
Introducción
La batalla de Filipos enfrentó en octubre del año 42 a.C. a los ejércitos de Marco Antonio y Octaviano —integrantes del Segundo Triunvirato romano— contra las fuerzas de los asesinos de Julio César, Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino. El resultado de esta guerra contra los últimos defensores relevantes de la causa republicana cambió para siempre la historia de Roma, así que es preciso que veamos un resumen tanto de la primera como de la segunda batalla de Filipos.

Antecedentes a la batalla de Filipos (42 a.C.)
A mediados de julio del 44 a.C. Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino abandonaron Italia para encaminar sus pasos hacia Oriente, donde conseguirían hacerse con el poder de las provincias de Macedonia y Siria, respectivamente. Mientras la guerra de Módena (43 a.C.) tenía lugar, estos autoproclamados «luchadores por la libertad de Roma» eran bastante reacios a iniciar una nueva guerra civil. Sin embargo, la formación del Segundo Triunvirato y el terror desatado de las proscripciones les convenció de que la paz no era una opción.
El 1 de enero del 42 a.C. Marco Emilio Lépido comenzó su segundo consulado, por lo que Marco Antonio y Octaviano le dejaron el gobierno de Italia durante su tiempo de lucha contra los cesaricidas. En el este, durante la primera mitad del año, Bruto y Casio estuvieron ocupados reclutando más soldados y explotando económicamente a las provincias romanas orientales para poder pagar los salarios de esas legiones. A finales de verano, cuando se sintieron suficientemente fuertes, concentraron sus ejércitos y cruzaron el Helesponto desde Asia Menor hasta Macedonia.
La Vía Egnatia era una gran carretera que iba desde el mar Adriático hasta las provincias de Asia Menor. A unos setenta kilómetros del extremo este de la misma se hallaba la ciudad de Filipos, llamada así en honor de su fundador, Filipo II de Macedonia. En las partes altas del terreno a las afueras del lugar tomaron posiciones separadas los hombres de Bruto y Casio.

A pesar de las dificultades que tuvieron que contrarrestar debido a los poderosos escuadrones de barcos de guerra enemigos que operaban en la zona, los triunviros lograron desembarcar en Apolonia y acampar en Filipos antes de que Octaviano cumpliera veintiún años. Cabe destacar que primero llegó al lugar Marco Antonio, puesto que Octaviano se puso terriblemente enfermo y se retrasó varios días. Desconocemos con exactitud de qué enfermedad se trataba, pero lo cierto es que jugaría un papel relevante en la batalla de Filipos.
Los bandos enfrentados en la batalla de Filipos (42 a.C.)
En la batalla de Filipos (42 a.C.) lucharon dos de los ejércitos romanos más grandes que jamás se habían formado. Los triunviros tenían consigo diecinueve legiones y se enfrentaban como mínimo a diecisiete legiones mandadas por Bruto y Casio. A los 80.000 hombres de estos últimos habría que añadir la caballería (14000 galos, lusitanos, tracios, hispanos…) y los contingentes aliados (más de 5000 guerreros), por lo que el ejército de los cesaricidas sumaba un total de 100.000 hombres bien aprovisionados. Frente a ellos Octaviano y Antonio desplegaron supuestamente más de 110.000 hombres, entre legionarios y jinetes.
Si estas cifras fueran reales significaría que más de 200.000 personas lucharon en la batalla de Filipos. No obstante, cabe destacar que las legiones se encontraban muy por debajo de su número óptimo y las cifras de la caballería aportadas por las fuentes probablemente estén infladas, por lo que esas cifras seguramente estén exageradas. Aun así, incluso si los ejércitos estaban a la mitad de su tamaño, es indudable que eran gigantescos.

Los Libertadores establecieron sus campamentos en colinas con 500 metros de distancia entre ellas aunque conectados por una línea de fortificaciones: Bruto estaba a la derecha, con su flanco pegado a una línea de colinas, y Casio a la izquierda, junto a una amplia extensión pantanosa. Al disponer de una ubicación tan favorable, su plan era esperar a que sus rivales atacaran en desventaja o se rindieran por la falta de comida. Por su parte, los triunviros se colocaron de manera que Octaviano estaba en frente de Bruto y Marco Antonio ante Casio.
La primera batalla de Filipos
Durante días ninguno de los dos bandos avanzó para precipitar la batalla. El 31 de septiembre Marco Antonio decidió que había que hacer algo para desbloquear esa situación, así que ordenó a un destacamento que se abriese paso a escondidas a través del pantano. El objetivo era que construyeran una pista por la que pudiese pasar un gran número de hombres para desbordar el flanco izquierdo de Casio, cortando así su línea de abastecimiento. Al final, Casio se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y también envió a un destacamento para que excavara una zanja y levantara una muralla en ángulo recto con la de Antonio.
El 3 de octubre Antonio descubrió las obras de Casio y de inmediato condujo a sus tropas hacia el pantano contra la línea defensiva enemiga. Entonces comenzó la primera batalla de Filipos, un enfrentamiento confuso, mal dirigido y salvaje. Los hombres de Marco Antonio usaron escalas para traspasar la muralla de Casio, tras lo cual sus hombres empezaron a titubear y retirarse. Acto seguido, el triunviro penetró en el campamento principal del cesaricida.

