Introducción
Marco Tulio Cicerón (106 a.C. – 43 a.C.) es, junto a Julio César y Salustio, el autor romano más importante a la hora de conocer de primera mano cómo fueron las últimas décadas de vida de la República Romana. La trascendencia y detallismo de todos sus escritos, la brillantez de todos sus discursos y la influencia que generaron sus obras en numerosos autores posteriores lo convirtieron en uno de los mayores oradores, filósofos y políticos de la historia antigua de Roma. En este artículo vamos a hacer un resumen corto de la biografía de Cicerón para hacernos una idea de quién fue, qué textos escribió y cómo murió este gigante del arte de la oratoria.
La carrera profesional de Marco Tulio Cicerón
Marco Tulio Cicerón nació en el año 106 a.C. en el seno de una familia ecuestre adinerada de la pequeña ciudad de Arpino. Desde muy joven, su padre le envió a Roma para que se formara de la mano de los mejores oradores de la época, entre ellos Marco Licinio Craso. Siendo aún adolescente tuvo que interrumpir sus estudios para luchar en la Guerra de los Aliados (91 – 88 a.C.) a las órdenes de Pompeyo Estrabón, padre de Pompeyo Magno.
Cuando acabó el enfrentamiento, regresó a Roma para retomar sus estudios de derecho civil y filosofía. En esta última materia contó con la inestimable ayuda del líder de la Academia platónica de Atenas, que había huido hacia Italia debido al creciente poder del rey Mitrídates VI del Ponto en Grecia. Más tarde, ni siquiera los años de guerra civil entre los partidarios de Cayo Mario y los de Lucio Cornelio Sila impidieron que el joven Cicerón siguiera formándose. Además, cabe destacar que Cicerón era un gran aficionado al teatro, lo que le permitió aprender unos cuantos trucos con los que llamar la atención del público a la hora de hacer discursos.
Desde su debut en el 80 a.C., Cicerón destacó como abogado defensor en diversos juicios, lo que le permitió crearse una red de amistades y clientelas dentro de la aristocracia. Gracias a estas consiguió ser nombrado cuestor en Sicilia en el 75 a.C., lo que le abrió las puertas del Senado romano. Más tarde, desempeñó el cargo de edil en el 69 a.C. y el de pretor en el 66 a.C. En ese año, por ejemplo, fue uno de los mayores defensores de la ley que entregó a Pompeyo Magno el mando de la Tercera Guerra Mitridática.
Cicerón en medio de la política romana
A comienzos del año 58 a.C., el tribuno de la plebe Publio Clodio —enemigo de Cicerón— sacó adelante una ley que condenaba a todo aquel que fuera culpable de la muerte, directa o indirectamente, de un ciudadano romano sin juicio previo. Aunque no había citado nombres, Cicerón sabía que el tribuno iba a por él por su implicación directa en la condena de los cómplices del conspirador Lucio Sergio Catilina en el 63 a.C. Abandonado por sus aliados, Cicerón decidió marchar voluntariamente al exilio en Grecia antes incluso de que la ley fuera aprobada. Poco después, su lujosa mansión fue demolida y sus bienes fueron confiscados.
No obstante, la política romana en esos tiempos era extremadamente compleja y variable. Si en el 58 a.C. Cicerón se había exiliado sin que nadie lo impidiera, en septiembre del 57 a.C. Pompeyo Magno y Julio César lograron que Cicerón regresara triunfalmente a la ciudad. A cambio de este favor, el orador no pudo criticar la concentración de poder de estos personajes, protagonistas, junto a Craso, del llamado Primer Triunvirato. Más bien, lo que hizo fue justo lo contrario, defenderlos en varios momentos cruciales de su trayectoria política.
Perdida su independencia política, Cicerón pasaría los años siguientes en un segundo plano, centrándose en su labor como abogado y redactor de obras de retórica y teoría política. Entre otros muchos discursos, destacaría, curiosamente, la defensa que hizo del candidato al consulado Tito Annio Milón, cuyos seguidores asesinaron a Publio Clodio cuando se postuló a pretor en el 52 a.C. Para Cicerón, su muerte estaba totalmente justificada y había sido útil para el Estado. Fuera como fuera, al año siguiente Cicerón adoptó un perfil más activo al ser nombrado gobernador de la provincia de Cilicia.
