Introducción
Tras su victoria en la Segunda Guerra Civil romana (49 – 45 a.C.), Julio César se convirtió en el dueño y señor de Roma. Investido de este poder supremo, el nuevo dictador romano realizó una serie de importantes reformas sociales, económicas, institucionales, judiciales y religiosas, algunas de las cuales han tenido repercusión hasta la actualidad. Por ese motivo, vamos a ver un resumen de la dictadura de Julio César para comprender mejor sus causas y consecuencias y dar respuesta a algunos de sus interrogantes.
¿Cuándo fue nombrado dictador Julio César?
Un mes antes de morir asesinado, en febrero del 44 a.C., Julio César fue nombrado dictador vitalicio de Roma (dictator perpetuus). Sin embargo, hay que aclarar que esta no era la primera vez que el general ostentaba la magistratura extraordinaria. En el verano del 49 a.C. ejerció el cargo el tiempo suficiente para dirigir el proceso electoral y después dimitió. Un año más tarde, posteriormente a su victoria en la batalla de Farsalia, hizo exactamente lo mismo en una segunda dictadura de carácter anual. Asimismo, tras su triunfal campaña en África, se le concedió una nueva dictadura durante un plazo previsto de diez años. De esta manera, la dictadura perpetua fue solo un paso más en su camino hacia la autocracia.
La dictadura de Julio César: el poder ilimitado
Aunque Julio César tuviera el control de todos los aspectos militares, políticos, económicos, sociales y religiosos de Roma, eso no significó la desaparición de las instituciones republicanas. Así, los magistrados siguieron siendo elegidos y continuaron desempeñando sus funciones, el Senado se reunía con regularidad y las asambleas no pararon de funcionar. Obviamente, el margen de maniobra de todos estos agentes era muy restringido porque no podían hacer nada sin la aprobación del dictador, partidario de mantener esa sensación superficial de normalidad institucional.
En el terreno militar, el dictador romano Julio César podía de forma autónoma decidir sobre la guerra y la paz sin consultar al Senado o al pueblo. También, todos los soldados romanos desplegados en cualquier sitio, desde Hispania hasta el Próximo Oriente, quedaron bajo su mando supremo, lo que no inhabilitaba a los jefes que tuvieran en sus respectivas regiones.
En el ámbito económico, César podía disponer a su antojo de las finanzas del Estado sin contar con la autorización previa del Senado, como era lo habitual incluso durante anteriores dictaduras. En ese mismo campo también se ocupó de colocar a personal de confianza al frente de la acuñación de monedas, lo que restaba importancia a la magistratura de la cuestura.
Respecto a los aspectos más puramente políticos, César tenía, por ejemplo, el derecho a ser siempre el primero en hablar en las reuniones del Senado desde su asiento de marfil (que después sería de oro) ubicado entre los de los cónsules. Aparte, podía presentar candidatos ante el pueblo para las magistraturas extraordinarias. Además, todos los senadores juraron protegerle con su vida, del mismo modo que todos los magistrados prometieron no oponerse nunca a sus medidas.
En lo referido a la religión y la vida privada, el dictador romano fue elegido augur y se le otorgó la praefectura morum, es decir, el poder para controlar la moralidad de los romanos con medidas sobre el excesivo lujo o el fomento de la natalidad, por ejemplo. Finalmente, en un marco más socioeconómico, es muy posible que César fuera autorizado para dirigir grandes programas de colonización y que pudiera conceder la ciudadanía romana a quien quisiera.
La dictadura de Julio César: honores y privilegios
La dictadura de Julio César no solo se caracterizó por la concentración de poder, sino también por la acumulación de honores y privilegios extraordinarios. Uno de los más conocidos por el gran público es la concesión del derecho a usar la vestimenta de triunfador y la corona de laurel siempre que quisiera; se dice que esto último César lo agradeció mucho porque le ayudaba a tapar su calvicie. Entre otras muchas cosas, se le reconocieron los títulos de liberator (liberador) y pater patriae (padre de la patria), pudo poner siempre el título de imperator delante de su nombre y se ordenó la construcción de un palacio costeado públicamente.
Asimismo, se cambió el nombre del mes de su nacimiento para que pasara a llamarse Iulius (el actual julio), se le rodeó de un grupo permanente de guardaespaldas y se colocaron estatuas suyas en todos los templos de Roma y en todos los de los municipios; en el Capitolio, de hecho, compartía lugar junto a las efigies de los siete reyes romanos.