En el lado opuesto de la batalla se produjo la misma situación, pero a la inversa. Las fuerzas de Bruto se lanzaron contra las de Octaviano, mal coordinadas porque el triunviro estaba enfermo y no había nombrado un sustituto. El resultado fue que el pánico se extendió rápidamente y todo el ala izquierda del joven César se hundió. A continuación, las eufóricas tropas de Bruto se lanzaron en su persecución y llegaron hasta el campamento de Octaviano, que en ese momento ya había huido para no ser atrapado.
La primera batalla de Filipos había sido un empate en toda regla. Bruto había ganado, pero Casio había perdido; Marco Antonio se impuso, pero Octaviano fue derrotado. Aun así, un malentendido hizo que la balanza se inclinara del lado del triunvirato. Corto de vista, Casio buscó con la mirada la localización de los hombres de Bruto y llegó a la conclusión de que este había sido masacrado. Convencido de que la causa que defendía se había perdido para siempre, se retiró a una tienda vacía y ordenó a uno de sus criados que lo ayudara a suicidarse para no caer prisionero.

La conquista romana de Egipto

La batalla de Accio

La cuarta guerra civil romana

Marco Antonio y Cleopatra

Livia Drusila, la esposa de Augusto

Sexto Pompeyo
La segunda batalla de Filipos
Como consecuencia de la primera batalla de Filipos, los asesinos de César perdieron unos 8000 soldados y los triunviros aproximadamente el doble. Bruto reunió a los supervivientes de la parte del ejército de Casio y los agregó a sus propias fuerzas. Después de casi tres semanas de inactividad, parapetado tras sus defensas, el 23 de octubre Bruto accedió a tener un nuevo enfrentamiento. Lo hacía presionado por sus propios hombres y en contra de su buen criterio, pues las deserciones y los cambios de bando habían empezado a notarse.

En la tarde del 23 de octubre, los dos bandos se enzarzaron en una segunda batalla de Filipos decisiva, muy violenta y agotadora. En esta ocasión, los ejércitos se desplegaron en ángulo recto con respecto al primer campo de batalla, lo que perjudicó a los soldados de Bruto. Su ala derecha, liderada por él personalmente, ganó ventaja durante un tiempo, pero el ala izquierda cedió y las fuerzas triunvirales siguieron adelante. Mientras muchos rompían a correr lo más rápido posible, el general cesaricida pudo retirarse en orden hacia su campamento amparado por unas pocas legiones.
El plan de Bruto era retirarse al mar porque sus partidarios aun lo dominaban gracias a su flota. Sin embargo, Marco Antonio había tomado todas las posibles vías de huida, de modo que no había escapatoria posible. Ante este panorama, y viendo además que las legiones estaban dispuestas a rendirse de un momento a otro, cogió una de sus espadas, se puso la punta en el pecho y se tiró contra ella.
Consecuencias de la batalla de Filipos
La primera consecuencia de la segunda batalla de Filipos fue, evidentemente, la humana. La mayor parte de oficiales fueron ejecutados por orden de los Marco Antonio y Octaviano, al mismo tiempo que todos los soldados supervivientes (unos 14.000, aproximadamente) fueron incorporados al ejército contra el que luchaban hasta hace poco.

Los triunviros realizaron un magnífico sacrificio para celebrar su victoria y rebautizaron la ciudad de Filipos como Julia Victrix Philippi («Filipos victoriosa del clan juliano»). A continuación, se separaron. Por un lado, Octaviano regresó a Italia para supervisar el proceso de asignación de tierras a los soldados veteranos que iban a licenciarse. Por otro lado, Marco Antonio permaneció en Grecia y después en Asia Menor para reestructurar las provincias orientales y asegurarse de que siguieran leales.
Aparte, los vencedores creyeron necesario hacer un nuevo reparto de las provincias occidentales, dada su nueva posición de poder sin la amenaza de los últimos republicanos. Lépido, ausente de la batalla de Filipos, tuvo que conformarse con los territorios en África; Marco Antonio, el vencedor por excelencia debido a la recurrente enfermedad de su colega, recibió la Galia Transalpina; Octaviano ganó el gobierno de toda Hispania y una nueva misión en el horizonte: aniquilar a Sexto Pompeyo, que estaba dominando Sicilia y Cerdeña.
Bibliografía
EVERITT, A. (2008): Augusto, el primer emperador. Navarra: Ariel.
GOLDSWORTHY, A. (2014): Augusto. De revolucionario a emperador. Madrid: La esfera de los libros.
OSGOOD, J. (2019): Roma. La creación del Estado mundo. Madrid: Desperta Ferro.
RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, J. (2017): Diccionario de batallas de la historia de Roma. Madrid: Almena ediciones.
ROLDÁN HERVÁS, J.M. (2020): Historia de Roma II. El Imperio Romano. Barcelona: Cátedra