Marco Tulio Cicerón en la Guerra Civil Romana
Entre el 49 y el 45 a.C. tuvo lugar por todo el Mediterráneo la Segunda Guerra Civil Romana entre los seguidores de Pompeyo Magno y los de Julio César. Como la mayoría de los senadores, Cicerón también huyó de Roma cuando se supo que el líder militar había cruzado el río Rubicón. Refugiado en una de sus villas campestres, el orador intentó ser equidistante al criticar la actitud de ambos bandos, pero lo cierto es que fue mucho más duro con Julio César. De hecho, incluso llegó a reunirse en persona con Pompeyo en el Epiro (Grecia) poco antes de que fuera derrotado por Julio César en la batalla de Farsalia (48 a.C.).
Cuando regresó a Italia, el triunfal general desarrolló una política de reconcialición nacional basada en la clemencia con sus enemigos. En otras palabras, no hubo persecuciones violentas a los rivales políticos ni confiscaciones masivas de bienes Entre otros muchos, Julio César perdonó a Cicerón por su actitud pro pompeyana y permitió que volviera a Roma.
Tras escenificar la paz en la ciudad, Marco Tulio Cicerón se retiró a su villa rural de Túsculo (a unos 25 kilómetros de la metrópolis) y se dedicó a escribir. Precisamente, esa reconciliación también se reflejó en los textos del orador, donde animaba al militar a seguir por esa senda para restaurar el orden y la estabilidad en la República. Sin embargo, las esperanzas de Cicerón y los suyos fueron infundadas. Julio César no quería restaurar las instituciones tradicionales para otorgarles una nueva chispa de vida, sino solo utilizarlas para perpetuarse en el poder. Ante este panorama, para muchos solo quedaba una opción posible: había que asesinar a Julio César.
La conquista romana de Egipto
La batalla de Accio
La cuarta guerra civil romana
Marco Antonio y Cleopatra
Livia Drusila, la esposa de Augusto
Sexto Pompeyo
La muerte de Marco Tulio Cicerón
En aquella famosísima sesión del Senado efectuada en los idus de marzo (15 de marzo) del 44 a.C., Cicerón vio con sus propios ojos cómo un grupo de senadores asesinaba a Julio César al apuñalarlo con ensañamiento más de 20 veces seguidas. Pese a su estrecha relación con muchos de los asesinos —entre ellos Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino—, no hay ninguna prueba que demuestre la implicación de Cicerón en el magnicidio. Lo más probable es que los conspiradores no le informaran de sus planes porque no se fiaban de él, al conocer su carácter dubitativo y su repulsa de la violencia.
Tras el asesinato de Julio César, la situación política evolucionó de forma desfavorable para los conspiradores. Sin planes a corto y medio plazo para dominar la ciudad, finalmente fueron Marco Emilio Lépido, Marco Antonio y Octaviano (el futuro Augusto) quienes conquistaron el poder al fundar el Segundo Triunvirato. Entre otras muchas medidas, los nuevos dueños de Roma elaboraron una amplia lista de ciudadanos romanos a los que se condenó a muerte y a la confiscación de sus bienes. Por supuesto, en esta lista entró Cicerón, gran enemigo de Marco Antonio por las críticas que éste le había dirigido en los catorce discursos que integraban su obra Filipicas.
Cuando supo la noticia, Marco Tulio Cicerón marchó a toda prisa al puerto de Gaeta para tomar un barco que le llevara a Macedonia, donde se reuniría con Marco Junio Bruto. Sin embargo, no llegaría a tiempo. El 7 de diciembre del 43 a.C., cuando tenía 64 años, dos sicarios —Herenio y Popilio— detuvieron la litera en la que viajaba el orador y lo mataron sin que ésta ofreciera resistencia. Por orden de Marco Antonio le decapitaron y le amputaron las manos con las que tantas críticas había redactado. Como no podía ser de otra manera, esa cabeza y esas manos acabaron siendo expuestas en el Foro romano como trofeos que cualquier ciudadano podría contemplar.
Bibliografía
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