Introducción
Cayo Julio César Augusto Germánico es, sin duda alguna, uno de los emperadores más injustamente tratados de la antigua Roma. Buena prueba de ello es que pasó a la historia y ha llegado al presente por el mote que le pusieron de niño y odió siendo adulto: Calígula. Autores como Suetonio, Tácito o Dion Casio encasquetaron a la sociedad romana una visión en la que su tercer princeps había personificado todos los males posibles: era cruel, sanguinario, impasible, adúltero, maquiavélico, incestuoso, impío… Sin embargo, tal y como veremos a continuación, la realidad no es tan simple. Por eso, en este artículo vamos a ver un resumen de la infancia de Calígula para comprender los horrores y traumas que tuvo que pasar y las experiencias que habrían modelado su personalidad.
Nacimiento e infancia de Calígula en Germania
Cayo Julio César Augusto Germánico nació el 31 de agosto del año 12 d.C. en Antium, una ciudad de veraneo a cincuenta y tres kilómetros de Roma. Era el octavo de los nueve hijos (aunque solo sobrevivirían a la infancia seis de ellos) del matrimonio formado por Agripina la Mayor y Germánico, lo que le convertía en bisnieto del emperador Augusto y del triunviro Marco Antonio.
La infancia de Calígula no fue la típica de un niño romano de la alta aristocracia. A mediados de mayo del 14 d.C., cuando aún no había cumplido los dos años de edad, tuvo que abandonar Roma para reunirse con su madre y luego con su padre en los campamentos de sus ejércitos en la frontera germana del río Rin.
Fue en uno de esos campamentos donde Cayo adquirió su famoso apodo. Para ganarse el afecto de las tropas y aumentar la popularidad de su marido, Agripina exhibía al niño por el lugar vestido con un uniforme de legionario en miniatura que incluía unas diminutas botas reglamentarias, las caligae. Los soldados enseguida se encariñaron con el niño y comenzaron a llamarlo Calígula, que significa literalmente «botitas».
Anécdotas de la infancia de Calígula en Germania
La infancia de Calígula en Germania no fue siempre tan agradable. Al poco tiempo de su aparición, llegó la noticia de la muerte del emperador Augusto y se produjo un motín entre las legiones. Supuestamente, Germánico no dudó en utilizar a su familia para una teatral puesta en escena que sirvió como chantaje emocional a las tropas.
Los historiadores Suetonio y Tácito cuentan que envió ostentosamente a una embarazada Agripina y a Cayo junto a la tribu de los tréveros porque temía por su seguridad. Los soldados, avergonzados por su actitud, se sometieron de nuevo a las órdenes para rogar que el niño volviera a estar entre ellos. De esta manera tan dramática lo narra Tácito en el libro I de Anales:
Al final, abrazando con gran llanto su seno y al hijo común logró convencerla de que partiera. Allá marchaba el triste cortejo de mujeres: la esposa del general convertida en fugitiva, llevando en brazos a su hijo pequeño […] Los gemidos y los llantos atrajeron incluso los oídos y miradas de los soldados […] Empezaron entonces a sentir vergüenza y lástima, Le suplican, se plantan ante ella, le piden que vuelva, que se quede, rodeando unos a Agripina y volviendo los más al lado de Germánico.
Por su parte, el historiador Dion Casio, en el libro LVII de Historia romana, transmite una versión menos amable (y seguramente más creíble) del suceso. Los legionarios tomaron como rehén a la madre y al pequeño para que no dejaran el campamento, pero liberaron a Agripina al ver su avanzado estado de gestación. Posteriormente, vieron que no llegarían a ninguna parte reteniendo a Calígula y lo liberaron también.
Se apoderaron de ellos a pesar de que Germánico los había enviado en secreto a algún otro lugar. A petición de Germánico liberaron a Agripina, que estaba embarazada, pero retuvieron a Cayo. Pero por fin, al cabo de mucho tiempo, recuperaron la tranquilidad puesto que nada conseguían.
El puesto de Calígula en la familia imperial
En la primavera del 17 d.C. la familia regresó a Roma, donde Germánico fue honrado el 26 de mayo con un triunfo por sus campañas militares contra queruscos, catos y otras tribus germanas. Acompañar a su padre en el apoteósico desfile debió ser un recuerdo inolvidable de la infancia de Calígula, que todavía no había cumplido los cinco años.