A nivel religioso, desde finales del 45 a.C. la imagen de César se pudo usar en capillas como las de las divinidades, su residencia fue adornada con decoración exclusiva de los templos y su persona, en la advocación de divus Iulius, recibía culto en un nuevo centro religioso. Además, una vez muerto, Julio César fue enterrado dentro del recinto sagrado de la ciudad, algo que jamás se había autorizado para ningún otro ser humano hasta la fecha.
Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino
El asesinato de Julio César
La batalla de Munda
La batalla de Tapso
La batalla de Zela
Julio César y Cleopatra
Las reformas políticas de la dictadura de Julio César
En calidad de dictador de Roma e investido de todos los poderes y honores comentados, Julio César llevó a cabo una intensa actividad legislativa en los últimos meses de su vida. A la ya mencionada política de creación de colonias en las provincias (Hispania, norte de África y la Galia, mayoritariamente) protagonizada a gran escala por sus soldados veteranos o los proletarios de la metrópolis, se sumaron otras numerosas acciones.
En el terreno institucional, las operaciones más importantes de la dictadura de Julio César estuvieron relacionadas con el Senado y las magistraturas. Por un lado, amplió de 600 a 900 el número de senadores, recompensando así a una gran cantidad de sus fieles seguidores en los últimos años, tanto del mundo militar como del civil. De esta manera, más de una tercera parte de los miembros del Senado le debían su nueva posición política y social, por lo que siempre le apoyarían.
Por otro lado, la mayoría de magistraturas (a excepción del consulado y el tribunado de la plebe) fueron objeto de reformas. Los pretores aumentaron hasta dieciséis en el 44 a.C., los ediles pasaron a ser seis y desde el 45 a.C. había cuarenta cuestores. Con esta medida, César se aseguraba de que esos futuros ex magistrados, y por tanto senadores, dependieran de él.
En otro orden de cosas, Julio César tuvo tiempo para legislar sobre la administración de las provincias. Concretamente, limitó a un año el periodo de gobierno provincial de los propretores y a dos años el gobierno de los procónsules. Esta actuación tenía como objetivo evitar que alguien pudiera repetir la escalada de poder que él mismo había hecho en las Galias, entorpeciendo pues la posible aparición de potenciales rivales políticos.
Otras reformas de la dictadura de Julio César
Uno de los cambios más trascendentales acometidos durante la dictadura de Julio César fue la creación del calendario juliano. Hasta ese momento, el año romano de cálculo lunar tenía 355 días: cuatro meses con 31 días (marzo, mayo, julio y octubre), un mes con 28 días (febrero) y siete meses con 29 días (enero, abril, junio, agosto, septiembre, noviembre y diciembre). Gracias al asesoramiento del astrónomo Sosígenes de Alejandría, César estableció una nueva anualidad solar de 365 días que añadía un día más cada cuatro años.
Curiosamente, para reajustarlo al año astronómico, César alargó el año 45 a.C. hasta un total de 445 días. ochenta días más de lo normal. Esta nueva forma de contar el tiempo mantuvo su vigencia a lo largo de más de 1500 años, pues no fue hasta el año 1582 cuando el papa Gregorio XIII fijó el calendario gregoriano.
Antes de finalizar, no podemos olvidar la preocupación de César por combatir la pobreza y crear nuevos puestos de trabajo. De este modo, el dictador no solo trataba de proporcionar más fuentes de ingresos a la plebe urbana, sino que engrandecía su fama y popularidad e inmortalizaba su figura. Esto se concretó sobre todo en dos acciones: la construcción de grandes obras públicas (un nuevo Foro, una nueva curia, templos diversos…) y la norma por la que se obligaba a los grandes propietarios de tierra a que al menos un tercio de sus trabajadores fueran hombres libres. No obstante, es probable que esta última no se llevara a la práctica luego de su muerte, pues los esclavos siguieron siendo utilizados masivamente en estas tareas.
En su conjunto, cabe aclarar que su legislación era más bien moderada y para nada revolucionaria. En todo momento, Julio César buscó un difícil equilibrio entre los grupos sociales, sin favorecer o perjudicar demasiado a ninguno de ellos. Al fin y al cabo, lo que pretendía era contar con un amplio consenso social y crear en torno a él una extensa red de clientelas moralmente obligadas a sostenerle políticamente. Aun así, nada evitó que un mes después de ser nombrado dictador vitalicio de Roma, en los idus de marzo del 44 a.C., fuera víctima de una conspiración que acabó con su vida.
Bibliografía
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