Artículo escrito por Luis Galan Campos, graduado en Historia
Introducción
A partir del siglo XIII la Corona de Aragón protagoniza una gran expansión por el Mediterráneo. En buena parte, se debe a que no puede seguir creciendo por el oeste o atrayéndose a los pequeños señores del sur de Francia donde se han impuesto Castilla y la monarquía francesa. También debido al florecimiento del comercio marítimo catalán, que impone como objetivos el control de las rutas comerciales y puertos del Mediterráneo occidental, así como no de los menos lucrativos centros de producción de trigo como son Baleares, Sicília, Granada o el Norte de África y sus respectivos mercados.
El testamento de Jaime I
En su testamento, el rey Jaime I deja Cataluña, Aragón y Valencia a su hijo Pedro III el Grande (1276-1285) y las Baleares y la Cataluña Norte a su segundogénito, Jaime II de Mallorca con la condición de que se someta a su hermano mayor. De ese modo se crea el Reino privativo de Mallorca, que tendría una existencia propia y más o menos autónoma hasta 1343.
A partir de este momento, vemos como aparecen distintos reinos gobernados por ramas secundarias de la Casa de Barcelona. La Corona de Aragón no está formada por un sólo territorio, sino que es la suma de muchos reinos cuya dinastía real pertenece a la Casa de Barcelona, y en donde los reyes peninsulares ejercen la primacía. El mayor reto para los reyes de Aragón será mantener el control de estas ramas secundarias involucrando sus reyes en una política común de expansión comercial y territorial, lo que contribuirá a asentar un dominio de la Corona de Aragón en el Mediterráneo occidental.
La conquista de Sicilia
La conquista de Sicilia permitió que la Corona de Aragón se introdujera en los grandes ejes de conflicto de la Cristiandad -contra el Papado y su aliado, Francia- y marcará su inicio como una de las principales potencias del Mediterráneo. El reino de Sicilia ocupaba además de la isla el tercio meridional de Italia. Constituía uno de los países más prósperos de Occidente, gracias al trigo, las industrias textiles y su privilegiada posición en las rutas comerciales. Asimismo, durante buena parte de su historia es uno de los principales aliados del Papado, que lucha contra los emperadores del Sacro Imperio de la dinastía Hohenstaufen en el norte de Italia.
Sin embargo, a partir de finales del siglo XII esta dinastía se hace con el control del reino, lo que sitúa a los Papas en una incómoda pinza que les obliga a apoyarse en la alianza francesa: aprovechando el colapso de la dinastía a la muerte de Federico II (1224-1250), facilitan la conquista del reino por los duques de Anjou o angevinos (una rama secundaria de los reyes de Francia) entre 1265 y 1268. A pesar de ello, el sucesor de Federico, Manfredo I, había logrado contraer una alianza con la Corona de Aragón casando a su hija Constanza con el futuro Pedro III.
Las vísperas sicilianas
Pedro el Grande con la ayuda de los nobles sicilianos promueve un alzamiento contra los angevinos -las llamadas “Visperas” en marzo de 1282, seguido de la invasión de la isla en septiembre. Esto provocó la formación de un bloque en contra de Pedro III de Aragón formado por Carlos I de Anjou, Felipe III de Francia y el Papa Martín IV que excomulga al soberano aragonés para presionarlo, además de Jaime de Mallorca que aprovecha la coyuntura para liberarse del yugo fraterno.
La guerra va a librarse en varios frentes a la vez. Por un lado, en Italia los aragoneses llevan la delantera. Los angevinos se refugian en el sur de Italia y establecen su capital en Nápoles y sufren constantemente los ataques de la poderosa flota de guerra (estol) catalana comandada por el almirante Bernat de Sarria. Por otro lado, la excomunión sitúa a Pedro III de Aragón en una situación enormemente incomoda pues cuando un príncipe era excomulgado sus súbditos y vasallos eran libres de desobedecerlo. Por este motivo, el monarca aragonés hubo de hacer importantes concesiones a los nobles y las ciudades de sus territorios para contar con su ayuda ante los franceses que invaden la Corona de Aragón por Cataluña intentando arrebatársela en marzo-octubre de 1285.
Las luchas por el poder
Poco después, se produce la muerte de Pedro III, sucedido por su hijo Alfonso III el Liberal (1285-1291). En otoño de 1286 lanzó una expedición para castigar a su tío conquistando su reino e incorporándolo a sus dominios, así como la isla de Menorca (febrero de 1287) cuyo emir se había rebelado. A pesar de sus muchos intentos de negociar a través de su suegro, Eduardo I de Inglaterra (1277-1327), muere sin haber conseguido desbloquear la situación siciliana. Es sucedido por su hermano Jaime II el Justo en la Península y Mallorca y por su otro hermano, Federico III en Sicília. Jaime II, sin abandonar la lucha marítima, conseguirá negociar el final del conflicto con el Papa Bonifacio VIII. Mediante el Tratado de Anagni (1295)el aragonés renunciaría a Sicília y devolvería Mallorca a su tío paterno. A cambio, se le retira al excomunión y se le prometen Córcega y Cerdeña.
Federico III de Sicília, sin embargo, no respeta el acuerdo. Tras proclamarse rey apoyado por los nobles sicilianos, continua por su cuenta la guerra con los angevinos. No se trata de una decisión unilateral sino algo coherente con este proyecto familiar de control del Mediterráneo. Este nuevo conflicto se cierra con el Tratado de Caltabellota (1302) que sanciona la creación de un reino de Nápoles angevino y un reino de Trinacria (Sicília) aragonés. No obstante, nunca se consigue llegar a una paz verdadera y el estado de guerra se mantiene de forma intermitente hasta principios del siglo XV.
La Corona de Aragón en el sur de Valencia
También se fijarían las fronteras definitivas del reino de Valencia a partir de territorios del rey de Castilla. En 1281, los castellanos ceden el Valle de Cofrentes o Ayora a Pedro III de Aragón. Por último, hay otro conflicto en la guerra por el trono castellano tras la muerte de Sancho IV (1284-1295). Jaime II se hace con los territorios al sur del limite meridional de Valencia (Biar) hasta la ciudad de Orihuela. Estas adquisiciones son posteriormente ratificadas por Fernando IV en el Tratado o Sentencia de Torelles (1304). Estos hechos crearían un sustrato de tensiones fronterizas con su poderoso vecino occidental. Evidentemente, esto sería decisivo en el futuro de la Corona de Aragón.
Conclusiones
En conclusión, al acabar el siglo XIII, los reyes aragoneses han dominado la mayor parte de la fachada mediterránea peninsular. A través de los reyes de las ramas secundarias de su dinastía extienden su influencia a Mallorca y Sicília. Así es como logran poco a poco imponer su voluntad entre Italia y la Península.
Artículo escrito por Luis Galan Campos, graduado en Historia
Bibliografía
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Para saber más
Luis Galan Campos es graduado en Historia por la Universidad de Valencia. Actualmente cursa el Máster de Formación en el Mundo Occidental en la misma universidad. Su periodo histórico de investigación es la Edad Media (s. V – XV). Entre sus áreas de trabajo la aristocracia occidental, la ideología de las élites, la Historia de las religiones y la construcción y establecimiento de los Estados.