En ese momento, Cayo ocupaba el quinto puesto en la informal lista de sucesión al poder. Tal y como se revelará en el futuro, estar lejos de ser el candidato a suceder a Tiberio jugaría a su favor a la hora de salvar la vida. Por delante de él estaba primero su padre, luego su tío segundo Druso el Joven (hijo biológico de Tiberio) y a continuación sus hermanos mayores, Nerón y Druso.
Quince años después de aquel triunfo del 17 d.C., los cuatro varones habían muerto o habían caído en desgracia, de modo que Cayo (nieto adoptivo) y Tiberio Gemelo (nieto biológico) eran los únicos herederos que le quedaban al princeps.
Tragedia familiar en el este y el oeste
En el otoño del 17 d.C., Germánico recibió el que sería el último encargo de su vida: trasladarse a Siria para supervisar las provincias orientales con unos poderes mayores que los de cualquier gobernador. Hasta allí se desplazó con Agripina (embarazada de nuevo) y Calígula, haciendo escala por el camino en numerosos sitios: Dalmacia, Nicópolis, Atenas, Eubea, Lesbos…
En lo que atañe a nuestro protagonista, lo más destacado de este viaje es que, supuestamente, un Calígula de cinco años dijo sus primeras palabras en público al dirigirse a los habitantes de Assos, una ciudad en el extremo noroccidental de la península de Anatolia.
En Siria, tras una serie de desencuentros con el gobernador Cneo Calpurnio Pisón, Germánico murió en extrañas circunstancias el 10 de octubre del 19 d.C. Aquel fue un punto de inflexión en la infancia de Calígula. No sabemos cómo le afectó, pero desde luego no debió de ser fácil perder a su padre con solo siete años y entre sospechas de haber sido asesinado.
A partir de aquí, las desgracias se acumularon en la década siguiente, provocadas en gran medida por el prefecto del pretorio de Tiberio, Lucio Elio Sejano. El objetivo de este conspirador personaje era ser el regente de un princeps demasiado joven para gobernar por sí mismo, por lo que puso todos sus esfuerzos en lograr que el varón más joven de la familia imperial, Tiberio Gemelo, fuera el sucesor de su abuelo.
En este sentido, envenenó la mente del emperador Tiberio y organizó varias conspiraciones que eliminaron del tablero de juego a Druso el Joven, Agripina la mayor y sus hijos Nerón y Druso. El primero fue envenenado en el 23 d.C., en complicidad con su esposa y sobrina del emperador; la segunda fue desterrada a la isla de Pandataria en el 29 d.C.; Nerón fue exiliado ese mismo año en la isla de Ponza, donde se suicidaría en el 31 d.C.; y en cuanto a Druso, fue encarcelado en el 30 d.C. en los sótanos del palacio imperial hasta que decidieron retirarle la comida y se murió de hambre en el 33 d.C.
La infancia de Calígula en casa de Livia Drusila
Quizás el único motivo por el que el joven Cayo se libró de las garras de Sejano fue como consecuencia de las acciones del propio Sejano. En el 27 d.C., dos años antes de ser condenados al exilio, Agripina la mayor y Nerón fueron puestos bajo arresto domiciliario y vigilancia continua de soldados. Esto implicó que Calígula (todavía menor de edad) y sus hermanas solteras no pudieran seguir viviendo con su madre, así que se trasladaron con su bisabuela, Livia Drusila, la viuda del emperador Augusto.
De hecho, es probable que el respeto por la memoria de Augusto, representada por Livia Drusila hasta ahora, fuera lo que retuviera a Tiberio para dispensar un castigo mayor a la nieta y el bisnieto de este. De esa manera, fue poco después de la muerte de la Augusta en el 29 d.C. cuando se condenó al exilio a estos dos personajes.
Básicamente, Calígula se salvó de los tejemanejes de Sejano por ser aún un pueri, por vivir bajo la protección de Livia Drusila primero y Antonia después y, sobre todo, por no dejarse enredar en la telaraña de los juegos de poder.
