
Introducción
Ptolomeo XII Neo Dioniso (116 – 51 a.C) fue uno de los últimos faraones del antiguo Egipto de la Dinastía ptolemaica (305 – 30 a.C.). Su reinado en dos etapas (80 – 58 / 55 – 51 a.C.) estuvo marcado por la inestabilidad política interior, por su desinterés por los asuntos de gobierno, por su impopularidad entre la ciudadanía y por una política exterior basada en conservar su trono o impedir que Egipto fuera anexionada como provincia romana.
El apodo por el que era popularmente conocido este faraón, Auletes (“flautista”), deriva de su gran pasión por las fiestas y los banquetes en los que frecuentemente se emborrachaba y exhibía sus dotes musicales rodeado de bailarinas. Concretamente, el historiador Estrabón decía que la pasión de Ptolomeo XII por la flauta era tal que no dudaba en celebrar en palacio concursos de música solo para poder participar en ellos y disputar los premios a los otros concursantes.

La peculiar familia de Ptolomeo XII
La historia política de los últimos reyes ptolomeos es un auténtico quebradero de cabeza, repleto de traiciones, asesinatos, incestos, conspiraciones e intrigas. Ptolomeo XII era un hijo ilegítimo nacido de la relación del rey Ptolomeo IX (116 – 107 a.C. / 88 – 81 a.C.) con una concubina de nombre desconocido. Debido a la inseguridad de la corte en Alejandría, Ptolomeo XII pasó buena parte de su infancia junto con otro hermano (también llamado Ptolomeo, futuro rey de Chipre) en la corte del rey Mitrídates VI del Ponto en Sínope.
Tras el breve reinado de dos meses de Ptolomeo XI, y dado que no existía un heredero lágida directo, el dictador Lucio Cornelio Sila estableció que ascendiera al trono egipcio un aspirante de las ramas familiares colaterales que acabó siendo Ptolomeo XII Neo Dioniso.
El costoso reinado de Ptolomeo XII
Ptolomeo XII era consciente de que su posición no era demasiado sólida, pues era un hijo bastardo, carecía de la educación dada a otros jóvenes de la realeza y solo había llegado al trono gracias a la ayuda de una potencia extranjera y a causa de la temprana muerte de su predecesor. Por ello, con el objetivo de legitimar su reinado, lo primero que hizo Ptolomeo XII fue contraer matrimonio con su hermana Cleopatra VI Trifena, de la que tuvo cinco hijos: Ptolomeo XIII, Ptolomeo XIV, Arsínoe, Berenice IV y la famosa Cleopatra VII.

Durante muchos años, Auletes organizó el soborno a costa de las arcas públicas de todo aquel que pudiera contribuir a su reconocimiento oficial como soberano de Egipto. Por ejemplo, durante el primer año de consulado de Julio César (59 a.C.), éste y su colega de triunvirato Pompeyo Magno compartieron el astronómico soborno de 6000 talentos que Ptolomeo XII les ofreció a cambio de su reconocimiento oficial como “amigo y aliado del pueblo romano”.
Pese a ello, Roma decidió conquistar la isla de Chipre en el 58 a.C., donde reinaba el hermano de Ptolomeo XII desde el 80 a.C. Éste, al ser un faraón títere de los romanos, no hizo nada para impedirlo y eso fue su perdición. Desde hacía mucho tiempo, los alejandrinos habían soportado con indignación su desinterés por los asuntos de gobierno, las interminables subidas de impuestos para costear los sobornos y su excesiva afición por el vino, la música y las fiestas, de modo que mostrarse pasivo ante una agresión militar tan evidente y cercana fue la gota que colmó el vaso. Ese mismo año, el pueblo de Alejandría le quitó la corona a Ptolomeo XII para colocársela a su hija Berenice IV.

El retorno del faraón Ptolomeo XII Auletes
El rey destronado, desesperado, se dirigió primera a Éfeso y luego a Roma con la esperanza de buscar apoyos con los que recuperar el poder. Tras la expulsión de Ptolomeo XII Auletes, la nueva reina Berenice IV fue obligada a casarse con Seleuco Cibiosactes, un oscuro personaje del que no sabemos nada porque la soberana mandó que lo estrangularan pocos días después de la boda. Los romanos, incapaces de concebir un gobierno solo en manos de una mujer, la obligaron entonce a casarse con Arquelao del Ponto, un sumo sacerdote de Bellona del que no se pudo librar por ser ciudadano romano.

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Mientras esta pareja gobernaba Egipto, en Roma la pugna por la misión de restaurar en el trono a Ptolomeo XII estaba muy reñida. Todos veían la situación como una oportunidad de oro para enriquecerse gracias no solo a la propia campaña militar en un país tan próspero como Egipto, sino también a las previsibles recompensas de un rey agradecido.

No fue hasta el 55 a.C. cuando la misión recayó sobre los hombros de Aulo Gabinio, procónsul y gobernador de la provincia de Siria, con el incentivo de la promesa de Auletes de entregarle un soborno aun mucho mayor que el dado a César y Pompeyo unos años antes. Para cumplir exitosamente su cometido, Aulo Gabinio creó una unidad militar especial de infantería y caballería, los llamados gabiniani. Con ellos el rey llegó a Egipto, venció a Arquelao en batalla e hizo ejecutar a Berenice.
Posteriormente, estos legionarios romanos se quedaron en el país del Nilo para proteger personalmente a Ptolomeo XII, y una vez muerto este, a su sucesor Ptolomeo XIII. De hecho, allí permanecieron hasta que Julio César llegó a Alejandría en el contexto de la guerra civil contra Pompeyo.
La compleja muerte de Ptolomeo XII
Finalmente, una grave enfermedad acabó con la vida del faraón en el 51 a.C. Como buen rey títere, una de sus acciones finales fue asegurarse de que una copia de su testamento llegara a Roma para que garantizaran que se cumplía su última voluntad: que sus dos hijos Ptolomeo XIII y Cleopatra VII fueran cogobernantes. No obstante, los dos hermanos enseguida se pelearon por el poder, de modo que Roma tuvo la excusa perfecta para intervenir. En los años siguientes, Julio César no solo iba a conquistar Egipto, sino también el corazón de su reina.

Bibliografía
GOLDSWORTHY, A. (2016): César. La biografía definitiva. Madrid: La esfera de los libros.
LARA PEINADO, F. (1998): Diccionario biográfico del mundo antiguo. Egipto y Próximo Oriente. Madrid: Aldebarán.
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