INTRODUCCIÓN
Tras la caída del imperio hitita como consecuencia de los sucesos desencadenados por la crisis del 1200 a.C., en la zona central de la meseta anatólica nuevas poblaciones (los frigios) se superpusieron a las antiguas, del mismo modo que la organización política y cultural retrocedió hasta el nivel de aldea. En cambio, en la zona suroriental tribus de lengua luvita e hitita lograron resistir y formaron una serie de Estados de carácter comarcal, normalmente con una ciudad por capital, pero con un extenso territorio entre montañas, los conocidos como Estados neohititas.
LA ESCRITURA JEROGLÍFICA HITITA
La prueba más evidente que demuestra la continuidad cultural respecto al mundo del imperio hitita es la escritura «hitita jeroglífica» que los nuevos Estados neohititas heredan de sus antepasados. Aunque es cierto que esta escritura jeroglífica ya se usaba entre el siglo XV y XIII a.C., sobre todo para breves inscripciones en sellos de reyes y funcionarios, también lo es que ésta alcanzó su máximo apogeo después de la desaparición del imperio hitita, cuando encontramos su utilización para monumentos en la capital y en ciudades periféricas. Con la aparición de los reinos neohititas se va a generalizar el uso monumental de este sistema de escritura, encontrándolo en textos localizados en las ciudades (en las puertas de las ciudadelas o los palacios, por ejemplo) o fuera de ellas (en monumentos rupestres y junto a las fuentes, los santuarios u otros lugares destacados). La buena conservación de estas inscripciones monumentales rupestres hizo posible no solo que el descubrimiento contemporáneo del jeroglífico hitita se conociera antes que el cuneiforme, sino que a partir de su investigación se descubriera todo el imperio que venía antes en la Historia. Dado su carácter ideográfico, la escritura jeroglífica hitita se podía adaptar a distintas lenguas, como el hurrita, por ejemplo. Mientras que los monumentos del imperio hitita estaban escritos en hitita, las investigaciones han permitido saber que las inscripciones y los nombres propios neohititas estaban escritos en una lengua bastante parecida al luvita.
EL TERRITORIO NEOHITITA
Como podemos comprobar fácilmente mirando los mapas del territorio que abarcan el imperio hitita y los reinos neohititas, respectivamente, a primera vista parece que hay un desplazamiento general hacia el este. Durante mucho tiempo, la historiografía pensaba que este desplazamiento se debía a una migración de tribus luvitas desde la península de Anatolia hasta el norte de Siria, coincidiendo en el tiempo con la caída del imperio hitita y la ocupación de los frigios de la meseta central. Obviamente, en la actualidad esta hipótesis está totalmente desmontada por carecer de argumentos concretos y consistentes. Ahora sabemos que el área de difusión de los Estados neohititas se encuentra dentro de las viejas fronteras del imperio. De hecho, esa primera impresión que se tiene de desplazamiento hacia el sureste se debe a la pérdida de los territorios más occidentales y norteños, no a un avance hacia el sureste, ya que el río Éufrates corta su avance por el este, por lo que todas las capitales neohititas se encuentran en la orilla derecha del río. Si estas son las fronteras hititas por la mitad norte, por el sur la barrera es la vieja frontera hitita-egipcia, cortada también un buen trecho por la penetración aramea.
Además, cabe decir que hay una diferencia entre los Estados neohititas situados al norte y al sur de la línea formada por las cadenas montañosas del Amanus y el Antitaurus. Al norte de esta línea, hasta más allá del Taurus (donde empieza el territorio frigio), ya antes del fin del imperio la región está ocupada por una población luvita y hurrita, aunque esté integrado políticamente en el imperio. En cambio, al sur de esta línea la población de base es semítica, contando con el estatus político de reinos autónomos dependientes del gran rey hitita. Sin embargo, ya durante los siglos XIV y XIII a.C. hay una penetración de elementos hititas y luvitas. Esto se refleja en el hecho de que las dinastías hititas instaladas en las dos ciudades principales, Aleppo y Karkemish, se llevan consigo multitud de funcionarios, escribas y administradores, otorgando un marcado carácter hitita a los palacios de estas ciudades.
En el norte de Siria la cultura hitita llega sobre todo a las zonas que durante el siglo XIII a.C. habían estado directamente sometidas a Karkemish: el propio Karkemish, la zona de Mukish (ahora conocida como Patina), y, en parte, Aleppo. Por el contrario, en el sur de Siria (en los antiguos reinos de Ugarit, Amurru, Nukhashe y Qadesh), la penetración cultural aramea va a ser más fuerte, por lo que la hitita va a ser mucho más débil.
En la zona del alto Éufrates, los montes Taurus y las regiones de Cilicia y Capadocia, el nivel de organización política era comarcal, ya que carecían de una autoridad superior que los unificara, como había hecho el imperio. Por último, como dato interesante cabe destacar que, desde el punto de vista asirio, durante el periodo que va desde la caída del imperio hitita a la conquista asiria (es decir, desde finales del siglo XII con Tiglat-Pileser I hasta mediados del siglo VIII a.C. con Tiglat-Pilleser III), la zona situada al oeste del río Éufrates se sigue llamando Khatti, es decir, que los asirios de la época no distinguían entre los hititas del imperio y los neohititas.