La información que conservamos acerca de la infancia de Calígula en casa de Livia Drusila es muy escasa. Algunas fuentes se contradicen al mostrar el supuesto favoritismo de la Augusta por Cayo (de la gens Julia) en vez de por Tiberio Gemelo (su bisnieto biológico y, por tanto, de la gens Claudia). La verdad es que ignoramos cómo fue la relación entre ambos, aunque podemos deducir que no fue mala a partir de dos hechos.
Por un lado, en palabras de Suetonio, «a su bisabuela Livia Augusta solía llamarla «Ulises con faldas»», en reconocimiento a su inteligencia y astucia. Por otro lado, fue un Calígula de diecisiete años quien pronunció un gran elogio fúnebre a su figura durante su funeral. Este acto fue especialmente importante porque se trató de su primera intervención pública en solitario en Roma, cuando todavía era legalmente un niño y vestía la toga praetexta.
Además, años más tarde, cuando se hizo con el poder, el nuevo princeps se encargó de hacer justicia a sus antepasados. En este sentido, una de las cosas que realizó fue ejecutar el testamento de la vieja dama, desatendido parcialmente por Tiberio.
La infancia de Calígula en casa de Antonia
Ahora que Livia Drusila había desaparecido, el joven Cayo y sus hermanas Livila y Drusila se fueron a vivir con su abuela paterna Antonia la Menor. Esta etapa de la infancia de Calígula, aunque corta de duración como la anterior, fue muy influyente en su comportamiento posterior como emperador.
Antonia inculcó a Calígula el orgullo de ser descendiente del triunviro Marco Antonio, mostrándole un modelo de conducta en el que fijarse que era muy diferente al de Augusto. Así, a través de la visión idealizada de su abuela (que nunca llegó a conocer a su padre, por cierto), Calígula adoptaría como objetivos la libertad de acción, el individualismo y la búsqueda de nuevos horizontes.
Más allá de eso, Antonia la Menor era una persona con muy amplios contactos sociales en el extranjero. Estaba emparentada con las casas reales de los reinos clientes de Ponto, Tracia y Mauritania, poseía vastas propiedades en Alejandría y mantenía una estrecha amistad con Berenice, sobrina del rey Herodes el Grande.
Esta red de contactos propiciaba que por la casa de Antonia en Roma pasaran muchos invitados y huéspedes que tenían una visión del mundo y del poder que era muy distinta a la romana. Sin duda, el hecho de pasar meses conviviendo con gente como los tres hijos del rey tracio Cotys —Rhoemetalces, Polemón y Cotys II— condicionaron la forma en la que Calígula decidió ejercer el poder.
Conclusiones
A lo largo de este artículo hemos visto como Calígula, antes de cumplir los 18 años, perdió a su padre, a su madre y a sus dos hermanos mayores. Además, los cuatro no habían desaparecido de su vida por una cruel maniobra del destino, sino por la intervención directa o indirecta de una persona: su abuelo adoptivo, el emperador Tiberio.
Por si esto no fuera suficiente, Calígula tendría que vivir durante años con el causante de la desgracia de su familia en su residencia en la isla de Capri, temiendo cada día que una mala palabra suya le hiciera unirse a la lista de los condenados.
Este pasado y presente traumático, combinado con su conocimiento directo del funcionamiento de la monarquía autoritaria oriental y su temprano acceso al poder imperial, a lo mejor puede ayudarnos a humanizar a Calígula y a dejar de verlo como un tiránico y malvado rey que disfrutaba con el sufrimiento de sus súbditos.
Bibliografía y fuentes
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Dion Casio (2016). Historia romana. Libros L-LX. (Trad. Juan Manuel Cortés Copete). Gredos.
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Roldán Hervás, J.M. (2012). Calígula. El autócrata inmaduro. La esfera de los libros.
Seager, R. (2005). Tiberius. Blackwell Publishing.
Suetonio (2018). Vidas de los doce césares. (Trad. Rosa Mª Agudo Cubas). Gredos.
Tácito (2017). Anales. Libros I-VI. (Trad. José Moralejo). Gredos.
Winterling, A. (2011). Caligula. A biography. University of California Press.