo.
Las bóvedas de crucería van a ser sexpartitas (con seis huecos de plementería y tres nervios) debido a que en el gótico primitivo, o preclásico, los arquitectos no estaban convencidos de la resistencia de una bóveda cuadripartita (cuatro huecos de plementos y dos nervios). El crucero contiene una segunda novedad, esta influenciada por la basílica merovingia anterior: la composición del mismo en cinco naves. Es habitual, tanto en el románico como en el gótico, que el crucero esté compuesto de una nave central y dos laterales (de menor altitud que la primera). No obstante, en Notre-Dame vamos a encontrarnos con una nave central y cuatro laterales (dos a cada lado), modelo que imitarán otros complejos catedralicios como el de Bourges. En Reims o Chartres optaron por un modelo compuesto, empleando tres desde la cabecera hasta el transepto y cinco desde este hasta la girola, la cual era doble.
A principios del siglo XIII se comenzó a levantar las torres de la fachada occidental, la primera estructura del que conoceremos como gótico clásico. De esta parte podemos destacar sus tres puertas, la galería de los 28 reyes de Judea (con los que la dinastía de los Capeto buscaba emparentarse para legitimar su reinado), el rosetón central y sus dos imponentes torres de 69 metros de altura. Por último, a mediados de este siglo se cerró el transepto con dos relucientes rosetones de estilo radiante, de los cuales uno ha llegado intacto a nuestros días, saliendo indemne al incendio de Notre Dame de 2019.
El crucero fue cubierto por una techumbre de madera de roble a dos aguas que protegía las bóvedas de las inclemencias del tiempo. En el centro del mismo se decidió añadir, como elemento decorativo, la famosa aguja que coronaba la catedral, aunque la que se quemó en 2019 era una reproducción neogótica del siglo XIX. De la aguja medieval se conservan algunos grabados como en “Las muy ricas horas del Duque de Berry” (siglo XV) o el cuadro que pintó Nicolas-Jean-Baptiste Raguenet en 1752, algo más de 20 años antes de que esta fuera desmontada.
La construcción de la catedral de Notre Dame de París requirió de casi un siglo y medio. Por ello se puede encontrar en ella diversas fases artísticas de la arquitectura gótica. Por todos estos motivos, es sin duda uno de los monumentos más representativos del mismo y uno de los símbolos por excelencia de la arquitectura medieval europea.
Artículo escrito por Álvaro Comes Cervera, graduado en Historia
Bibliografía
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Álvaro Comes Cervera es graduado en Historia por la Universidad de Valencia (2013-2017). Es colaborador habitual en la sección de Historia del diario digital “EsDiario”. Sus intereses se centran en la Historia Antigua, Historia moderna de España y la Historia de la Ciencia en general. Es el autor del recién creado canal de Youtube “Proyecto historia”, centrado en la divulgación histórica a niveles generales.